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Sacha

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Blurb

No hay reglas.

Todo o nada.

El Dragón escupirá fuego y pobre del que se queme.

El Halcón volará alto en las estrellas y cuidado con que te vea.

El Lobo esperará para atacar y devorar al mundo.

El León rugirá por todos lados, y el dolor de su hembra traerá consecuencias.

La Puma caerá perdiendo el poder y de su rugido la tierra caerá.

El mundo arderá en llamas.

En el pasado hubo muerte y... Sangre se paga con Sangre.

Ahora es aliarse, pelear o morir.

El amor ya no es para pensarse y las cosas arderan más que nunca. Que el diablo los ampare y que Dios los cuide, porque no hay un lugar en el planeta donde no haya fuego o balas.

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1 Sacha
Ladeó la cabeza con una sonrisa mientras lo escucho frente a mí, es lo mismo cada vez que nos vemos para hablar sobre la mercancía que vendemos. Cruzo una pierna por debajo de la mesa mientras escucho sus palabras, doy un bostezo cuando veo a Gato hacer la seña de que ya es hora de irnos. —Bueno, te mandamos lo acordado en una semana—estoy por levantarme cuando el mismo se levanta y saca un arma para apuntarme directamente a la cabeza. He aprendido a no temerles a no dejarme mangonear desde que soy parte de la mierda en la que me metí por culpa de Nicolás, pero es algo que me reservo solo para mí. —Guarda eso—digo tranquila. —Tú y el estúpido del León, me tienen hasta la puta madre—doy un bostezo, mientras mi acompañante sonríe y se aleja despacio a la puerta. Puedo sola con él, y con otros perros que he bajado del cielo a punta de balas. Me levanto tranquila mientras él sigue apuntándome con esa cosa que suelta metal a gran velocidad. —Dispara—digo con una calma que asombrería a muchos—. Vamos, Cariño, dispara que no tengo todo el día. Traga al ver la determinación en mis ojos, como veo que no dispara sonrío antes de dar un paso a él. —Cuando tengas los huevos para dispararme... Háblame. Vámonos Gato, es hora de irnos. Asiente antes de abrirme la puerta del lugar, eso me saco por ser buena vendedora, puedo acomodar casi cinco mil kilos en un rato pero me la hacen difícil por ser mujer. Aunque en el bajo mundo de América se sabe que soy la esposa del León y que el Halcón ya floreció, nadie sabe de mis hijos o de Bastián y es algo de lo que me he encargado en mantenerlo en secreto. Subo a la camioneta y esta arranca a la vez que yo estoy bien acomodada en mi asiento. —Nicolás me va a arrancar la cabeza si sigo dejándote hacer eso—niego ante el Gato que se queja de nueva cuenta por el arriesgarme a qué metan una bala en la cabeza. —Deja de quejarte—tomo un cigarro y dudo en encenderlo, sólo lo hago cuando estoy estresada, pero estoy por tomar un avión y eso no es bueno. Así que cambio de opinión y dejó el cigarro en su lugar—. Ya te dije que Nicolás no te hará nada en tanto yo, no lo deje. —A veces no entiendo porque te dejó entrar—es lo mismo que él se pregunta de vez en cuando. La camioneta estaciona en la entrada de mi edificio, me bajo deseándole buena suerte a Gato, yo tengo cosas que hacer en Canadá. Siempre tomo un vuelo privado, de la compañía de Bastián, a veces la alterno con la de Axel, pero casi siempre es este vuelo. Camino a tomar mi auto cuando aparece María junto a él, me dice que Nicolás quiere verme antes de irme. Las dos subimos por el ascensor que nos lleva a nuestro piso, María es la mujer que se encarga del aseo de mi hogar, ella es quien me cuida cuando me dan ataques de cólicos, claro, que Nicolás también lo hace pero cuando él no está ella es la que me cuida. Abro la puerta del departamento y ella me da la respuesta que necesito para ir a buscarlo. El departamento no es tan de lujo como esperaba hace casi seis meses, pero vale la puta pena del mundo. Es grande, espacioso y perfecto para una pareja de recién casados. Abro la puerta del estudio. Me topo con su espalda, el resto de su cuerpo da a la ventana, el cabello castaño claro resalta de todo su conjunto, además del humo de tabaco que sale libre al aire de la habitación. —¿Es necesario que fumes aquí?—se da la vuelta para sonreír y después apagar el cigarro. —No te regaño cuando lo haces—arqueo una ceja antes de avanzar a él y besarlo. El sabor a alcohol queda en mis labios, además de que aliento a tabaco se mezcla con el de mi comida de hace unos momentos. Claro que pedí fruta para el desayuno y no un desayuno cargado como los que me doy con Nicolás en los hoteles de alto lujo que visitamos frecuentemente en sudamérica. —¿Cóctel de frutas?—le doy un beso corto en los labios antes de alejarme un poco. —¿Whisky o vodka?