En cuanto se marchó, Arthur soltó a la señora Finching, no sin cierta dificultad, pues la dama había malinterpretado sus intenciones y estaba en una postura en que les resultaba más fácil juntarse que separarse. —¡Affery, quiero hablar contigo! —¡No me toque, Arthur! —exclamó ella, apartándose—. No se acerque. Jeremiah lo va a ver. ¡No! —No me puede ver si apago la vela —aseguró Clennam, haciendo precisamente lo que había dicho. —¡Lo oirá! —protestó Affery. —No puede oír nada si se mete usted en este armario oscuro y hablamos aquí dentro —afirmó Arthur, llevando otra vez a cabo lo que decía—. ¿Por qué se tapa la cara? —Porque tengo miedo de ver algo. —¿Cómo va a tener miedo de ver algo con lo oscuro que está? —Pues lo tengo. Mucho más que si hubiera luz. —¿Por qué? —Porque esta c