Una copa de vino y destino

1126 Words
Marco ya me iba sacando de quicio en su insistencia por bajarme la aplicación de citas para buscar chicas y pasar “buen” tiempo. - ¡Anda Marco! Que ni me interesa, ni tengo tiempo para andar con chorradas – le grité exasperado, entre el ruido del bar y las copas de más. - Solo déjame bajarla y lo que hagas con ella después no me incumbe – sonreía como si esto fuera un juego. - Que no Marco, que no. Que ya no somos unos críos para andar jugando – me sobé la cabeza tratando de tener más paciencia de la que ya tenía. - Me lo debes, por haber faltado a mis últimas reuniones – dijo tratando de llevar la conversación por otro lado. - Puf – bufé – Haces más reuniones al año que yo negociaciones para la empresa – me burlé. - Y no vas a ninguna, siempre quedas y nunca llegas – me reprochó. Ahora parecíamos una pareja discutiendo. Siempre era lo mismo con él. Vacié mi copa de vino, al menos con él lograba pensar en otras cosas fuera de mi realidad. - Te descargo la aplicación y jamás vuelvo a insistir a que vayas a mis reuniones – propuso. - No creo una pizca de las chorradas que dices – exagero, para exasperarlo un poco más como él lo hace conmigo. - Esta bien, hermano. Está bien – Sacó su teléfono celular y tecleó algo. - ¿Qué haces? – le pregunté. - Le escribo a unas amigas para que vengan a por nosotros – dijo fingiendo poco interés. Y por ese tipo de decisiones siempre terminaba en los tabloides baratos. Levanté mi mano para llamar a la mesera y pedir mi cuenta, no iba a soportar las tonterías de Marco. - A donde sea que vayas te vamos a seguir, te van a ver con un buen grupo de señoritas y conmigo – dijo tan tranquilo, como si lo hubiese planeado durante mucho tiempo. Le miré de mala gana. – Sabes que los paparazis están siempre detrás mío a ver que tontera se me ocurre en cada fin de semana – Señaló con la cabeza una de las mesas a unos hombres que nos miraban de vez en cuando. - Esta bien – le dije entre dientes, lanzándole el teléfono a sus manos – Solo… no hagas estupideces – finalicé irritado. Lo último que querría seria problemas de chicas con mis padres y con Nicoleta. O peor que afectara la empresa, aunque ese siempre ha sido el propósito de Marco “Liberarme” de las responsabilidades. Simplemente él lo veía como un juego, sus padres no eran como los míos, en pleno siglo 21 y aún arreglaban matrimonios, poco creíble, pero real. - ¡Ya está! – dijo victorioso devolviéndome mi teléfono celular, lo tomé de mala gana y lo empecé a revisar, solo para verificar que no hubiese hecho nada más. - ¿De dónde has sacado esa foto? – le pregunté al ver la foto de perfil que me había puesto. - ¿No recuerdas? – ladeó la cabeza un poco incrédulo. - En realidad no – le respondí un poco avergonzado – Y creo que debería quitarla, podrían reconocerme – moví mi cabeza de lado a lado desechando la escalofriante idea. - ¿Es decir que vas a utilizar la aplicación? – sonrió con travesura – Fue el último año en la universidad, en Londres ¿Recuerdas? – nada podía borrar la sonrisa de Marco en su rostro. - ¡Ah! ¿sí? – me llegaban imágenes lejanas de esos días de vacaciones, antes de graduarnos y asumir las riendas de la compañía de mis padres y mis actuales suegros – Fue hace tanto… - finalicé con nostalgia. Marco se limitó a mirarme con la misma nostalgia que nos traían aquellos tiempos. - ¿No me vas a decir qué sucedió? – se le había borrado la sonrisa de su rostro, Marco me conocía muy bien como para leerme y ver que me encontraba mal. Aunque realmente le costara saber el por qué. Me sentía mal por no contarle, él siempre ha sido mi confidente, pero esto era algo que debía arreglar primero con Nicoleta. - Cosas de la empresa – le mentí. Asintió sin creerme. Saqué de la solapa un paquete de cigarrillos que había comprado esta mañana, había tratado de contenerme durante todo el día, pero realmente ya lo ansiaba. - Pensé que lo habías dejado – comentó sin darle mucha importancia. Le estiré la cajetilla ofreciéndole uno, negó con la cabeza e hizo un gesto de asco. - Mejor salgo un momento, para no molestar con el humo – me levanté de la silla con algo de dificultad, las copas de vino ya estaban causando estragos, más los tragos del día anterior y la poca comida que había ingerido durante el día. Quizá deba ir a descansar y me pienso mejor lo de ir a Milán a ver a Nicoleta. Pensé mientras encendía el cigarro en mi boca, aspiré profundo, cerré los ojos para dejarme llevar por la sensación de humo bajando por los pulmones, dentro de poco la nicotina empezará a causar efecto y me sentiré mejor. Solté el humo por mi boca, saboreé mi paladar, el sabor frutal del vino ahora se volvía amargo por el cigarrillo. Aspiré de nuevo, de a poco iba llegando la calma. Los ruidos se volvieron más soportables, las luces más tenues. Revisé de nuevo mi teléfono celular, cambié la foto de perfil en la cuenta de la aplicación de citas, no quería que mi rostro se viera por completo, le eché un último vistazo a mi rostro juvenil y sonriente y cambié mi foto por una donde solo se veían mis ojos color miel, una mirada neutral, sin sonrisa, sin furia. La comisura de mis labios se levantó de medio lado, me estaba planteando la idea de mejorar mi perfil para cuando hablase con alguien. Fui pasando uno a uno los perfiles que aparecían allí mientras que terminaba mi cigarro, había fotos de todo tipo, perfiles de toda Europa incluso de otros continentes. No había nada que me llamara realmente la atención.  Así que desistí en ese momento, esto es realmente una estupidez me dije. Decidí entrar de nuevo al bar para finalizar la noche con Marco, realmente me sentía agotado, solo quería dormir, hasta que todo esto pasara. Dejamos a Marco en su edificio, ya que había ido en motocicleta y no iba a permitir que volviera en ella y me dirigí a un hotel, tenía la maleta conmigo y estaba dispuesto a angustiar a la señora Roxundra para que le comunicara a Nicoleta, ambas pensarían que realmente había viajado a Milán. 
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