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Curve

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Blurb

¿Quieres un vistazo? Entonces ya sabes que hacer. Nada en esta vida es gratis y mi cuerpo no es la excepción, así que ve sacando la tarjeta cariño, porque Curve tiene un precio. La cuestión aquí es...¿estás dispuesto a pagarlo?

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Capítulo 1
Sonreí al verme en el espejo con mi nuevo conjunto de encaje negro. Iba a enloquecer a todos los que se conectaran y, tal vez, conseguir un par de miles. Los necesitaba si quería comenzar mis prácticas este año. La vida de un estudiante de enfermería era difícil, aún más siendo una chica criada en el sistema, sin familia ni estabilidad económica. Por ese motivo me vi obligada a comenzar a trabajar con mi cuerpo en redes sociales. Los trabajos a tiempo completo de camarera o aseando casas apenas alcanzaban a cubrir el alquiler. Si quería cumplir mi sueño y convertirme en enfermera debía encontrar un trabajo que ganara bien y me dejara tiempo para estudiar. Así fue como mi mejor amiga Emma me dijo que debía volverme una de las famosas Sugar girls.  Chicas en una aplicación de vivos donde se mostraban en lencería y bailaban para los clientes que se conectaran a su página por un precio indicado, obviamente. Al principio pensé que era una locura. No podía imaginarme a mí, una chica con sobrepeso y curvas por demás, en una app donde las mujeres que se mostraban eran modelitos que pesaban lo mismo que una de mis piernas. No es que fuera fea, nada parecido a eso. Me consideraba muy bella con mi cabello oscuro, piel aceituna y ojos verdes. Además amaba mi cuerpo. Lo que me preocupaba era la reacción sobre mi cuerpo por parte de los usuarios. Por eso dudé durante un tiempo si meterme en algo que me expondría mucho, pero al final, las deudas ganaron y al enterarme que esas chicas ganaban miles de dólares, terminé convenciéndome.   No perdía nada con intentarlo ¿verdad? Al menos por un par de meses a ver si funciona. Abrí una cuenta en la página y empecé a mostrarme en ropa interior, con un antifaz que cubría la parte superior de mi rostro, solo mostrando mis ojos. Debía tomar esa precaución por si alguno de los usuarios terminaba siendo un conocido. Algunas veces simplemente me movía por mi dormitorio quitándome algunas prendas  mientras contestaba las preguntas de los usuarios conectados, o bailaba para quienes pagaran el precio indicado. Nunca en mis mejores sueños creí que una chica plus como yo podría conseguir más de diez o quince tipos conectados, pero en un mes ya tenía dos mil usuarios que pagaban por verme en lencería tres veces por semana. En dos meses había conseguido cinco mil dólares en mi cuenta, suficiente para vivir cómodamente unos cuantos meses, incluso conseguir un mejor departamento y los materiales necesarios para comenzar mis prácticas de enfermería. Entonces pensé que podría hacer esto durante mucho tiempo y mejorar mi vida hasta tener mi título. Así es cómo me encuentro hoy, seis meses después, en mi nuevo departamento, maquillada y punto de comenzar el vivo. Me puse la bata de seda negra sobre la lencería, el antifaz y di play en la computadora. Inmediatamente cientos de nombres se volvieron de color verde, indicando que se encontraban conectados y viéndome. Eran unos ansiosos. Sonreí a la cámara seductoramente y decenas de corazones aparecieron flotando, además de las monedas que iban subiendo rápidamente. Me alejé un poco para que me vieran completa y más corazones salieron. -Hoy compré algo especial para ustedes –dije con voz suave y sensual. –Un regalito que debo desenvolver. Levanté el cinturón de mi bata y lo moví un poco deshaciendo un poco el moño. -¿Quieren verlo? –pregunté. Las respuestas comenzaron a llover y me acerqué un poco para leerlas. “Si nena, muéstranos”, “Me muero por desenvolver ese regalo”, “Te quitaría esa bata a mordidas preciosa” fueron algunas de de las que vi por arriba.   