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POR TÚ BIEN, NO TE ENAMORES DE UN MAFIOSO

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Blurb

La vida en la mafia no es tan buena como parece, no todo es lujo, no todo es diversión.

Luciano Morello es un joven mafioso que arrastra un cascarón vacío, ha perdido toda emoción, al menos es lo que él cree. Obligado a aprender el oficio de un mafioso y criado para ser el sucesor de su padre: Salvatore Morello, un hombre despiadado y sin corazón, que quizá solo una vez amo a alguien, y ese alguien sin duda no era él.

Su madre murió cuando era niño, se ha criado rodeado de situaciones horribles, que para él; ya no significan nada.

Luciano puede tener a cualquier mujer: si la desea. Al menos es lo que él piensa.

Jessie Lawrence es una periodista dedicada a su empleo, cuando sus caminos se cruzan, ella lo rechazara de lleno. Aunque Luciano haga lo que haga por llamar su atención, Jessie no demuestra interés en el joven mafioso.

Todo esto puede cambiar, Zoe Johnson es de cierto modo parecida a Jessie, pero será mucho más fácil ganarse su corazón.

El único problema: Jessie lo conoce, lo rechaza, y lo juzga por su profesión, por otro lado Zoe es inocente acerca de sus métodos para ganarse la vida.

Dividido en dos amores, se verá obligado a decidir.

¿Se habrá erradicado su obsesión hacía Jessie? ¿Que pasará cuando Zoe descubra la verdad? ¿Encontrará al fin lo que falta en su vida para ser feliz?

