PRÓLOGO
❝ El sol es débil cuando se eleva primero, y obra fuerza y coraje a medida que avanza el día❞.
― La tienda de antigüedades.
― No llores, Ireland ― dijo el niño de no más de doce años.
Su cabello azabache resalta, pero no distingue su rostro ni sus facciones. Le es familiar, lo siente y lo sabe.
¿Quién es? ¿Por qué me conoce?
La niña de seis años seguía llorando desconsolada por lo que el niño no tuvo de otra opción que abrazarla fuerte, escondiendo su rostro en el cuello de aquella pequeña para ocultar sus propias lágrimas.
Él también no quería dejarla, pero era necesario.
― Deja de llorar ― Pidió el niño ―. Volveré.
― ¿Lo prometes? ―preguntó la niña con nuevas lágrimas asomándose por el rabillo del ojo.
La niña ve una pequeña sonrisa del niño.
¿Por qué no puedo ver su rostro?
― Lo prometo, Ireland. No tardaré, me tienes que esperar, ¿de acuerdo?
La niña asiente.
― No dejes que ellos te asusten, tú eres más fuerte. Dime que no dejarás de luchar ― Pidió el niño.
La niña de orbes ámbar secó las gotas que caen por sus mejillas e intentó parar sus sollozos. Asintió hacia el niño, pero dentro de ella seguía asustada de ellos.
― Lo prometo.
El niño le sonrió dulcemente.
― Cuando vuelva, tú serás mi…
¿Mi qué? ¿Seré qué?