Las ganancias se dispararon y me volví a alejar para que me vieran. Solté la moña de la bata pero la mantuve cerrada. Me di vuelta mostrando la espalda a la cámara y bajé la bata hasta debajo de mis hombros. Giré la cabeza y sonreí. -¿Quieren ver más? –pregunté. Otra vez las respuestas explotaron y seguí bajando la bata hasta debajo de mi trasero, pero sin girarme. Me agaché para recoger la prenda y entonces me di vuelta mientras tiraba la bata sobre la cama mostrando el atuendo completo.  Bastante cansada me levanté y preparé para comenzar el día. En un par de horas tenía prácticas en el hospital y, aunque comencé hace un par de meses, hoy nos incorporaríamos en las áreas que elegimos especializarnos. En mi caso pedí el área de pediatría, específicamente internación. Me encantaba trabajar con niños, eran pacientes “mágicos”. Así los denominé. Me impresionaba su capacidad de mejorar en poco tiempo y cómo la imaginación influía en ellos. Me quedaba media hora para llegar a tiempo, así que me vestí, tomé mi bolso y salí corriendo.  Por suerte, con las ganancias de Sugar Girls pude comprarme un auto para manejarme por la ciudad y reducir los tiempos de viaje. En quince minutos llegué al hospital y volé hacia los vestidores. Debía estar en la sala de conferencias del piso de pediatría en pocos minutos. Llegué y saludé a algunas compañeras que ya estaban cambiándose. Abrí mi casillero y cambié por una bata celeste con dibujitos de osos y pantalones del mismo color. Otra cosa que amaba de pediatría, es poder elegir uniformes con diseños hermosos. Mis compañeras llevaban el mismo color pero con dibujos diferentes. Algunas tenían patitos, otras arcoíris, incluso una llevaba perritos. A los niños les encantaba. Tomé mi estetoscopio rosa, mi libreta, lapicera, un pequeño osito que coloqué en el bolsillo superior y algunos caramelos de menta sin azúcar. Los comía durante el turno ya que me gustaba tener la boca fresca. Salimos juntas de los vestidores y nos dirigimos al segundo piso donde estaba el área de internación pediátrica. -¿Están nerviosas? –pregunto Loli. Era una de las más charlatanas del grupo y se ponía muy ansiosa con todo. -Algo –contestamos la mayoría. -Dijeron que iba a estar el jefe de piso en la reunión. Espero que no sea un ogro como el de emergencias. Asentí en acuerdo. El jefe de emergencia era un viejo mal humorado que nos hizo la vida imposible desde el primer día. Odiaba a los practicantes y nos dejó muy claro que no nos quería allí. Así que las tareas más desagradables fueron para nosotras, durante diez días estuvimos en ese infierno y en temporada de gripe. Jamás quiero volver a repetir esa experiencia. Llegamos a la sala de conferencia y Loli golpeó la puerta. -Adelante –contestaron. Entramos y saludamos a la encargada. Ella era la jefa de enfermeras y quién nos supervisaría los cuatro meses de práctica. Además del jefe de pediatría por supuesto. -Primero que nada me presento, mi nombre es Graciela Lombardo y soy la jefa de enfermeras. Seré su supervisora y guía en las prácticas. Todos los lunes, minutos antes de comenzar el turno, nos reuniremos aquí para discutir en qué parte estarán. Eso quiere decir que todas deberán rotar, no quiero ninguna queja acerca de las rotaciones. En este trabajo verán absolutamente de todo y deben estar preparadas para ello. ¿Entienden? Todas asentimos. -Muy bien, el jefe vendrá en unos minutos, por lo que vamos a proceder de la siguiente manera –dijo y abrió una carpeta. –Las nombraré, levantarán la mano para poder identificarlas y entonces les diré que área les tocará esta semana. Comenzó a nombrarnos una a una. Como somos diez nos toca la rotación con una compañera por suerte, empezar sola en un ambiente donde no conoces a nadie puede ser muy difícil. -¿Arielle Blanco? –preguntó Graciela y levanté mi mano. Ella asintió y miró en su carpeta. -Te toca oncología esta semana. -Muy bien –respondí