Siempre pensé que saber todo sobre sexo, alcohol y mujeres eran mis más grandes armas. Era un maldito arrogante, un cabrón despreciable sin sentimientos ni remordimientos. Para mí, era imposible caer en las redes del amor, aquel amor que me aterraba, pues no estaba dispuesto a depender emocionalmente de nadie más que no fuese yo mismo. Pero Alice derrumbó mis muros desde los cimientos, como negar eso… Entonces me comporté como un estúpido, a pesar de querer meterla en mi cama y abrazarla, cada palabra saliendo de mi boca eran como golpes invisibles lacerando su magullado cuerpo y su débil corazón. Ella era todo para mí, lo más real que he tenido en toda mi vida y no deseo seguir arrastrándola conmigo. — Es bueno saber que estas recuperada –le dije en tono frío, evitando prolongar más e

