Evan
Suelto un hondo suspiro aferrándome a las sábanas con fuerza, disfrutando de la suavidad, del aroma que desprenden y se cuela por mis fosas nasales.
Ese olor; su olor, me hace esbozar una sonrisa.
Los recuerdos del día anterior se aglutinan en mi mente unos sobre otros, hinchando mi corazón a tal punto que es imposible negarlo: estoy indeciblemente feliz.
Estiro mi brazo con los ojos cerrados aún, palpando la superficie del mullido colchón en busca de mi razón de ser; del eje de mi mundo, de la causante de mi felicidad.
Frunzo el ceño al notar que el espacio está vacío.
Ella no está.
—¿Leilah? —mi voz pastosa por el sueño me recuerda que tenía bastante sin dormir tan bien. Finalmente pude dormir en paz la pasada noche.
El quieto silencio me despabila un poco y me conmina a pen