emocionada. Ya quería comenzar el turno, moría por atender a los niños, interactuar con ellos y ayudarlos a mejorar aunque sea con solo una sonrisa. Miré a mi compañera de rotación, Bianca y le guiñé sonriendo. Bianca era una chica muy tímida pero amable, le costaba integrarse vocalmente al grupo, pero si le preguntabas algo o le hablabas contestaba sin problemas, aunque con voz suave y baja. Creo que trabajaremos muy bien juntas. La puerta de la sala se abrió y entró un dios nórdico por la puerta, o eso pensé al ver al hombre frente a nosotras. -Madre mía –susurró Loli diciendo lo que a todas nos pasó por la mente. ¿Dónde hicieron esa máquina de seducción? Por dios, seguramente no era de este planeta. Todas nos quedamos embobadas admirando al tipo, nos faltaba el balde bajo la boca solamente. Pero es que era imposible no quedar boba. Alto, con algunos músculos que podían verse bajo la bata, mandíbula cuadrada y afeitada, cabello negro con algunas canas en los costados que no le restaban atractivo y ojos negros que fundían a cualquier mujer que los mirara. -Buenos días –saludó y juro que mis bragas se derritieron al oír su voz grave. “Qué bueno está” pensé. -Buenos días –repitió un poco más fuerte haciéndonos reaccionar. -Buenos días –respondimos todas. Él caminó hasta la cabecera de la mesa y se sentó soltando una carpeta. -Mi nombre es David Moreno, soy el jefe de pediatría y su jefe –dejó muy claro –Quiero que entiendan dos cosas señoras, esta es mi casa y aquí se cumplen mis reglas. Si las siguen no habrá problemas. Soy muy exigente con cada persona que trabaja en este piso, pediatría no es un lugar donde cometer fallos. Espero excelencia de ustedes ¿soy claro? –preguntó. -Si –contestamos. -Muy bien, supongo que ya saben sus áreas así que comenzarán ahora. ¿Quiénes tienen oncología? –preguntó. Levanté mi mano junto con Bianca y él asintió. -Ustedes vendrán conmigo. Se levantó y todas lo seguimos. Supongo que esa fue su presentación. La verdad esperaba algo más cálido considerando que trabaja con niños todo el tiempo. Las chicas se separaron fuera de la sala de conferencias y con Bianca seguimos a David que nos llevó por algunos pasillos hasta llegar a oncología. Al abrir las puertas el ambiente cambió totalmente. Había pacientes en sillas de rueda reunidos en una pequeña sala mirando televisión, leyendo o jugando. Otros en sus habitaciones observando al personal o durmiendo. David se detuvo así que nosotras también lo hicimos. Se dio vuelta señalando todo. -Ésta es mi área. Si bien soy el jefe del piso, mi especialidad es la oncología, así que estoy al tanto de todo lo que pasa aquí. Le presto especial atención a este lugar ¿Entienden? –Asentimos - Además atiendo a un par de pacientes aquí que me pidieron como médico principal. Me van a ver seguido y como dije antes, espero excelencia de ustedes. –Se giro nuevamente y siguió caminando mientras hablaba. -Comenzarán con mi primer paciente. Niño de ocho años con leucemia mieloide aguda, lleva aquí un mes y es un paciente especial para mí. Se encargarán de él con el mayor cuidado posible. Controlarán sus signos cada dos horas, tomarán muestras de sangre cada vez que sea necesario y también verificar que tome su medicación, es algo quisquilloso. Deben asegurarse que trague las pastillas. La última enfermera a cargo no verificó eso y el niño pasó una semana sin el medicamento. Comenzó a empeorar de golpe y casi lo perdemos. La enfermera está en el paro y dudo que vuelva a trabajar con niños.  Con Bianca nos miramos abriendo los ojos. Mejor me aseguraba de no cometer ningún error durante esta semana. No quiero terminar como esa enfermera. Que un jefe de piso te eché no es bueno para tu currículum. Nos detuvimos ante una puerta con un cartel que decía “paciente estrella” con dibujos. -¿Están listas? –preguntó el señor Moreno. -Si –dijimos ambas. -Empecemos su semana entonces. 

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