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Tras la Máscara Dorada

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Blurb

Adriel un joven estudiante de Ingenieria Comercial junto a su mejor amigo Inder postulan a varias empresas para ejercer como practicantes. Al mismo tiempo ambos jóvenes buscan trabajo después de clases para solventar sus gastos, más Adriel que debía ayudar a su madre con las deudas. Sin embargo el destino llevará a ambos amigos a una situación inesperada, el trabajo que habían conseguido era en un casino, fachada de un club nocturno llamado Bastet. Es ahí donde Adriel atenderá a uno de sus clientes , dándose cuenta más adelante que aquel hombre sería su jefe de la empresa en su práctica. Edan el CEO de la compañía ignora por completo el rostro del amable joven que lo atiende en Bastet, uno que contrasta completamente con el junior que tendrá a su cargo.

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Capítulo 1: El Inicio de Un Sueño.
Adriel era un joven de veinte años que cursaba tercer año de Ingeniería Comercial en la Universidad Panam. Tenía el cabello castaño y unos hermosos ojos color avellana, la forma que tenían le daban una mirada sugerente. Vivía con su madre Ámber, una esforzada mujer de cuarenta años y su hermana menor de quince años llamada Lira . La vida no había sido fácil para ellos, menos desde que su padre se había ido con otra mujer y los había abandonado con un cerro de deudas de las cuales aún no habían podido salir. Las dificultades para encontrar un trabajo estable y la mala paga que daban obligaban a la madre a hacer turnos extras en el hospital como paramédico. Para amortiguar un poco las deudas Adriel había trabajado desde el primer año de universidad. Sus buenas notas lo becaron los dos primeros años, luego debía volver a postular. Su hermana tenía media beca por deporte en su escuela.  Adriel había tenido un par de novias, pero nada serio. Sus dos últimas relaciones habían sido un desastre, el no tener dinero para las citas terminaron por aburrir a las novias materialistas. Prefirió mejor tener algunas aventuras sin nombre, además que se centró de forma completa en mantener un trabajo más estable. Los primeros meses del tercer año habían sido bastante estresantes, si bien la carrera de Ingeniería Comercial era difícil, sabía que tendría un buen futuro para ayudar a su madre. Día viernes y como era usual Adriel se preparaba para ir a su trabajo en un restaurante. Junto a él iba su mejor amigo Inder, de la misma edad, el chico de cabellos rojos y ojos risueños siempre acompañaba a su parner al trabajo. Además que ambos laboraban en el mismo lugar, tan inseparables desde que se conocieron en el primer año de universidad. —¡Adriel!— le dijo Inder abrazando a su amigo por el cuello—. Hoy salimos temprano del trabajo, que tal si te invito a unas cervezas. —Tu entusiasmo me sorprende— dijo el castaño con una sonrisa—. Estoy cansado para ir. —¡Oh vamos!— le dijo Inder haciendo un puchero—. Sólo será una— le sonrió. —Conozco esa sonrisa— dijo Adriel suspirando—. Está bien. —¡Yei!. —Pero sólo será una. Inder no tenía la necesidad de trabajar, su familia tenía buen sustento y no tenían problemas de dinero. Sin embargo al chico le gustaba tener sus ingresos, y así también le hacía compañía en el trabajo a su mejor amigo. A Inder le gustaba estar cerca del castaño. Caminaron hasta la parada de autobús, ahí esperaron uno que los llevara cerca del trabajo. Cuarenta minutos después llegaban al restaurante, cruzando la calle y justo al frente del local había un enorme edificio de cuarenta pisos. Los grandes ventanales de cristal dibujaban el nombre de la empresa financiera más grande del país, Titanium. Sus dueños eran la familia Scrhoder, millonarios del país. Cada vez que se bajaban del bus para ir al restaurante, Adriel siempre se quedaba viendo el enorme edificio. Sus ojos admiraban la belleza del lugar, y se sorprendía al pensar que habían millonarios que vivían así, eso lo deprimió bastante. —Oh, no empieces— le dijo Inder tomándolo por el cuello para darlo vuelta y caminar hacia el restaurante. —Lo siento, sólo pienso en algún día poder hacer mi práctica ahí— le dijo Adriel. —Enviemos las solicitudes a todas las empresas, incluída ésta y esperemos— le sonrió Inder—. Al menos tenemos buenas calificaciones, esos son puntos a favor. El castaño le sonrió a su amigo y lo siguió al interior del local. No sabía como lo hacía pero siempre Inder lograba calmarlo de sus ansiedades, era un buen cable a tierra. —¡Qué tal señora Margi!