Capítulo 1

2486 Words
- Bueno, ¿no falta más nada? -Samantha bebe lo último que queda de refresco. - No, gracias al cielo. –Tatiana recoge sus pertenencias y se levanta de la silla.- Me voy, tengo una cita en la peluquería, hoy voy a unos quinces. Si cambian algo me avisan por mensaje, bye. Se aleja de la mesa contoneando sus caderas al ritmo del sonido que emiten sus tacones al chocar contra el piso, llega a la puerta y sale del Mc Donald’s. Aleluya. Todas soltamos un suspiro y reímos de alegría. - Ahora que terminamos y la arpía se fue, ¿podemos comprar los helados? - Mich, son las 6:30 pm, sería mejor comprar hamburguesas. - Okay… -La oji gris hace pucheros mientras asiente, derrotada. - Date prisa Lex, el eclipse lunar está previsto para las 7:25.- Samantha da un vistazo por enésima vez a su reloj,  no ha dejado de hacerlo desde que llegamos al restaurante del payaso. - Tranquila: compro, vamos a mi casa, subimos a la azotea y vemos el eclipse. - Me levanto de mi asiento y voy a hacer la fila para pedir en la caja. Hay por lo menos 5 persona delante de mí. A Samantha le dará un ataque. Por lo menos ya tenemos nuestros puntos para el trabajo, a eso se le llama trabajo casi en equipo. Habíamos venido para dividirnos el trabajo que nos había dejado la profesora de Historia para las vacaciones de Navidad. Si, trabajo de Historia para vacaciones. Su lado bueno era que tocamos todas juntas, el grupo de amigas me refiero. Bueno casi todas, y también porque el tema del trabajo era sobre un invento de la revolución industrial, lo cual no es tan difícil. Lo malo, es que aunque el grupo de trabajo lo componíamos nosotras: Samantha, Michelle, Valentina y yo; estaba Tatiana, la niña cotilla por excelencia de nuestra promoción y una de las más chillonas también. - ¡Mueve el trasero, Alexia García! –El chillido de Samantha atrae la atención de toda la gente dentro del local. - ¡Relaja el papo, Samantha Suarez! -Le regreso el grito y vuelvo mi vista a la fila, ya faltan 2 personas. Pasan otros 5 minutos y la cajera esta lista para atenderme. La chica anota los pedidos en la pantalla de una computadora y vuelve su atención a mí. - Serían 450bs. - ¡Ay!, me dio una puntada en el pecho. –La chica se ríe por lo bajo mientras le doy mi tarjeta. No, no soy millonaria como Tatiana. Simplemente soy una chica de 15 años que sabe depositar sus ahorros en una cuenta bancaria. Al cabo de unos minutos más me devuelve la tarjeta junto con el recibo y espero de última en la fila de pedidos, esta vez hay 4 personas delante de mí. - ¿Por qué tardas tanto? Sam ya ha comenzado a hiperventilar. –Valentina aparece a mi lado izquierdo sobresaltándome un poco. - Dile a Sam que no tengo la culpa de que el personal sea lento y deficiente. - Díselo tú, casi me clava sus uñas cuando traté de calmarla. - Ya verás cuando le lleve su hamburguesa que se tranquiliza. - Eso espero. Vaya que estaba equivocada. Apenas llegamos a la mesa con la comida, Sam me arrebata su hamburguesa de las manos y nos empuja a la salida del local. Verán, puede que Sam sea pequeña –mide no más que metro y medio-, pero cuando está determinada a hacer algo puede llegar a ser peligrosa, en sentido literal. Salimos del local a trompicones y el sereno de ya entrada la noche cocha suavemente contra mi rostro. - 6:55. –Lee Sam nuevamente en su reloj con ojos salvajes, da la impresión que se tomará la cabeza con las manos y se arrancará mechones de pelo en cualquier momento. Bajamos rápidamente por la calzada llegando hasta la entrada del estacionamiento, saludamos al vigilante y llegamos a la calle. - ¿Por atrás, o por delante? - Ujum… De gente pervertida está lleno el mundo, definitivamente. Valentina alza sus cejas inquisitivamente ante mi pregunta, suelto un bufido exasperado mientras Mich rie y Sam gruñe de impaciencia. - Por atrás. Joder, ¿Por qué eres tan malpensada Tina? Caminamos a paso rápido hacia la izquierda y llegamos al comienzo de la calle que pasaba por detrás de mi edificio. Está un poco oscuro, aunque aún se puede ver un poco uno que otro poste de luz ubicado estratégicamente para dejar la calle visible en la noche. Mientras bajamos, ya que la calle en si era empinada, comemos nuestras hamburguesas y tratamos de animar a Sam, a la cual no falta mucho para que eche a correr. Mi edificio esta hasta abajo: es el primero subiendo de tres estructuras marrones. Esto no está ayudando mucho a la paciencia de Sam.  