El filo de mi espada acaricia el cuello de mi oponente y él se queda quieto sobre su sitio, rogando con la mirada qué no termine con él. Sonrió, satisfecho del miedo en sus ojos y apartó mi espada cuando todo el mundo comienza a aplaudir y gritar mi nombre. Alzó mi espada, orgulloso mientras los que me admiran celebran mi fuerza y los que me temen tiemblan ante mi. Paso la vista por el público que ha observado mi graduación, la cual no solo es una última pelea para demostrar que valgo lo que el reino ha invertido en mi, sino también una advertencia para quien se atreva a enfrentarme. En ese último vistazo, veo a Amelie a la distancia, quien me dedica una sutil sonrisa melancólica y por supuesto, ese gesto me desconcierta porque de entre toda gente que grita mi nombre y desea felicitarme,

