XXI Dolly se tranquilizó cuando reconoció a Hugh, del Maypole, y pronunció su nombre con un tono de deliciosa sorpresa que le salía del corazón. —¿Erais vos? —dijo—. ¡Cuánto me alegro de veros! ¿Por qué me habéis asustado de este modo? Hugh no respondió, pero permaneció inmóvil mirándola e interceptándole el paso. —¿Habéis venido a recibirme? —preguntó Dolly. Hugh asintió y dijo que llevaba varias horas esperándola. —Ya me figuraba que vendrían a buscarme —dijo Dolly tranquilizada por las palabras de Hugh. —Nadie me ha enviado —respondió con áspero acento—. He venido por mi propia iniciativa. Los rústicos modales de aquel mozo y su aspecto extraño e inculto habían causado a Dolly muchas veces un vago temor, aun cuando no estaba sola con él, y ese temor era causa de que se alejara i