*Todos los derechos reservados*

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Capítulo 1 - Historia de un mafioso, secuestro.
Para entender una historia debes entender a su protagonista, incluso a sus demonios. Hoy estoy de humor para contarte una historia, mi historia. Empecemos por el inició, lo sé, suena hilarante. Desde que era niño recuerdo a una hermosa mujer de bellos ojos grises, tan legibles como su propio rostro, esa mujer era mi madre: Fiorella Riina. Éramos dos, y tampoco necesitaba a nadie más para ser feliz, mi padre era una sombra en casa, una de esas que te asustan por las noches. Un día mi madre simplemente se fue, y no, no se había ido de la ciudad o del país. Ella había muerto. Ese día la sombra tomo un rostro y fue conmigo a su entierro. Tiempo después dejo de aparecer, la hermosa mansión que antes rebosaba de alegría se volvió tenue, deprimente. Mi casa se llenó de empleadas de servicio, él desde la oscuridad las había enviado para cuidar de mí, supe que se casó nuevamente, y yo creí que amaba a mi madre, quizá esa sombra tenebrosa que me asustaba se la habría llevado. Cumplidos catorce años volví a ver su rostro, cinco años después, y no apareció porque me amará y quisiera ver a su hijo, irónico. Él venía a mi porque necesitaba un sucesor para su imperio, era el momento para entrenarme. Me obligaron a ver violaciones, me obligaron a presenciar como una persona perdía la vida si se le tortura hasta la muerte, me enseñaron que no debía temer el acabar con una vida, porque yo sería el amo de todo esto. Y me lo creí, quería tener un padre, quería que él me amará y me dijera que estaba orgulloso de mí. Poco a poco los sentimientos se desvanecieron, no habían emociones, era un simple cascarón sin vida, dentro no había nada. Tomaba lo que quería y a quien quería, nadie podía decirme que no, crecí en ese mundo siendo el hijo del mafioso más grande, asesine a personas mirándolas a los ojos, sabiendo que eran inocentes, pero todos saben que no debes meterte con un mafioso, sino el pago será lo que más quieras. Nunca me importaron las súplicas, nunca me interese por las demás personas, hasta el día que conocí a mi hermano, primero pensé que era un bromista, lo insulte y amenace, pero él se burló y alegó que tenía las pruebas suficientes para demostrarlo. Decidí darle el beneficio de la duda, lo cité en uno de mis sitios favoritos para secuestro, si era mi hermano saldría vivo, seguramente, pero si era un farsante me encargaría de matarlo lentamente hasta que me rogara que acabe con su vida. Recuerdo haberle pedido a mis hombres que estuvieran por todos lados, nunca se sabe, también podía ser alguna banda enemiga queriendo acabar con mi vida, mis hombres lo requisaron y amordazaron, cuando uno de mis hombres abrío el maletín que traía, constató que solo tenía dentro documentos y fotografías. Sus pertenencias estaban sobre mí escritorio, revise todo, hasta ver una foto de esa mujer, ya no la recordaba muy bien, saque aquella única fotografía que había podido conservar de ella, la miré y también miré las que él traía consigo, era ella, mi madre, y yo tenía un hermano. Un hermano mayor que me necesitaba. Me embarque en un viaje, por ese hermano que apenas conocía y no me arrepiento. En aquella fábrica abandonada conocí a una chica que me deslumbró tan solo con verla. Quise presentarme, pero ella solo respondió: — Si, se quién eres Luciano Morello. — me dio un vuelco al corazón. Ella sabía de mí, pero yo no sabía nada de ella, quise preguntarle, pero cada vez que lo intente me mandó por un caño. Mi hermano Franco me explico que Jessie era periodista, y que tenía un sentido de la justicia muy fuerte. Por lo que yo para ella no era más que un vil mafioso. Y ha decir verdad, Jessie tenía razón. Me enfoque en la misión, pero cada vez que la veía aunque no quisiera, de mi boca salían estupideces sin ser procesadas, y nuevamente ante ella era un idiota, me sentía frustrado. — Como es posible... — me repetía a mí mismo. — puedo darle todo, todo lo que desee y aún así, no quiere estar conmigo. Mis hombres eran leales a mí, cuando volvimos de París decidí investigar a Jessie, incluso fui con mi hermano a su lugar de trabajo, donde también me mandó por un caño. Enfurecido tome una decisión, al menos en ese momento mi hermano había averiguado lo que quería, pero cada vez que pensaba