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Lobo lobo...¿Estás ahí?.

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Blurb

No había lugar donde esconderme, traté de huir de él, de su crueldad y de sus malos hábitos,  de su arrogancia y de ese rostro tan perfecto y aterrador, quería odiarlo, pero nada funcionaba, yo era su Alfa, su pareja, estaba destinada a estar con él, y eso nunca iba a cambiar, ese despiadado lobo, jamás iba a dejarme, así que tenía que estar lista para él, para este feroz sentimiento dentro de mi, pues solo había un modo de ganar en este juego.

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Capítulo 1.- Te reclamo como mía.
©Jazmin Flores. 2022 Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito del autor. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual. ■■■■■■■■■ «Jugaremos en el bosque, mientras que el lobo no está, por que si el lobo aparece a todos nos comerá, lobo lobo ¿Estas ahí?...» —¿Recuerdas cuando jugábamos eso?. Miré a Elois y sonreí. —Si. —Esos niños no saben… —Nosotras tampoco sabíamos en ese entonces. —Se acerca la época de apareamiento, ¿Te irás o… —Me quedaré —respondí con rapidez. —No querrás involucrarte con ellos, ¿O si?. —No, no es por eso, estoy cansada de escapar, además ya tengo veintidós, no hay vínculo con nadie. —Tienes razón, ya te hubiera encontrado de ser así, yo no tengo opción, tengo que quedarme para él. —¿Es tan malo?. Elois negó. —No, yo lo deseo, es… excitante, pero cuando se va, duele mucho, él no me quiere como compañera, solo me ve como un juguete sexual, ni siquiera le importan sus hijas. Mi vista viajó hasta las dos niñas que corrían en el jardín, eran las hijas de Elois y de aquel lobo. Desde niña los vi llegar, mi madre me ocultaba en un armario mientras que mi padre, un lobo de la colina, llegaba a verla, se encerraban en el cuarto por horas, y luego mi padre se iba sin siquiera saludarme, mi madre siempre me dijo que mi padre estaba muy ocupado, que por eso no pasaba tiempo conmigo. Había sido así desde siempre, los lobos llegaban, se apareaban y se iban, algunas mujeres eran llevadas al reino para vivir en las comunidades de los lobos, eran afortunadas hasta cierto punto, sólo unas cuantas daban a luz a varones y eran ellas quienes eran tratadas como de la alta sociedad. Estaba la zona blanca, donde no había lobos, ni a donde tampoco podían entrar, era dirigida por hombres, pero todas sabíamos que sólo era así por que el rey Licaon así se los permitía, como fuera, mi madre empezó a llevarme ahí desde los cinco años, siempre en las mismas fechas, así que dejé de ver a los lobos y también a mi padre, quedaron en el olvido para mi, solo eran un recuerdo, pero estaba cansada de viajar por dos días y quedarme encerrada por un mes entero, los lobos escogían a su pareja sexual sin importarles mucho si eran muy jóvenes, Elois fue escogida a los 14 años, mientras que mi madre fue escogida antes de cumplir los 17. Cuando mi madre murió, mi padre vino al entierro, fue la primera vez que lo vi realmente bien, se veía joven, no había envejecido ni un poco, era guapo y alto, solo me dedicó una mirada y se marchó, no volví a verlo más. —Morgan… Yo miré a Elois y alcé una ceja. —¿Qué harás esta noche?. —Nada. —Quédate a comer entonces. —Claro. Muchas mujeres de la comunidad envidiaban a Elois, pues había sido elegida por el general Sarlok, los lobos no eran sólo bestias fornicadoras, en realidad cuidaban el reino y todo lo que estuviera dentro de él, habia cosas muy tenebrosas ahí afuera, lobos de otros reinos por ejemplo, los oscuros, y los gigantes del bosque quienes se comían cualquier cosa que se moviera. Y aunque Elois no fue llevada al reino, el general siempre le traía regalos y muchas monedas de oro, tal vez en el fondo si la quería, solo que ella no le había dado ningún varón, tal