Prólogo
El cielo se tiñó de naranja en la madrugada de una oscura y fría noche de invierno que podría haber sido confundida con el amanecer, pero no fue así. Había algo raro en el cielo y los ciudadanos lo percibieron en su momento.
Todo provenía de una mansión de campo alejada de la sociedad londinense.
Las grandes llamas abrazaban la majestuosa mansión que botaba cenizas grises simulando la nieve. En ella, se escuchaban gritos desesperados y pasos por los pasillos teñidos de negro, pues había gente ahí: criados y la familia aristócrata.
La flama era tan enorme que se veía a distancia desde Londres, cuya ciudad se encontraba alborotada por una muchedumbre que iba en camino a ayudar. Pero se habían tardado demasiado y para ese entonces, el fuego ya había alcanzado grandes niveles descontrolados.
Nadie podía creer lo que pasaba.
El fuego duró por horas hasta que los primeros rayos del sol salieron, muchos intentaron apagar el fuego lo mejor que podían. La mansión quedó en cenizas, nada se pudo salvar ni siquiera a la familia Castlereagh.
Los que ayudaron, se quedaron a buscar entre los escombros cada cuerpo para contabilizar el daño y se llamó a la familia cercana de los Castlereagh, porque era en ese momento en que tenían que discutir el funeral y la división de terrenos.
Sin embargo, el problema radicó en que no encontraron el cuerpo de la única hija de los Castlereagh.
La joven Faith Castlereagh.