A mitad de camino un escalofrió repentino recorre mi espalda y siento el vello de mi nuca erizarse, a decir verdad somos un poco temerarias: cuatro chicas, dos de quince y dos de catorce, bajando solas por una calle solitaria y de noche. Faltando unos cuantos pasos para llegar a la puerta trasera de mi edificio, Valentina se tropieza con una roca mal puesta en la calle llevándose consigo a Mich. Las dos chicas estallan en risas como borrachas, logrando que Sam termine de perder la poca cordura y paciencia que le queda. - ¡Maldita sea! Ya son las 7:10, y ustedes están tiradas en el piso riéndose como idiotas. Este eclipse no va a pasar dentro de muchos años y esta es la primera vez que en Caracas y más específicamente en Santa Mónica se va a poder ver perfectamente, así que les agradezco que tiren de sus traseros hacia arriba y muevan sus piernas ‘’fitness’’ ahora. –Sam acentúa su tono en la palabra fitness mientras que de sus ojos saltan, literalmente, chispas. - Vamos a calmarnos todas…-Un borrón negro pasa rápidamente en mi visión periférica interrumpiéndome. Al volverme veo una sombra humana a unos escasos metros parada frente a mí. Mich y Valentina se paran rápidamente y Sam se queda rígida y con la boca abierta. Otras tres figuras aparecen cerca de nosotras. Nos tienen rodeadas. La silueta que esta frente a mi comienza a dar pasos acortando un poco la distancia que nos separa. Me doy cuenta que es un hombre, bueno más bien muchacho, probablemente unos pocos años mayor que yo. Trae puesta una chaqueta de cuero negra y una camiseta también negra de cuello “V”, unos vaqueros grises desgastados unas botas militares ya viejas de tanto uso. No logro detallar bien su rostro por la carencia de luz en el ambiente pero si vislumbro dos destellos amarillentos donde se suponía que debían de estar sus ojos. Aquel chico se me acerca más y más. Comienzo a sudar frio y a temblar un poco, los latidos de mi corazón se han triplicado rápidamente. Por un momento recuerdo varias escenas de películas que había visto y libros que había leído en los que la protagonista estaba en una situación parecida a la que estaba atravesando y ella ideaba un ingenioso plan en menos de 60 segundos y salía ilesa, y en los peores casos apenas con vida. Yo pensaba a veces que si me veía en una situación así, seguro evaluaría el entorno en busca de algún arma que me sirviera para protegerme, o construiría rápidamente un detallado plan para escapar y salir ilesa y luego al día siguiente relatar los hechos como alguna clase de aventura a la que me había adentrado y luego tras dejar a mis amigos boquiabierta, sonreiría con suficiencia al saber lo osada que había sido en aquel momento. Ahora, que realmente estoy en apuros, mis neuronas no logran hacer sinapsis. No soy capaz de crear un ingenioso plan o recorrer con la mirada la calle y encontrar algún arma para defenderme. Apenas logro respirar y no puedo quitar la vista de los destellos amarillentos de aquel rostro. Mich suelta un grito ahogado y es cuando me doy cuenta que nuestras espaldas chocan entre si. Una de las figuras se había acercado demasiado a Mich y ahora la sostenía por el cuello. Esto se ve muy feo. Sam reacciona rápidamente, lleva su puño contra la quijada del hombre que sostenía a Mich, pero no llega muy lejos. Otro de los chicos la toma por la cintura y la levanta sin ningún problema. Valentina está a punto de echar a correr cuando el chico que queda la toma por el brazo atrayéndola hacia él mientras le sujeta los codos formando una sonrisa socarrona en su rostro. Siento unos dedos tomar mi quijada y vuelvo mi cabeza obligada ante la presión en mi barbilla. Ahora sí que puedo ver perfectamente a este chico. Su piel está algo bronceada, su nariz perfilada y sus mejillas forman hoyuelos mientras me sonríe cínicamente. En otras circunstancias me hubiera parecido encantador. Al detallarlo mejor puedo ver que aquel brillo amarillento era en realidad el color de sus irises. Sus ojos son de color amarillos, literal. Todo lo siguiente pasa tan rápido que para mí es un simple borrón de los acontecimientos. Una cachetada, un puñetazo, una garras arañando mi estómago y ya aquel chico me tiene inmovilizada y apartada del caos. Una repentina ráfaga de aire da fuertemente contra mi cara y dirijo mi mirada al cielo. Ha comenzado. El eclipse. La luna poco a poco es eclipsada por una sombra circular. Es tan bello y mágico, que por un momento me imagino que todo esto es un sueño, no hay ningún peligro, que en realidad nadie me tiene aprensada, que solo soy yo abrazándome a mí misma a causa del aire friolento de la noche. Mis ojos se embriagan del fenómeno astronómico y me mantengo en paz por lo menos 10 segundos, luego la luna desaparece momentáneamente escondida detrás de aquella mancha negra. De la nada siento penetrar por mi hombro izquierdo un agudo y punzante dolor, y dejo salir un alarido agonizante. Un click suena en mi cabeza y recuerdo que en el bolsillo izquierdo de mi pantalón tengo una pequeña tijerita de metal que había sacado de mi llavero para cortar los pitillos para refrescos cuando estábamos