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TENTACIÓN ITALIANA

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El ser humano tiene la tendencia de, entre más prohibido, más tentador y excitante se vuelve y Leandro Licciardi lo era.

Con su sola presencia erizaba cada parte de mi cuerpo, era un hombre imponente con una mirada que hacía desde mojar mis bragas, a hacerme temblar de puro miedo, todo de él emanaba peligro y sexo, mucho sexo.

Él era el pecado hecho persona y yo solo una simple mortal que cayó en tentación. Soy Nicole Davis y esta es mi historia.

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CAPÍTULO 1
¿Les ha pasado que se despiertan porque piensan que la alarma va a sonar, así que están entre medio dormidos y despiertos pero no lo hace, entonces miran y aún faltan tres minutos, te duermes rápido y cuando estas a punto de caer en los brazos de Morfeo de nuevo, suena? ¿No? Bueno, a mí sí, a veces pienso que me odia solo porqué la deje con una sola pata. Es una relación odio-amor con un objeto inerte, algo loco. Di un bufido cuando salí de mi cama. Odiaba tener que despertarme temprano… más si era un lunes a las cinco de la mañana. Caminé hacia el baño a paso tortuga, debería prepararme para otro turno más. Sí, otro turno, era estudiante de medicina. Ya se imaginarían el grado de compromiso y las noches en vela que la carrera requería. Sabía desde el principio en donde me estaba introduciendo y que no sería para nada fácil, incluso mi madre no quería que optara por esta carrera, agregándole que debería que irme a otro continente después de cuarto año, pero era un sueño desde pequeña e iría por él. Siempre me gustó todo lo que se vive en el quirófano o en una sala de urgencias, las decisiones que tienes que tomar en el instante, el conocimiento que debes poner en práctica, la serenidad que se debe de manejar y el saber que pudiste salvar una vida o mejorar un estilo de vida, son sucesos los cuales amaba y por los que quería vivir. Además, iba en mi último año, no podría estar más feliz. Llegué hasta el baño en donde realice mi aseo personal. Al terminar, me vestí con mi uniforme y corriendo baje las escaleras. Podía imaginarme lo que diría mi madre si me pudiera ver. "Detente, te puedes caer o partir una pierna y no, no tengo tiempo para llevarte a un hospital, no exactamente hoy cuando tengo una pasarela que organizar" Pero… cuando se está haciendo tarde y no has desayunado, te vale nada la posible fractura . Llegué a la cocina un poco apurada, trate de hacer lo más rápido posible. Tostadas francesas, huevos revueltos, frutas picadas, un zumo de naranja y café. —Que decepción. Me lamenté por el poco desayuno, amaba la comida y era un pecado tener que desayunar tan poco para mí. Termine en tiempo record, agarré mi mochila y salí de la casa dirigiéndome a mi apreciado automóvil. […] —Davis, llegas tarde —escuché desde atrás, al Dr. Rizzo con esa potente voz que lo caracterizaba. Rodé los ojos mientras pensaba en las mil y un formas de matar a un superior. —Solo fue por cinco minutos, Dr. Rizzo —expliqué, volteándome para admirar esa belleza que poseía—. No volverá a pasar. Siempre estaba al pendiente si llegaba tarde o no y empezaba a irritarme. Podría jurar que si uno de mis colegas llegara tarde no le diría nada. Nunca había entendido ese odio que tenía contra mí. ¿Acaso una de sus ex´s se llamaba Nicole ?, y si así fuera ... ¿Qué culpa tenía yo? —Esos cinco minutos en que tardó en llegar podrían ser vitales para salvar una vida —indicó. Estaba por excusarme pero no pude, se había ido dejándome con la palabra en la boca. Ladeé mi cara viéndolo marcharse. No sé si lo hacía apropósito y era consciente de que atraía a muchas mujeres simplemente por su forma de caminar, la cual era muy elegante y sexy. Resultaba todo un buen espectáculo observarlo. El Dr. Angelo Rizzo era uno de los hombres más atractivos y sexys que se encontraban en el hospital Lifte, por no decir el más atractivo. Tenía dos especializaciones: cardiología y pediatría y por si fuera poco, también era el jefe de prácticas, que quiere decir, el encargado de los internos. ¿Cómo había logrado todo eso en tampoco tiempo? Nadie lo sabía. Fui hasta mi locker asignado para guardar mi mochila y algunos libros que había traído conmigo. Una