— la saludó el pelirrojo. —No tan bien como tú, Inder— sonrió la mujer—. Siempre tienes tanta energía. —Un día se quedará sin batería— dijo Adriel sacando a su amigo de encima suyo. —Pero tú lo cargarás— le dijo Margi riendo—. Bien chicos hoy cerraré temprano porque es mi aniversario de matrimonio. —Felicidades— dijeron ambos amigos. —Ahora atiendan a los clientes— les sonrió la mujer. Los jóvenes dejaron sus mochilas en la sala de estar y luego regresaron para atender a los clientes. La mayoría eran secretarias u oficinistas de la torre Titanium, al local le iba bastante bien. De pronto llegaron dos chicos guapos con dos señoritas a su lado, se sentaron en una mesa para cuatro. —Es él— dijo Inder mirando desde la barra. —Él quién— le dijo Adriel sin entender. —El rubio que está en esa mesa se llama Hans Scrhoder— dijo Inder mirando a su amigo—. Va en último año de Ingeniería Comercial en Panam. Se dice que es uno de los mejores de su clase, tomará el negocio de la familia. —¿Cómo sabes tanto de él?— preguntó Adriel algo confundido. —Es muy popular entre las chicas y además es del consejo estudiantil, es el presidente. Realmente vives en las nubes— le dijo el pelirrojo suspirando—. En fin, el chico que lo acompaña se llama Darío y está en la misma clase que él. Las dos mujeres no sé quiénes sean, pero parecen trabajar en el edificio Titanium. Adriel los quedó mirando mientras una de sus compañeras les tomaba el pedido. Mientras en la mesa de los recién llegados, Hans hablaba con las dos secretarias que trabajaban en la empresa. El chico tenía que estar al tanto del negocio familiar para así ayudar a su hermano mayor con la compañía. —Gran parte de las finanzas se verán reflejadas el próximo mes— le dijo la secretaria Pamela mirando unos documentos—. El señor Edan quiere saber cuando comenzará con su parte. —Oh vamos— se quejó Hans—. Mi hermano sabe que aún me falta para graduarme. Sinceramente no estoy muy feliz de morir en esas cuatro paredes, en reuniones con un montón de vejetes amargados y llenos de números— suspiró. —Primero que todo, es sólo un viaje corto llegar a la vejez— le dijo su amigo Darío—. Y en segundo lugar debes hacer caso a lo que diga tu hermano mayor, después de todo Edan es un gran empresario. —Tenías que decirlo— dijo Hans mirando a su amigo con rostro serio. —De todas formas señor usted sabe que su padre se quiere retirar del negocio— le dijo Tamara, la segunda secretaria—. Sabe que él quiere dejarle su parte a usted lo más pronto posible. —Después de la muerte de mi madre, las cosas han sido algo difíciles— les dijo Hans—. Creo que es mejor que deje las preocupaciones de lado y busque la felicidad lejos de la empresa. Pero no agarrado de mí. Todos lo quedaron mirando, en eso llegaba Adriel con el pedido de la comida e Inder con el pedido de los bebestibles. —Disculpen la tardanza— dijo el castaño colocando los platos encima. Hans los quedó mirando. Inder puso las copas, las llenó y dejó las botellas. —Ustedes— les habló Hans—. ¿Estudian en Panam?. Ambos chicos se quedaron mirando. —Sí, somos estudiantes de tercer año— le dijo Adriel mirando el rostro del rubio. Tenía unos penetrantes ojos color celeste. —Ya veo. Bueno tal vez me conozcan, soy Hans Scrhoder presidente del consejo estudiantil y en último año de Ingeniería Comercial— se presentó el chico con una sonrisa—. Él es mi amigo Darío, vicepresidente del consejo estudiantil. El chico les hizo un movimiento de cabeza para saludarlos. —Y ellas son Pamela y Tamara, mis novias— las presentó Hans. Ambas chicas lo quedaron mirando con rostros serios. —Sólo bromeo— les dijo—. Son las secretarias de la empresa. Las mujeres sonrieron. —Un placer— dijeron Adriel e Inder. —No duden en acercarse a nosotros si necesitan algo— les dijo Hans a ambos—. Y gracias por la comida. Inder y Adriel hicieron una pequeña reverencia y se alejaron de la mesa.  —Eso fue extraño— le susurró el pelirrojo a su amigo mientras caminaban a la barra. —Al menos conocemos al hijo de los Scrhoder, tal vez nos pueda ayudar a entrar a su empresa— le susurró Adriel. —Sigue soñando— le dijo Inder dándole un suave golpe en la cabeza—. No puedes pedirle eso, apenas lo conociste hoy. Mientras esperaban trabajo, Adriel le envió un mensaje a su hermana. Lira estaba en la casa sola pues su madre se había ido al turno de noche en el hospital. —¿Sucede algo?— le preguntó el pelirrojo a su amigo después que colgó el celular. —No creo que podamos ir por esas cervezas— le dijo el castaño—. Lira está sola en casa porque mi madre se tuvo que repetir turno en el hospital. —Pero no pongas esa cara— le dijo Inder con una sonrisa—. Nos llevaremos unas cervezas para nosotros, algo para tu hermana y compramos unas pizzas. Me quedaré a dormir contigo. El castaño le revolvió esos cabellos rojizos. —Siempre tienes una solución a todo— dijo Adriel sonriendo. —No me gusta verte con esa cara— le dijo Inder—. Ahora terminemos de trabajar para irnos a casa.

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