vez por eso estaba un poco enojado con ella, para los lobos tener hijos varones era algo esencial, pues solo los varones descendientes de lobos, podían transformarse en esas enormes bestias. ▪️▪️▪️▪️▪️▪️▪️▪️▪︎▪︎ (En el reino Licaon) —Vamos Sirhan, siempre estas de mal humor en estas fechas. —Tengo otras cosas en que pensar. —Eres el rey, tienes que estar cuerdo, pero a la más mínima provocación te vuelves loco, y es por una sola razón. —Puedo coger cuando quiera y con quien quiera. —Encuentra a tu pareja, es la única que puede ayudarte a controlar esos impulsos, te lo he dicho por años. —No iré a las aldeas buscando de puerta en puerta a una aldeana, no quiero a una campesina en mi cama. —No dirás eso si la encuentras, créeme, la desearas incluso si esta llena de fango y estiércol. —No necesito pareja, he estado solo toda mi vida. —Quinientos años han sido suficientes, ¿No crees?. —Ya la busqué Sarlok, la busqué toda una década y ella no está, no existe, tal vez pasen cien o doscientos años más, hasta que se le de su maldita gana de aparecer. —Tu padre te hubiera mandado a todas las aldeas a buscarla… Sirhan golpeó la mesa con fuerza y gruñó. —Mi padre no está aquí. Sarlok solo rodó los ojos. —Esto te lo digo como amigo, y no como tu general, trata de mantener la calma o perderás la cabeza. Sirhan respiró hondo y relajó los hombros, él sabía que se ponía insoportable, no sabía por qué, simplemente estaba irritado, cansado, todo su cuerpo dolía, tenía ganas de salir y matar a alguien, se sentía deprimido y a la vez ansioso, odiaba las fechas de apareamiento tanto y no deseaba otra cosa, más que, que terminara el mes y poder continuar con su vida. —Iré a ver a mi mujer, si quieres venir, eres bienvenido. —No necesito tu maldito permiso, soy el rey. —Lo sé majestad— dijo Sarlok e hizo una reverencia, estaba por salir de aquel lugar cuando escuchó unos pasos detrás de él. —Iré, avísales a todos— Dijo Sirhan, el grandioso Rey Licaon, uno de los más importantes y temidos. —Si señor— dijo Sarlok y sonrió con discreción. Mientras tanto en una casa en las afueras del reino había dos mujeres que reían a todo pulmón. —Tía Morgan podemos vestirte. —¿Vestirme?—Preguntó Morgan, una chica joven y carismática. —Es verdad, compré unos vestidos hermosos, y compré uno para ti— dijo la otra mujer con emoción. —No debiste. —Claro que si, espérame. Elois, la mejor amiga de Morgan, llegó con un vestido blanco y se lo mostró. —Es bellísimo, debió de costar una fortuna. —Puedes usarlo en el baile del sábado—Dijo Elois. —Póntelo tía. Morgan sonrió y asintió, fue a vestirse, se quitó el vestido viejo café que usaba y se puso aquel vestido blanco, le quedaba a la perfección, salió del cuarto y dos niñas aplaudieron emocionadas. —Se te ve muy bien. —Gracias Elois— dijo Morgan, la chica alegre que siempre trataba de verle el lado positivo a la vida, aunque todo a su alrededor se derrumbara. —¡Ahora vamos a peinarte! —exclamaron las dos pequeñas mientras traían flores del jardín. Morgan se dejó manipular, aquellas niñas adornaron su cabello con flores y le recogieron el pelo en una coleta desalineada, estaban divirtiéndose cuando se escucharon unas campanadas no muy lejos de aquella humilde casa. Morgan miró a Elois y ella abrió los ojos un poco sorprendida. —¿Están aquí?—preguntó ella muy asustada, Morgan no había visto a los lobos en años y la sola idea de volver a ver esos ojos azules brillantes que ellos poseían, le aterraba. —No puede ser, aún falta una semana —respondió Elois mientras se asomaba a su ventana. —Mamá tengo miedo— dijo una de las hijas de Elois. —Tranquilas niñas no pasa nada— Las calmó su madre.