vez lista, salí a encontrarme con mis compañeros. - ¡Nicole! por acá —oí gritar a Antonella a lo lejos. No entendía la necesidad de gritar cuando los veía. No, no sufría de miopía severa para ella tener que verse en la obligación de hacerlo. Gracias a su silencioso llamado, recibí varias miradas incluida la de mi sexy Doc., Claro que esta última me miraba con rabia. Problemas a la vista. —Dra. Ricci, no veo la necesidad de gritar cuando la Dra. Davis se encuentra cerca. Usted —recibí una dura mirada de su parte. Mi pan de cada día—. Hoy realizara el turno doce a seis en urgencias conmigo, nos espera una larga y hermosa tarde juntos —sarcasmo nivel Rizzo activado—. Pero por ahora, vaya a realizar tactos rectales y después a saturación. Los demás, a los casos que les asigne. Las ganas de matarme aumentaban cada segundo mientras lo escuchaba. Se estaba desquitando por mi atraso y que buena forma de hacerlo que enviándome a introducir mis dedos en la cantidad de rectos posibles. “Inhala… .exhala… .inhala… .exhala" Me repetía internamente para no cometer un homicidio contra el delicioso pero muy maldito de Rizzo. […] Después de realizar más de diez tactos rectales salí por fin de aquel infierno con imágenes que ni viendo a Rizzo desnudo se me quitarían. ¿O tal vez sí? Sería mejor intentar. Iba riéndome de mis pensamientos cuando Francesca y Luca salían del laboratorio. —Ciao Nico, este sábado inaugurarán una nueva discoteca, estará que arde así que te espero a las nueve arreglada. No había terminado de procesar la información que acaba de decirme cuando ya se estaba yendo, y con ello, las posibilidad que tenia de negarme. —A mí tampoco me dejo hablar, además sabes que no tenemos otra opción. Es ir o ir —comentó Luca dándome palmadas en la espalda en forma de consuelo—. Te dejo, tengo que volver con mi paciente. Addio. —Addio —respondí, aun sorprendida. ¿Por qué hoy nadie me escuchaba? ¿Acaso creían que era una puta muda? Suspiré antes de entrar a urgencias a saturar. - ¿De nuevo tarde? —Preguntó la enfermera jefe. Entrecerré mis ojos viéndola mal cuando supe que quería reírse. —Sera la última… —Vez —concluyó por mí—. Ya perdí la cuenta de las veces que lo has dicho. Tienes que cambiar Nicole, esto no es un juego. Sentí como mis mejillas se calentaban de la vergüenza. Claro que sabía que esto no era un juego, pero el organizar mi tiempo siempre había sido un problema. —Lo sé y juro que lo intento —mis ojos viajaron a sus brazos que cargaban más de cinco carpetas—. ¿Mis pacientes? —Y hay más, te espera una hermosa mañana. Hice una mueca recibiendo las carpetas que me extendía. Debería de estar asistiendo a Rizzo en algún caso, no aquí. La tarde llegó y junto con ello mi turno con mi sexy Doc. Por ahora no había heridos, el hospital parecía un desierto y si seguía así podría darme una siesta y… - ¡Paciente con posible traumatismo craneoencefálico! —Llegó gritando el paramédico. Sabía que no era normal tanta tranquilidad. Salí corriendo a recibirlos y pidiéndoles que me informaran. —Tuvo un accidente en su motocicleta, perdió el control lo que lo llevo a estrellarse y golpear su cabeza que estaba sin protección, durante el traslado su respiración fue normal, pero estaba inconsciente. Sus signos vitales normales. Se inmovilizó su columna vertebral colocándolo sobre una tabla. Durante su traslado hasta acá el paciente comenzó a recobrar la conciencia. En el examen físico sus vías aéreas y su respiración eran normales. Los signos vitales son: frecuencia cardíaca 150 latidos / min, presión arterial 120/80 mm Hg, saturación de oxígeno del 98% en aire ambiente, temperatura 36,8 ° C —explicó el paramédico. Mi vista se dirigió al rostro del paciente accidentado y trague fuerte. Era un hombre demasiado bello, podría decir que era el más agraciado que había visto en mi vida y había visto muchos. Sus facciones parecían esculpidas por los mismísimos ángeles, eran tan duras pero a la vez tan delicadas que te daban ganas de acariciarlas. Sus labios eran otro tema aparte, pedían ser besados y ese cuerpo… ohh dios, ese cuerpo era el camino a la perdi… —Davis, Dra. Davis ¡¿Le salvara la vida o se le quedara viendo ?! —Cuestionaron. Alce mi vista encontrándome con Rizzo. Me había quedado como idiota observando aquel hombre. Vergüenza. —N-No, claro que no