mal de Jessie ella se reivindicaba, quería estar en la vida de mi sobrina Tania, yo estaba feliz de que así fuera, hasta que apareció Zoe en aquel entierro. Yo había cometido ya un acto de total impulsividad, se los contaré, no que yo no pudiera hacerlo, porque en realidad en ese momento Zoe me pareció una linda chica para una amistad, quise reconfortarla, porque yo sabía muy bien lo que se sentía la soledad. Pero a Jessie... La secuestre, por un par de horas, quizá. Jessie por fin estaba ante mí, en unos de mis lugares favoritos para un secuestro. Se encontraba amordazada, sus manos y pies amarrados a una silla. — Debo decir, Jessie. — le di una calada a mi cigarrillo, Jessie me miró furiosa. — que es un placer tenerte aquí, en uno de mis lugares favoritos. — dije expulsando el humo de mis pulmones. Ella se revolvió en su asiento con sus ojos llenos de furia, la miré expectante, sonreí. — Mírate, tan accesible. — le regale una sonrisa socarrona. — ¿Sabes que odio, Jessie? — me fusiló con la mirada, reí y le di una nueva calada a mi cigarrillo. — no pareces tan insolente desde ahí. — la señale. — sabes qué... No es divertido que hable solamente yo, ¡Quitenle eso! ¡Rápido! — les grite a mis hombres, rápidamente se apresuraron a quitar el pañuelo que tapaba su boca y se amarraba a la parte trasera de su cabeza. — ¡Imbécil! ¡Imbéciles! ¡No saben con quién se están metiendo! — no tardó en gritar una vez le retiraron la mordaza, reí. Fumando nuevamente mi cigarrillo me deleitaba con su voz, aunque tan solo estuviera gritando insultos. — Haré que se pudran en la cárcel. — amenazó. Reí nuevamente en lo que dejaba escapar el humo de mis pulmones. — ¿De verdad te piensas desgastar así, querida? La policía... Ellos reciben su paga cada mes y no interfieren en mis asuntos. — el ceño de Jessie de frunció levemente. Giró su rostro hacía un costado, rendida. — No, ya veo. — susurro ella. — ¿Qué quieres hacer conmigo? — me acerque, tire mi cigarrillo y lo pisotee para apagarlo, seguidamente me arrodille frente a ella y con mis dedos tome su fina barbilla. — Que fácil sería tomarte ahora mismo, como lo he deseado. — comente sin dejar de verla. — Pero eso me restaría puntos... ¿Verdad, preciosa? — pregunte enarcando una ceja. — ¡No tienes ningún maldito punto! — gritó ella, enfurecida. Al parecer aún no perdía su aplomo. — Entonces no tengo nada que perder. — sentencie con una sonrisa torcida. Sus ojos se abrieron como platos. Le sonreí, antes de alejarme nuevamente acaricie en un gesto tierno su mentón. Sentado sobre mi escritorio la miré fijamente, ¿Qué era lo que tenía que me obsesionaba? ¿Acaso yo era de esos que no soportaba el rechazo? ¡Claro que lo era! Esta mujer atentaba contra mi ego, lo pisoteaba cada vez que le daba la oportunidad, ser divertido no funcionó, tampoco en la fábrica abandonada el ser protector, recuerdo que intente animarla y solamente me empujó y me dijo que la dejase en paz. — Luciano... ¿Qué quieres de mí? — la miré posando mi mano en mi barbilla, de manera pensativa. — Buen punto, Jessie. Pero, no tengo una respuesta en específico... Lo cierto es que sí, te deseo, ¿Y que hombre no te desearía? No es una razón sustancial para un secuestro... ¿Tú me creerías si te dijera que te secuestre por qué te deseo? — ella soltó un leve suspiro, sus ojos cansados me miraron, expectantes. — entonces estamos de acuerdo, no es del todo calificado para ser la razón que me llevo a secuestrarte, quizá sea la forma en que me miras. — sus ojos se abrieron por la sorpresa, se deshizo del gesto de inmediato volviendo a su tradicional cara de póquer. — Es exactamente esa mirada querida, esa mirada de odio, rechazo y desprecio. ¡Simplemente me vuelve loco! ¡Quiero saber qué pasa por tu mente! — Jessie me fusiló con la mirada. — Estás demente musitó. — sonreí. Tome una silla y la puse con el respaldo frente a ella, me senté descansando mis brazos en dicho respaldo, la miré aún sonriente. — Debo estar demente, querida Jessie, si no lo estuviera no serviría para nada en este negocio. Se necesita perder la cordura para encajar aquí. ¿Acaso crees que una persona en sus cinco sentidos pueda asesinar a un inocente mirándole a los ojos? — Jessie levantó su mirada a mí, clavando sus ojos en los míos. — ¡Monstruo! — grito, acto seguido me escupió la cara. ¡Qué valor tenía! ¡Pero que osadía! Solté una