EL CASTIGO
Capítulo 1. EL CASTIGO
La música sonó estridente contra los parlantes del lugar, aunque Rowan no le importó porque estaba más interesado en devorarle el cuello a una morena con la que coqueteó en el pub hasta altas horas de la noche.
Besó bajo las clavículas de la morena, escuchando su risa por lo bajo y estaba a punto de comenzar a devorar sus pechos desnudos en un pasillo oscuro cuando un flash le detuvo.
Ladeo la cabeza, dejando que su cabello largo cayera sobre su frente, y masculló una grosería cuando se dio cuenta de que era un periodista.
Estoy perdido, fue su último pensamiento.
Abandonó a la morena, oyendo sus quejas por lo bajo, en busca del periodista, pero lo perdió de rastro al salir del pub.
La noche oscura y fría lo envolvía mientras mascullaba por lo bajo al darse cuenta de la magnitud del problema que se avecinaba.
Su padre lo iba a matar.
Volvió a maldecir.
Actuar con irresponsabilidad eran actitudes de las cuales a su padre le molestaban, sobre todo en la posición que estaban. Pero cuando eres el dueño del mundo, te dejas llevar por esa noción. Ese era exactamente el problema de Rowan.
Su padre, un gran magnate de Hannover, era prácticamente un diseñador de perfumes muy prestigiado en el estado de Baja Sajonia. Por lo que Rowan tenía mucho dinero en sus bolsillos y a sus 24 todavía no comprendía el sentido de la responsabilidad, sobre todo cuando su padre lo descuidó de adolescente por su trabajo.
Le daba muchos problemas a su padre y al asistente de su progenitor, sobre todo en aquella época del año.
Y tal como esperaba, al día siguiente su padre lo llamó a su oficina, el cual queda en el centro de Hannover por Marktplatz.
—¿Qué te dije de dejarte fotografiar en posiciones indecorosas? —Gruñó el viejo hombre. Rowan puso una mueca y apoyó su pierna sobre la rodilla, sentado en la oficina de su padre.
Su padre, Günter Ludwing, se sentó a un lado de él, en el sillón de cuero blanco.
—No di mi permiso —repuso Rowan, refunfuñando tal cual niño —. Me tomó desprevenido, podrías demandarlo por sacar fotos sin consentimiento.
Günter enrolló una revista de la mesa de centro y le golpeó en la cabeza, provocando quejas en su único hijo.
Se sobó la coronilla y le echó una mirada al asistente de su padre, el señor Armin, quien se le notaba que aguantaba una carcajada.
Rowan lo fulminó.
—Vas a aprender de responsabilidad, niño, así que con Armin vas a ir a Rostock a trabajar en una de nuestras sedes —declaró con el ceño fruncido.
Lo que dijo Günter le hizo mirarlo desconcertado, sin creerse lo que decía.
Rowan nunca había trabajado, ¿cómo esperaba que lo hiciera ahora? No sabía liderar, ni tampoco quería verse atrapado en una silla tras el escritorio perdiendo el físico por el que trabajó que simplemente negó repetidas veces.
—Tengo cosas que hacer, no tengo tiempo de trabajar —replicó Rowan, hundiéndose más en el sofá.
—Tiempo mis pelotas —masculló su padre—. Vas a trabajar sí o sí, si es que quieres tu auto nuevamente.
—¿Qué…?
Unas manos en su ropa le interrumpieron y, antes de que pudiera defenderse, el sonido de sus llaves sonó fuera del bolsillo de su chaqueta.
Armin sacudió las llaves con eficiencia y las guardó en el bolsillo de su saco.
Le sonrió a Rowan.
Rowan proliferó una sarta de groserías que su padre volvió a golpearle con la revista en la cabeza provocando que se quejara en voz alta.
—Esto es maltrato infantil —masculló Rowan, sobándose.
—Lástima que dejaras de ser un niño hace muchos años —Le miró de pies a cabeza—. Ahora estás hediondo y peludo.
Rowan resopló incrédulo.
Salió de la oficina, pensando varias cosas en cómo escapar de Hannover con su preciado auto, tal vez podría ir a quedarse en casa de Lucy, pero su padre era quien seguía teniendo control de su fideicomiso hasta los próximos meses que cumpliría 25.
Günter suspiró una vez que su hijo se fue de la oficina central de Hannover.
Conocía a la perfección cómo era, porque él en sus tiempos también tuvo unas actitudes de mujeriego y tuvo que reprimirlas al casarse con su esposa, o más bien, exesposa.
—Señor, ¿quiere que lo vigile? Tal vez quiera escapar entre hoy a la noche y mañana —preguntó. Armin también conocía perfectamente a Rowan.
—No, no lo hará. Irá a Rostock a como dé lugar. Mañana es ese día —Recalcó dejando a un lado la revista, yendo a su escritorio a trabajar.
Su asistente suspiró, sabiéndolo.
—Con que ese día, eh —mencionó en un murmullo, Armin.
—Mañana vigílalo mientras trabaja, lo más probable es que irá a ver a su madre. Pero se puede desviar como el año pasado.
Armin asintió y comenzó a preparar todo para mañana, le tocaba a hacer de niñera con Rowan. Solo esperaba que el joven heredero empezara a crecer y tomara el puesto de Günter Ludwing, tal y como se esperaba de él.
Todavía Armin recuerda el incidente del año pasado cuando lo encontraron inconsciente en una casa de apuestas, en el cual circulaba droga. A Rowan lo tuvieron que internar y pagar a todos los periodistas posibles para que no saliera la noticia de una posible drogadicción.
Ambos quedaron algo aliviados cuando el médico había dicho que no consumió drogas, solo alcohol al punto de casi tener un coma etílico.
Günter sabía que su hijo tenía un problema con el alcohol, pero no supo hasta qué punto Rowan se estaba autodestruyendo.