—No me cree. Sin embargo, así es. En cuanto a la comunicación personal, parece que la hubo entre él y su madre. Y, sin embargo, ¡dice que a ella sí la cree cuando declara que no sabe nada más de él! Estas palabras fueron lo suficientemente suspicaces, así como la sonrisa que las acompañó, para que las mejillas de Clennam enrojecieran. —Vamos, caballero —dijo la señorita Wade, con un placer cruel al repetir la puñalada—. Ya que así lo desea, seré franca con usted. Le confesaré que, si me preocupara mi prestigio (que no es el caso) o tuviera un buen nombre que proteger (cosa que no tengo, porque me da absolutamente igual la buena o mala fama), consideraría que me comprometía mucho haber tenido algo que ver con este individuo. Sin embargo, nunca ha cruzado la puerta de mi casa y nunca se ha