carcajada, colérico me levanté de mi asiento y con una fuerte patada lo aventé lejos, Jessie parecía reaccionar, presa del pánico dejo escapar un par de lágrimas. Pase mi brazo por mi cara para limpiar la saliva de mi cara con la manga de mi camisa. — Uso ropa de diseñador, Jessie. Y mira lo que me hiciste hacer. — le reproche con un deje de molestia en mi voz. Ella giró su rostro para evitar mirarme. Me puse en cuclillas frente a ella, agarre su rostro con fuerza y me acerque a ella. Mi nariz rozando la suya. Escuchaba su respiración entrecortada, y sus ojos intentaban huir de los míos. — mírame. — le ordené con voz firme, ella lo hizo. — ¿Cómo vas a pagar por esto? — ella tartamudeo palabras inentendibles. — No, no digas nada, se perfectamente como... — entonces acerque mi boca a la suya, y la bese de la forma más tierna que pude, necesitaba que sintiera que quizá sí era un monstruo, pero este monstruo moría por su amor. Tardó en responder a mi beso, pudo haberme mordido o quién sabe, con lo agresiva que era hasta darme un golpe con su cabeza, pero no lo hizo, sus ojos al igual que los míos se cerraron y se saborearon en un tierno beso que continuo volviéndose apasionado, ella estaba en desventaja, y la respeté, pose ambas manos en cada lado de su rostro, me retiré suavemente de ella, satisfecho, victorioso. — pagaste tú deuda. — ella me miraba estupefacta, como si el besarme no hubiera estado en sus planes, y estaba seguro de que no, porque su cara lo decía todo. — escupeme cuando quieras... Aunque si hay mejores lugares donde quisiera tener tu saliva. — dije divertido. Ella parecía avergonzada y arrepentida. — Yo... No... No quería. — musitó. — Muy en el fondo de ti, lo querías tanto como yo. Ahora Jessie, ordenaré a mis hombres que te suelten, pero si alguien se entera de este lugar... Oh espera. — me acerque nuevamente a ella. — eres periodista, ustedes son tramposos... O más bien ingeniosos, tú lo eres. — sonreí extendiendo mi mano y metiéndola entre su escote, justo entre sus pechos. — ¿Que haces, idiota? ¡Saca tu mano de ahí! — grito poniéndose roja, quizá por la ira o quizá por vergüenza. — No. — respondí secamente, sentí un pequeño botoncito dentro de su blusa, lo desprendí de su blusa y lo acerque a mí ante la mirada de decepción de ella. — lo ves, se que siempre estás preparada... Yo tambien lo estoy, te estuve investigando días antes de traerte aquí. — levanté mi mano con el pequeño micrófono entre mis dedos, mirándolo a contra luz. — vas a decirle a mis hombres a donde envía las grabaciones está pequeña cosita, que por cierto, es un aparato interesante. — ella suspiró molesta. — ¿Acaso quieres quedarte a vivir aquí? Si es por mí no me opongo, pero supongo que valoras tu libertad. — dije sonriente. — En mi celular, hay una carpeta, tiene un número en específico... — dijo reacia a contestar. — ¿Cuál? — pregunte enarcando una ceja. — Dice MI35 Es el número del micrófono. — suspiro. Le hice una seña a mis hombres, uno de ellos se apresuró a buscar sus pertenencias en mi escritorio, ahí estaba su celular. — la clave es 1104 — levanté una ceja interrogante. — no es de tu incumbencia, solo has lo que vas a hacer y ya... — me gire sonriente. — Borra todo, y procura que en su nube no quede nada, y luego mete a la trituradora el celular, también el micrófono y lo que veas extraño en su bolso. — el hombre asintió, tomo el micrófono que le extendía y marchó directo a la trituradora a la cual le había agarrado tanto cariño. — ¿Qué? Pero es mi teléfono, no puedes hacerme eso. — sonreí arrogante. — Claro que puedo, te enviare uno nuevo a tu casa, no te preocupes. — ella apretaba los puños tanto que sus nudillos se tornaron blancos. — Puedo comprarme un maldito teléfono, pero me gustaba ese. — respondió entre dientes con su mandíbula apretada. — me encogí de hombros. — Así es la vida, no todo lo que nos gusta puede ser de nosotros... ¿Irónico no? Por cualquier motivo. — ella enarco una ceja. Sí, Jessie, me refería a nosotros. El hombre volvió con el bolso de Jessie, le ordené que la llevarán a su casa con una capucha, que se asegurarán de que no los grabará ninguna cámara en el edificio, que fuesen cuidadosos en cuanto a las amenazas. Antes de irse le recordé a Jessie quién tenía la policía en su bolsillo y como no podían ayudarle.

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