—me regresa la sonrisa. —Whisky. —Prefiero el vodka—me siento en el escritorio, segura de lo que voy a hacer. —Y el tequila—asiento antes de abrir las piernas. Se acomoda en medio de ellas, sus manos suben por mis piernas, tocando y robándome pequeños suspiros que lo provocan a más. Sus labios caen a mi cuello y no dudo en darle el acceso a esa parte de mi cuerpo. Sus labios besan para que sus dientes muerdan después, así hasta que su lengua decide probar lo caliente de mi piel, su nariz aspira el aroma del costoso perfume que decidí ponerme está mañana después del baño. —Nicolás...—mis piernas lo atraen a mí. Eso lo hace sonreír, cuando menos pienso ya lo tengo sin saco y él metiendo una de sus manos entre mi ropa interior. Gimo al sentir el roce de sus dedos en mi entrada. La puerta se abre de golpe lo que me hace gruñir. —¿Interrumpo?—Nicolás se separa de mí llevándose con él nuestro proceso. —No. —Sí—bramo molesta. Puma sonríe antes de adentrarse a la estancia, arqueó una de mis cejas antes de que ella se tome la libertad de tomar un poco de licor del minibar que Nicolás tiene aquí el estudio. Puma no le toma importancia a mis arranques, aunque Nicolás sabe que si fuera por mí esa perra ya no respiraría desde hace mucho. Recuerdo que tengo que irme, así que esto será para otra ocasión, le doy un beso de despedida a Nicolás antes de irme. —Salúdame a Oso Blanco—no digo nada. —Puma—advierte Nicolás. —¿Qué?—me encamino a la puerta. No voy a caer en sus provocaciones, tengo cosas más importantes de las que preocuparme, cuando sea el momento Puma dejará de respirar y yo descansaré tranquila. —Cierra la boca. Cierro la puerta antes de escucharlos discutir sobre lo mismo, me despido de María antes de salir por la puerta y alejarme de esto, serán dos días de paz con una parte de mi familia. No sólo yo sé dónde están... También... Él. Mi amado Dragón, está a punto de hacer cenizas al mundo para que pueda regresar con él, pero no es bueno que me vaya con él todavía, tiene muchas cosas que hacer antes de que podamos estar juntos de nuevo. Y yo muchas cosas que perdonarme antes de estar de regreso con el verdadero dueño de mis sonrisas. Manejo al aeropuerto que ya tiene listo el avión y las cosas que necesito para mí viaje de dos días. Suspiró antes de que el avión despegue para llevarme lejos de está locura que llamo hogar. /// Estaciono en la casa de mis padres, cuando bajo del auto el primero en recibirme es Ares, mi pequeño está más alto desde la última vez que lo vi, que fue hace un mes y medio, lo cargo antes de dejarle un beso en su frente. Me muestra un caracol que encontró en el jardín, le sonrío antes de llenarlo de besos. —¡Mami!—levanto mi cabeza para ver a Félix. Pero mi alegría cae al suelo en picada, a Félix lo está cargando la persona que no quería ver por el momento, tragó despacio, él también lo hace. Bajo a Ares para ir por mi maleta. Escucho mi teléfono sonar en mi bolsillo, contesto antes de revisar si quiera quien es. —Tenemos problemas, señora. —¿Qué ocurre?—trabajo es la mejor forma de no ver esos ojos azules. —Los federales encontraron la bodega. Azoto la puerta de la cajuela en cuanto escucho esas palabras, vaya mierda, y justo cuando acabo de llegar. Es una puta mierda. —¿Por qué no le hablaron a León?—escucho el quejido de alguien, pero no me volteo ni de reojo. —Señora... —Hablaré con Gato... Y pobre de la rata que nos traicionó. Cuelgo el teléfono antes de marcarle a Gato, cuando contesta escucho un sonido muy parecido a un gemido femenino, no digo nada, no es la primera vez que sucede. —¿Interrumpo? —No... Bueno. —Averigua quien nos delato—lo corto antes de que siga con su explicación. —¿Por qué...? Le tienen miedo—se burla del otro lado de la línea. —Encuentra la forma de meter esa mercancía en la calle—lo escucho teclear algo para después mandarme una señal y mostrarme una cámara de vigilancia. —Sencillo. —Ya veo... Que no se entere. —¿Los vas a tapar? —No... Pero dile que no me obedecieron, y que se encargue de eso. —Bueno. —Boca cerrada, Gatito. —Ya sabes que sí—ruedo los ojos divertida—. Me debes quinientos dólares. —¿Yo? —La... —Apuntalos en la lista de rebajas que te hago por... —Bien. —Adiós Gato. —Adiós, Perra. Cuelga antes de que pueda contestarle el insulto. Tengo con que defenderme cuando regrese, y lo bueno es que sólo me insulta cuando Nicolás no lo ve. Me doy la vuelta y los brazos de Hansel me levantan del suelo, me hace dar una vuelta en el aire para luego dejarme en el suelo. —Vamos adentro—asiento antes de seguirlo al interior de la casa. Y es cuando me siento en casa.

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