solo… estaba… yo estaba haciéndole un examen físico, descartando una posible herida. Por su mirada sabía que no me había creído. Gruño y comenzó a dar órdenes para realizarle un examen neurológico. Al tener los resultados la puntuación en la Escala de coma de Glasgow (Glasgow Coma Scale, GCS) fue 13, debido a que mostró confusión acerca de la fecha y el lugar, y abría los ojos sólo cuando se le ordenaba. El examen físico posterior no evidentes lesiones, tampoco traumatismo de cráneo aparente. El paciente sufrió una pérdida de la conciencia menor de 30 minutos y tenía una puntuación GCS de 13 al llegar al hospital, por lo que vi recuperó una puntuación GCS de 15 dentro de las dos horas y no sufrió amnesia, vómitos, cefalea ni convulsiones. Así que está bien, pero lo dejaríamos un par de horas más en observación. Estaba en camino al cuarto donde teníamos a él Sr Leandro Licciardi, sí, así se llama aquel hombre que me dejo fascinada con tanta hermosura. Hasta su nombre era sexy. Antes de entrar escuche unas voces y una de ellas llamó muchísimo mi atención. Era muy ronca, profunda, sexy y escalofriante. No me molestaría que esa voz fuera la que me despertara todos los días, creo que con ello dejaría de llegar tarde casi siempre. Respiré profundo y entre. —Buona será (buenas tardes) Sr Licciardi —salude apenas ingresé. Él se encontró sentado despaldas a mí—. No es muy bueno que este sentado, por favor le pido que se acueste de nuevo. —Tengo muchas cosas que hacer como para quedarme acá —estando cerca de él su voz se escuchaba demasiado fuerte e imponente. Era intimidante—. Cipriano, ven ayúdame nos vamos —se dirigió al hombre con traje que se encontró parado en una esquina. Movió su torso, volteándose a verme. Nuestras miradas se encontraron y sentí como mis bellos de la nuca se erizaron. Sus ojos, eran azules como el mismísimo cielo. Podría pasar horas admirando tal belleza y no me cansaría, pero esa mirada… su mirada, se veía vacía y fría, tan fría que te causaba miedo con el toque de lo prohibido y excitación en ella. El Sr. Licciardi prometía grandes cosas y cada una de ellas pecaminosas. Aclaré mi garganta un poco y respondí. —Sr Licciardi mucho gusto, soy la doctora Davis. Usted está bajo mi cargo en el día de hoy así que por favor le pido que se vuelva acostar. Esperará unas horas más, debido a que tenemos que ver su evolución y dependiendo de cómo sea, decidiremos si le daremos el alta o no —expliqué con profesionalismo. Él se levantó en la mitad de mi explicación acercándose peligrosamente. Se detuvo solo cuando nuestros pechos rozaban. Su aliento cálido golpeaba mi rostro dándome esa sensación de cosquilleo. Incluso, con mis 1.79, sintió que me hacía chiquita a su lado. —Srta. Davis —jamás mi apellido había sonado tan sensual en alguien. Me estremecí—. Nadie, escúcheme bien. Nadie me dice que hacer, así que si quería irme ahora mismo de este maldito hospital lo haré y ni usted, ni nadie lo impedirá. Ahora quítese, estorba —lento y grave salió cada palabra de esos tentativos labios. Su tono de voz fue tan sofrió a tal punto de quemar—. Cipriano nos vamos. Me acaba de decir que estorbo… Que estorbo… Estorbo. Era claro que el estúpido Licciardi no sabía con quién trataba. —Sr Licciardi —exclamé—. Puede que no esté acostumbrado a recibir órdenes, pero en este momento usted es un paciente, mi paciente y por esa razón hará lo que yo le ordene. No dejare que por alguien con aires de grandeza como usted, me llamen la atención y me reporten, así que acueste en la maldita camilla a esperar dos horas para que después se largue de este maldito hospital —terminé, logrando hablar firme y sin titubear. Detuvo su andar e inmediatamente volteó a verme. Sorpresa llenaban sus facciones. El tal Cipriano me miraba como si estuviera loca y hubiera cometido un error. El Sr. Licciardi abría levemente su boca pero de nuevo la cerraba. Parecía que alguien no estaba acostumbrado a que lo contradijeran. - ¿What? —Fue lo único que salió de sus labios. —Lo que escucho. No me gusta repetir nada Sr. Licciardi. Iba hablar pero salí lo más rápido posible de aquel cuarto. Lo último que escuche fue su disgustada voz exigiéndome que regresara. —Que desperdicio de hombre dios mío —refunfuñe un poco molesta.

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