esperando a que Tatiana llegara a la reunión. El chico me tiene sujeta de los brazos hacia atrás por lo que no tengo casi problemas en llegar a la tijera. La tomo entre mis dedos y estrello mi talón sobre la punta del pie del chico. Una corriente de dolor me atraviesa el talón aunque también percibo como los huesitos de sus dedos se rompen o fracturan. El chico suelta un gritito mezclado con una gruñido y afloja el agarre, lo que es suficiente para soltarme y golpearlo con la tijera en el rostro. Una raja horizontal y casi profunda se forma, y comienza a emanar sangre rápidamente. Entonces escucho ladridos de perros y voces venir de la calle. La pandilla de chicos se percata de esto y se reúne en torno al que había golpeado, lo que nos da algo tiempo de correr hasta la reja para entrar al jardín de mi edificio. Todas llegamos a la reja y saco mi llavero buscando la llave correcta para meterla en el cerrojo, pero mis manos tiemblan descontroladamente. Encuentro la llave y suelto un suspiro de alivio. - ¡Jesús, Alexia! Rápido. -Dice Sam. La meto en el cerrojo y doy dos vueltas, escucho el clic y empujo, pero la porquería no se abre. - Se están acercando Lex. –Valentina ya estaba llorando. Todas empujamos con fuerza y la puerta oxidada cede, entramos rápidamente y de la misma manera cerramos la reja. - ¡Maldición! –Uno de los chicos golpea con fuerza la reja provocando que esta se mueva un poco. Comenzamos a correr pero a los cinco pasos me paro en seco al escuchar una voz diciendo: - Neil, relájate. Esto fue sólo el comienzo. Aquella voz termina por erizarme todo el vello que cubre mi cuerpo. La figura del chico con ojos amarillos brillantes aparece detrás del que arremetía con la puerta, es apenas una sombra, pero en su cara aparece un minúsculo destello blanquecino y me doy cuenta de que estaba sonriendo. Luego tal como aparecieron, aquel grupo de chicos desaparecen en la oscuridad, reemprendo la carrera y llego junto con las chicas que están jadeando en el vestíbulo del edificio. - Ni una sola palabra de esto a mi madre, ¿entendido? - Pero Lex… - Ni se les ocurra, apenas logré que me dejara salir sola. Esto la va a aterrar y ni siquiera dejara que me venga en el bus del colegio. Mis amigas dejan de chistar y solo atinan a asentir. Al llegar a mi apartamento, vamos directo a mi cuarto y nos tranquilizamos un poco. Al salir, mi madre nos pregunta si estamos bien, pero solo respondemos que estamos cansadas, que lidiar con Tatiana no era fácil y que solo queremos dormir. Mi madre asiente y llama a mi padre para que arregle los colchones en la sala frente al televisor para dormir. Por suerte habíamos acordado dormir todas en mi casa después de lo del eclipse. Me pregunto si las demás lo habrán visto. Todas nos metemos en un cuarto a cambiarnos, al salir con los pijamas puestos solo resta apagar la luz y recostarnos en el lio de almohadas y sabanas que había dejado mi padre sobre los colchones. Nos acostamos y al cabo de 10 minutos Valentina y Mich están roncando. Sam aún tiene los ojos fijos en el techo, todavía está asustada. - Fue hermoso. –Susurro a su lado. - ¿Segura? –Ella se abraza a sí misma, buscando protección. - Te lo juro. No miento, fue increíble. Nos tomamos de la mano reconfortándonos mutuamente y nos dejamos llevar por los brazos de Morfeo. ƒ En la mañana una punzada de dolor y un brazo dando en mi cara me despiertan furtivamente de mis sueños. Tome la mano de Sam, quitándome aquel brazo de encima que resulta ser el de Tina, y veo la hora en su reloj de muñeca. Son apenas las 7:20 am. Otra punzada me despabila completamente y me dirijo al baño. Entro al cuarto pequeño y prendo la luz. Estoy empapada en sudor, me lavo la cara con agua fría y tomo después un paño para secarla. Es entonces cuando observo detenidamente en el espejo la mancha de sangre seca que estaba en la parte de la camisa de dormir que tapaba mi hombro. Rozo con cuidado la zona empapada y otra punzada alborota de nuevo mis sentidos. Me quito la camisa con cuidado formando una mueca cuando la tela toca mi hombro y la dejo a un lado del lavamanos. Lo siguiente que veo me horroriza. Una mancha de sangre seca cubre la herida que está en mi hombro, parece como si me hubieran enterrado la punta de un cuchillo repetidas veces formando dos hileras de huecos poco profundo curvándose de manera contraria una con la otra. Tomo un trozo de papel y lo humedezco para limpiar la sangre seca, y veo con mayor detalle la gravedad de la herida. Tengo razón en lo de las hileras de huecos paralelas y curveándose contrariamente, pero esto no me lo pudieron haber hecho con la punta de un cuchillo. En realidad se parecen más a marcas hechas por dientes, o colmillos. Parece una mordida.
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