—Morgan ¿puedes llevarlas contigo?, le diré a Sarlok que las cuide, él no dejará que nadie las toque. La puerta de la entrada se abrió de golpe y Morgan sintió que el aire se le fue por completo, un hombre alto y fornido entró, miró todo a su alrededor y se detuvo en Elois. —Mi señor no lo esperaba— dijo Elois muy avergonzada. Sarlok miró a Morgan y luego miró a sus hijas. —Despide a tus invitados — dijo con su voz gruesa y masculina. —Si, si claro, pero señor, podría cuidarlas, las niñas son muy jóvenes— dijo Elois muy angustiada. Sarlok asintió y salió de la casa, Morgan miró a Elois y ella asintió, —Ve a casa Morgan. Morgan asintió y tomó a las niñas de las manos, salió de la casa y se quedó boquiabierta al ver a tantos lobos ahí afuera, cuando tomaban su forma de animal eran aterradores, siempre enojados mostrando sus colmillos, había unos hombres ahí junto a unas camionetas negras, Morgan veía todo con atención hasta que un hombre bajó de una de aquellas camionetas. Sintió que su pecho se comprimía y que la respiración se le iba. ¿Quién era él?. Aquel hombre alzó el rostro al cielo y negó. Era alto de cabellera negra y de piel blanca, vestía sólo una camisa azul y unos pantalones negros, tenía unos músculos que daban miedo y por alguna razón los lobos que estaban a su alrededor tenían la vista fija en el suelo, como si tuvieran miedo de él. —Vamos niñas — dijo Morgan y apresuró las cosas, no quería estar ahí, algo le decía que tenía que irse ya. —¡Cuiden al rey!—Gritó alguien. «¿El rey?». Morgan se giró para verlo una vez más y se arrepintió casi de inmediato, ese hombre la veía sin parpadear, sus ojos brillaban de un modo diabólico, apresuró el paso y llegó a su casa con dos niñas asustadas frente a ella. —¿Tía quienes son ellos?. —Nadie cariño, vayan a la cama, yo estaré aquí— ordenó Morgan y las empujó a la habitación. —¿Y mamá?. —Ella está bien, vayan a la cama ahora. Las dos niñas fueron obedientes y se fueron a la cama, de pronto la puerta se abrió y Morgan pegó un salto, se sujetó el pecho al ver al hombre que entró y automáticamente retrocedió. Se asustó aún más cuando tres lobos entraron y olfatearon todo a su paso. —No puede estar aquí — dijo Morgan armándose de valor. Aquel hombre sonrió mientras la veía, se acercó a ella con lentitud e inhaló hondo. —Yo puedo estar donde quiera— respondió él con voz fuerte y firme. —Esta es mi casa, no pueden entrar así, no me importa quienes sean ustedes— refutó Morgan presa del pánico. —Respeta a tu rey niña— dijo un hombre que estaba parado en la entrada mirándola fijamente. —Está bien Ahmed, ella tiene razón, está es su casa, ya nos vamos— dijo aquel hombre mientras la veía a detalle. Morgan lo miró estirar la mano y tragó saliva, ¿él quería estrechar su mano?, el mismo rey.—Que le vaya bien — dijo ella manteniendo sus manos lejos de la de él. —Al rey no se le niega un saludo — dijo el hombre que estaba en la entrada, uno de los lobos se acercó a Morgan y le gruñó en modo de advertencia, Morgan estaba aterrada, miró de nuevo la mano estirada de aquel hombre y no le quedó más que estrechar su mano. Sintió una corriente eléctrica por todo el cuerpo y una ola de calor la invadió, sintió que los bellos de su cuerpo se erizaron y alejó su mano con rapidez. —¿Qué edad tienes?—preguntó el rey mientras se acercaba más a ella invadiendo su espacio personal. —V-veintidós... —¿Eres virgen?. Morgan abrió los ojos. —Eso es algo que no le impo… El lobo a lado de Morgan gruñó y dio un paso, haciendo que ella temblara, sabía que los lobos mataban personas solo por gusto. —Si lo soy— respondió al fin. —Mi nombre es Sirhan, soy el rey Licaon, tú rey, y esta noche, te reclamo como mía— dijo él y dio media vuelta para salir de aquella casa. Morgan solo lo miró y gritó cuando dos sujetos la sujetaron de los brazos, fue sacada de su casa a la fuerza y subida a una camioneta negra*, ella estaba dando pelea cuando de pronto sintió un fuerte pinchazo en el cuello y todo se puso oscuro.

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