—Oh Alá, te suplico que bendigas mi oído y mi vista... —¿Tienes que hacer eso? —murmura. —¿Hacer qué? —Esa mierda de oración falsa —dice—. Guárdalo para tus videos de propaganda. La sangre corre hacia mi cara. —¡Cómo… se… atreve! Mi micrófono silba. —Guarda la conversación íntima para más tarde —dice la Sargento Daksh. Aquí viene el camión. —Estamos atentos —digo. Dillon vuelve a poner su atención en su mirilla. Me concentro en los binoculares. El vehículo de transporte se ralentiza para abrirse camino a través de las barricadas que bloquean el lado opuesto del puente. Se detiene frente al primer punto de control. Los guardias salen. El conductor entrega sus órdenes y su identificación. Dillon apunta al guardia directamente al lado de la puerta lateral del conductor. —¿Cuántos