Capítulo 2 - Secuestre a su gato.

2481 Words
Si, amigos, secuestre a su gato. Les explicaré, cuando libere a Jessie por más que la amenace que si iba a denunciarme me enteraría, ella lo hizo de igual forma. Tenía agallas, quizá por eso me gustaba, pero el señor Motas había tenido que pagar por su osadía. Era dócil, no como su dueña, dejaba que lo acariciara, además le había comprado varios paquetes de postre para gatos, así que suponía habíamos establecido un vínculo. — Hey, señor Motas, deberías enseñarle a tu ama a ser más como tú, ella parece un gato montes. No sé como la soportas, seguro debe ser porque no tienes alternativa, sino, ¿Quién te dará de comer? — le dije mientras acariciaba su cabecita, y lo escuchaba ronronear. El señor Motas soltó un suave miau, y yo reí asimilando lo como una respuesta positiva. Mi celular vibro con un nuevo mensaje, era uno de tantos oficiales a mi servicio. Sonreí mientras leía el mensaje. “Señor, para informarle que una señorita llamada Jessie Lawrence está haciendo una denuncia a su nombre, afirma que usted secuestro a su gato, porque ella lo denunció anteriormente por secuestrarla a ella” Solté una sonora carcajada. — ¿Adivina qué, señor Motas? Tu dueña está denunciando tu secuestro. — reí en lo que el gato restregaba su cabecita en mi mano. — nunca le haría daño a un gato, amo los gatos... De hecho, tuve uno de niño... — sonreí perdiendo me en mis recuerdos. Miré al señor Motas que seguía ensañado con mi mano. — pero este trabajo exige mucho tiempo, y a menos que traiga a mis gatos conmigo, no podría darles la atención que requieren... — escuché que alguien carraspeaba detrás de mí, era Rogelio, uno de mis hombres de confianza. — Ah, eres tú Rogelio. — dije mirándolo de reojo. — Señor... ¿Acaso oí mal o está hablando con el gato? — me levanté con el señor Motas en brazos, mirando a mi hombre de confianza con un gesto frío y desafiante. — Si... ¿Tienes un problema con eso? — Rogelio negó con la cabeza rápidamente. — ¿Qué no sabías? — me miró con gesto interrogante. — Los gatos son muy receptivos, aunque no hablen el mismo idioma que nosotros, nos entienden, nos sienten. — me acerque a él a paso lento. Puse mi dedo índice en su frente. — guardatelo aquí, quién sabe, tal vez te haga falta un gato. — me aleje, me encogí de hombros restándole importancia. — Si señor, discúlpeme. — asentí con la cabeza y levanté una ceja interrogante. — Ahora, vas a decirme... ¿Qué es lo que querías? — él asintió nervioso. — Afuera hay una patrulla, por suerte son de los nuestros, pero la señorita Jessie está con ellos, exigen verlo. — sonreí, y asentí. — Dale ve, no los hagas esperar, llevo rato esperando que lleguen, el señor Motas y yo estamos ansiosos. — le hice una seña para que se marchará. — Si señor, voy inmediatamente. — se dio la vuelta rápidamente. — Ah, y, Rogelio. — se detuvo para girarse y mirarme. — cuando vuelvas traele algo de comer al señor Motas, se lo merece. — el hombre asintió y nuevamente se puso en marcha. La ví entrar a paso seguro, se dirigía hacia mí, seguida de dos oficiales. — ¡Oficiales! — dije fingiendo alegría. — ¿A qué debo la visita? Y con semejante belleza. — miré a Jessie que me fulminaba con la mirada. — Señor Morello, sabe que no nos gusta importunarlo, pero la señorita dice que usted secuestro a su gato... — dijo el oficial señalando discretamente a Jessie. — ¡Lo hizo! ¡Lo tiene ahí! ¿Que no lo ven en sus brazos? — les grito a ambos. — Señorita, le vamos a pedir que conserve la calma, para eso hemos venido con usted. — el hombre suspiro y me miró. — discúlpeme señor Morello, no quería venir a su mansión, pero entenderá... — asentí. — No se preocupe. — vi a Rogelio venir con un plato de atún y baje al señor Motas para que fuera a comer su bien merecido plato de atún. — ve señor Motas, te ganaste ese atún. — el gato corrió emocionado directamente al plato. Jessie se cruzó de brazos y me miró con un claro gesto molesto para luego seguir a su gato con la mirada. — Ese es mi gato, oficial. — le dijo al oficial Ramos, uno de los mejores para los trabajos sucios. Reí. — ¿Tiene algo para probar que ese gato es suyo? — Jessie lo miro sorprendida. Su ceño levemente fruncido indicaba que estaba a punto de estallar. — Tengo fotos con él... ¿Eso sirve? — el hombres suspiro, y levantó una ceja pidiéndole con un gesto de la mano que le mostrará. Ella desbloqueo su nuevo teléfono, lo mire sorprendido, era el teléfono