Capítulo XXXI C APÍTULO XXXIDe la feliz vida que Oliver empezó a llevar con sus amables amigos Los achaques de Oliver no eran ni leves ni pocos. Además del dolor y la lentitud en la curación que conlleva tener un m*****o roto, la exposición a la humedad y al frío le había causado calentura y fiebre, que le duraron muchas semanas e hicieron mella en él de manera lamentable. Pero al final empezó a mejorar poco a poco y a decir, con voz lacrimosa, que apreciaba profundamente la bondad de las dos mujeres y que, cuando estuviese recuperado, deseaba con fervor hacer algo para manifestar su gratitud; algo que les mostrase el amor y el reconocimiento que le colmaban el espíritu, algo sencillo que, sin embargo, les confirmase que su tierna amabilidad no había sido en vano, sino que el pobre niño