Capítulo XX Que da pie al siguiente Los pasajeros desembarcaban del paquebote en el muelle de Calais. Mientras la marea retrocedía hacia el punto más bajo, baja era la ciudad de Calais, en altitud como en espíritu. La barra cercana a la orilla tenía apenas agua suficiente para que pudiera entrar el paquebote; y ahora la barra misma, con sus rompientes superficiales, parecía un perezoso monstruo marino que acabara de emerger a la superficie, apenas reconocible bajo sus formas dormidas. El magro faro, todo de blanco, se alzaba en el litoral como el fantasma de un edificio que, en otros tiempos, hubiera tenido color y rotundidad y que ahora vertía lágrimas melancólicas tras sufrir el último embate del mar. Las largas hileras de demacrados pilotes negros, húmedos y resbaladizos, desgastados