que le había enviado, me alegraba que lo hubiera aceptado y lo estuviera usando, sonreí mientras que la veía usarlo, ella pareció notar que persistente mirada en ella y me devolvió la mirada. — No te creas que lo uso porque me importas, lo uso porque es un teléfono muy caro y no podría costearlo, así que tirarlo a la basura era un desperdició, además, ya lo lleve a que verificarán si no tenía algún chip o micrófono incorporado para espiarme. — solté una carcajada. — Baja las armas Jessie, sí, me hace feliz que lo uses, y para espiarte... Digamos que tengo mejores métodos. — ella volteo los ojos al cielo, para luego volver su atención al teléfono. Siguió pasando las fotografías hasta que pareció encontrar una. Se la enseño al oficial. — Aquí, miré, puede ver qué es el mismo gato. — señaló la fotografía, me acerqué mirando por encima del hombro del oficial. — Amm ¿Usted cree oficial que sea el mismo gato? No se, no le veo parecido. — miré al señor Motas que comía su atún desesperadamente. El oficial suspiro y miro a Jessie. — El señor Morello tiene razón, ¿No tiene algo más que pruebe que es suyo? — ella suspiró y negó con la cabeza. — ¿Y si me deja llamarlo? Seguro vendrá a mí... — miró al oficial con un gesto suplicante. — Señorita, el gato responderá a quien quiera que diga su nombre. — respondió el oficial rendido. — Pero es que su carnet de vacunas desapareció... — me miró enfurecida. — seguramente no desapareció, él debió haberselo llevado, también. — me señaló, la miré indignado, fingiendo inocencia. — Ay Jessie, si quieres a mi gato solo debes pedirlo. — Rode los ojos.— es una pérdida de tiempo tanto para mí, como para estos oficiales que vengas aquí con una denuncia afirmando que secuestre a tu gato. — suspiré. — ese gato. — señale al señor Motas. — vino a mí, yo solo le di un techo y comida... — Claro, como tú eres tan bueno. — dijo, sarcástica. — Exactamente, lo soy. — respondí con una sonrisa, ignorando su sarcasmo. — Devuélveme a mi gato. — dijo apretando los puños y dándome una mirada desafiante. — Bien, te llevarás al señor Motas, pero te advierto Jessie Lawrence, deja de meter las narices donde no debes. — me acerque más a ella con gesto serio, ella levantó su cara para verme, le llevaba por lo menos una cabeza de altura. — he sido muy bueno contigo, y de verdad, me estás tocando las narices... ¿Dos denuncias en una semana? ¿En serio? ¿Acaso no valoras un poco tu vida? — me acerque más a ella, desafiante e imponente. — No me asustas, además, estás cometiendo un error, me amenazas delante de la policía. — suspiré y solté una carcajada. — Si, Jessie, policía que trabaja para mí. ¿Acaso crees que de verdad están aquí para rescatar a tu gato? — Jessie se mordió el labio inferior, miró a los policías, indefensa, ellos solo se encogieron de hombros. — Todos ustedes, van a pagar. — sus ojos color miel me miraron fijamente, le sostuve la mirada, sabía que no podría aguantarme la mirada, rápidamente se desestabilizo y volteo su rostro en dirección contraria. Tome su rostro con mi mano derecha, obligándola a verme. — Nadie aquí va a pagar, y como por lo visto no valoras para nada tú vida... Quizá no sea el señor Motas quien tenga que pagar por ti. — su entrecejo se frunció levemente. — Sebastián Baker. — sus ojos se abrieron como platos al escuchar el nombre de su hermano. — ya veo, te suena el nombre ¿Verdad? El pobre hombre... Es tu hermano, ¿No? Lo recuerdo subiendo al avión, hice todas las averiguaciones, se que lo intentaste en un hospital psiquiátrico, no está pagando por lo que le hizo a mi cuñada. — chasquee la lengua. — no es justo... Pero si algo puedo hacer yo, es justicia... Me dijeron que te encanta la justicia ¿No es así? ¿Te gustaría si hago justicia? ¿Qué tal si asesinó a un psicópata? — Jessie apretaba la mandíbula, sintiéndose impotente. — tu hermano asesinó a una criatura que apenas estaba desarrollándose, y por consiguiente a Bett, causándole daño a mi hermano, a mi familia. Soy italiano, sabes... Me enseñaron que la familia tiene valor, bueno, al menos mi madre me lo enseñó. — me encogí de hombros recordando que para el bastardo italiano de mi padre, la familia no importaba. Ella soltó un suspiro dejándose ver vulnerable por primera vez, así que sí, ella tenía una debilidad, no era su gato, era el imbécil de su hermano. — No le hagas daño. — susurro. — ¿Qué? ¿Qué dijiste? Se me dificulta oír por encima del eco de tu orgullo... — dije