Capítulo XXIV La noche de un largo día Ese personaje ilustre, esa gran gloria nacional llamada señor Merdle, continuaba su deslumbrante travesía. Empezó a extenderse la idea de que una persona que había prestado a la sociedad el admirable servicio de ganar tanto dinero a sus expensas no podía seguir siendo un plebeyo. Un título de barón se daba por seguro; con frecuencia se mencionaba un asiento en la Cámara de los Lores. Se rumoreaba que el señor Merdle había torcido el gesto de su dorado rostro ante la posibilidad de ser nombrado barón; que le había comunicado sin ambages a lord Decimus que ese título no le bastaba, que había dicho: «No; seré lord o seguiré siendo simplemente Merdle». Según se contaba, tal respuesta había sumido a lord Decimus hasta la noble barbilla en el abismo de du