divertido obligándola a repetir más fuerte. — Dije que no le hagas daño, es mi hermano. — sonreí satisfecho. Ella se soltó de mi agarre en un gesto brusco. — Entonces, Jessie querida... Yo no mato al psicópata... Pero tú dejaras de investigar a mi hermano, a su familia, yo estoy incluido, no quiero saber que me estás investigando, recuerda que tengo ojos en todas partes. — ella simplemente asintió. — también... Desiste de tu demanda en contra de Bett y Franco por la custodia de Tania. — su ceño fruncido demostraba que la idea no le gustaba para nada. — Dejaré de investigarlos, pero no puedo dejar que se queden con ella, es lo único que me acerca a mi hermano... — levanté ambas cejas y me encogí de hombros. — Así es la vida, si dejaras de pensar un poco en ti, te darías cuenta de que es lo justo, Bett y Franco perdieron un hijo a causa de tu hermano, pero tú quieres arrebatarles lo único que los mantiene en pie. — le di un toque en la nariz con mi dedo índice. — piensa un poco querida, decide... — Si no retiro mi petición en la corte... ¿Qué harás? — dijo al fin lo que en verdad quería preguntar. — Fácil, tu hermano morirá de forma natural, no lo haré yo. Será el Dios de allá arriba. — señale brevemente hacía arriba. — el se lo llevará, si es lo que prefieres pensar... Yo creería que más bien sería el de allá abajo. — dije divertido. — No puedes hacerlo... Yo... — dijo dubitativa, estaba entre la espada y la pared. — Claro que puedo, lo sabes... Fuí entrenado, y aunque ese trabajo no me corresponde a mí, será mi palabra la que de la orden, es como jugar al ajedrez, yo muevo las piezas del tablero, ellas matan al enemigo. — dije con un gesto arrogante en el rostro. Jessie me miró nerviosa, sabía cuánto deseaba tener a Tania, pero también sabía lo feliz que ella hacía a mi hermano y a su prometida Bett. — Entonces, retiro las demandas hacia ti, y la petición de la custodia de Tania... — asentí en acuerdo. — y tú me darás al señor Motas y dejaras en paz a mi hermano. — sonreí. — Si podría decirse que así es... Aunque a decir verdad, el señor Motas y yo nos hicimos buenos amigos... Y creo que tu amargura no le agrada, de hecho, tú no le agradas. — dije divertido, ella me fulminó con la mirada. — Lo haré, retiro las demandas y la petición, también las investigaciones... Pero dame al señor Motas y no te acerques a mi hermano... — sonreí mientras asentía. — Rogelio, trae al señor Motas. — le ordené a mi secuaz leal, él obediente trajo el gato regordete, y me lo entrego. — Señor Motas, fue un placer conocerte, te devuelvo a esta mujer amargada, recomiéndale un novio, seguro le hace falta sexo. — le dije al pobre gato que ahora volvía con su dueña. — No seas un idiota, no necesito un novio... — respondió ella recibiendo al gato. — Claro... Porque todos los dildos en tu mesita de noche te satisfacen igual que un pene de verdad. — dije irónico, sus mejillas se tornaron rojas de vergüenza, reí cayendo en cuenta que habían tres hombres más a parte de mí, presentes. — ¡Señores, nadie va a hablar de los dildos de Jessie! ¿Entendido? — les grite. Jessie parecía enrojecer cada vez más. — Entendido, señor. — dijeron todos en unísono. — Viste, tu secreto está a salvo con nosotros. Ahora vete antes de que me arrepienta y me quedé con el gato. — le hice un gesto con las manos indicándole que se marchará. — Ah, chicos... Busquen bien, esta mujer suele esconder micrófonos en los lugares más inesperados, lugares recónditos... ¿Verdad, Jessie? — le susurré. — No tengo micrófonos, imbécil, suponía que venir con la policía era suficiente, pero ya veo que no. — se giró molesta. — Oficiales, por favor, llevenla a casa, sana y salva. — ambos asintieron y siguieron a Jessie en su emprendida. — ¡Jessie! Por cierto... ¡Bett y Franco no se van a molestar si decides acercarte como tía a Tania! — le grité. Ella se detuvo por un instante para escucharme, una vez termine prosiguió con su camino. Me quedé ahí parado, viendo cómo se iba, con el señor Motas en brazos. — Señor. — escuché a Rogelio llamarme, di un salto asustado. Me gire fulminandolo con la mirada. — ¿Usted quiere que le consiga un gato? Es que se le vio muy triste al entregarlo... — ¡Cállate, Rogelio! No te pago para que andes viendo cómo me comportó, tampoco quiero un gato si yo no lo voy a cuidar. — dije cruzandome de brazos. Él se alejó con una sonrisa divertida en los labios.
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