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Compromiso Por Contrato.

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Una evolución en el ADN hizo que el mundo cambiara por completo. Tres castas detonaban en la humanidad, Alfas, Betas y Omegas eran los nuevos dominantes de la tierra. Tanto hombres como mujeres podían pertenecer a las tres castas, sin embargo los hombres Omegas compartían una similitud con las mujeres y era que podían quedar embarazados en una etapa llamada "el celo".

En el mundo de la mafia las cosas eran diferentes para todos, en el caso de los varones de las familia, sean la casta que sean, debían entrar a los veinte años a la universidad Diamante, lugar donde entrenaban defensa y administración de empresa. Además de aquella regla, tenían otra ley más que cumplían a cabalidad y era el Compromiso por Contrato. Esto significaba que unían a los hijos de las familias de la mafia para continuar con su legado y poder.

Christopher era un Omega que iniciaba su vida en Diamante, ahí conocerá a Darien un Alfa de una poderosa familia que ya tiene un Compriso de matrimonio. Ambos chicos se conocen y desde el primer día sienten que son parejas destinadas. Sin embargo la relación de ellos se verá en peligro cuando se den cuenta que Darien se casaría con la hermana mayor de Chris.

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Capítulo 1: Universidad Diamante.
En la nueva Era y tras una extraña evolución del ADN, tres castas dominantes se detonaron en los cuerpos de los seres humanos. Alfas, Betas y Omegas eran las nuevas razas en la humandad. Los Alfas podían ser tanto hombres como mujeres, pero en su mayoría eran del sexo masculino. Dominantes y fuertes, gran parte de esta casta eran jefes de empresas o alguna profesión importante. Tenían poder absoluto sobre los Omegas, con quiénes formaban pareja la mayoría de las veces. Podían usar "la voz" y sus fuertes feromonas para dominarlos. Los Betas eran de ambos sexos y también tenían la libertad de casarse con Alfas u Omegas. Eran los más parecido a una persona de gen antiguo. Tenían profesiones importantes y también ordinarias. Finalmente estaban los Omegas, cuya casta se podía dar en ambos sexos. Sin embargo al ser hombre tenía una afección mayor, y es que los Omegas varones tenían una etapa llamada "el celo", donde su pareja podía dejarlo embarazado. Al encontrar su pareja destinada, los Omegas debían ser marcados por los Alfas con una mordida en la nuca. Los Omegas debían utilizar unos supresores para mitigar las fuertes sensaciones que sentían en el celo, a la mayoría se les debía encerrar por cuatro o cinco días hasta que pasara. Tenían empleos efocados hacia el cuidado de la ciudadanía, pues su excelente dominio sobre situaciones de estrés los hicieron explotar mayoritariamente en el área de la salud. No para todos era fácil asumir que eran Omegas sobretodo si eras un hombre, ya que eso los hacía verse débiles frente a los de su mismo sexo. En el lado oeste de Europa, vivían las familias más poderosas y adineradas de la mafia. Cada uno de los clanes tenía un imperio con el cuál hacía negocios con sus pares y el extranjero. Era la parte más rica del continente, y eso se hacía notar. El poder adquisitivo que mantenían estos países, eran cuidados por una ley formal. Esta ley regía a todas las grandes potencias de la mafia, y para que las familias mantuvieran un futuro asegurado hacían compromisos entre los hijos tras aplicar un contrato bajo palabra de los linajes involucrados. La familia Lallemand-Miller vivían en el lado sur de la región. Una enorme mansión que se cernía cerca de una colina, estaba rodeada por un pequeño bosque. En su camino se hallaban más mansiones, todas familias de la mafia. Kurt un Alfa de cuarenta años y Alicia una Beta de treinta y siete años, eran dueños de las mineras del país. Ocultaban con eso su tráfico de armas y tráfico de autos de lujo. Eran padres de Cleo una Alfa de vinticuatro años, y Christopher un Omega de veinte años, de cabellos castaños y ojos violeta. Ambos hermanos habían sido educados con profesores particulares, teniendo la enseñanza de seguir con el negocio de la familia. Sin embargo a Christopher lo enviaron a la Universidad masculina que se hallaba en la cima de la colina. Del otro lado de la ciudad vivía la familia Westhern. Gregory un Alfa de cuarenta y dos años, casado con una Omega de nombre Briseida de treinta y nueve años, eran dueños de todos los puertos del país. Utilizaban esa fachada para ocultar el tráfico de drogas y tecnología. Tenían dos hijos, Diana una Beta de veinticinco años y Darien un Alfa de veintidós años. Tuvieron la misma crianza que todos los hijos de la mafia, con profesores privados. Sin embargo todos los varones de las familias eran enviados a la Universidad que se encontraba en la colina. Ahí eran entrenados en la milicia y el combate, además de los estudios de administración de empresas. Ambas familias se conocían tanto en los negocios como en la sociedad de las personas más ricas de la nación, no así sus hijos que jamás se habían visto. Eran los más millonarios del país y sustentaban a gran parte de la política. Siendo así sus padres quedaron de acuerdo en casar a sus hijos, y los pilares serían Darien Westhern y Cleo Lallemand-Miller. La unión entre el Alfa y la Beta sería el compromiso del año y la celebración tenía fecha para después de la graduación. En la mansión de los Lallemand-Miller la familia se encontraba disfrutando de un té dominguero en el jardín. Las empleadas dejaban el postre mientras los adultos bebían una taza de café con crema. —Mañana comienzas al fin tus clases— le dijo Kurt mirando a su hijo—. Más bien son los entrenamientos que requieren los hijos de la mafia. —Sí, al menos veré a Artemis. Con el viaje de su familia al extranjero no estuvimos mucho juntos en las vacaciones— dijo Christopher mirando al mayor. —¿Cuándo será la fiesta de compromiso?— preguntó Cleo interesada por su futuro marido. —La unión de dos Alfas será muy importante— le dijo Alicia a su hija—. Será a fines de año. La joven frunció levemente el ceño, ella no quería esperar tanto. —En esa fiesta podrías buscar alguna chica Beta o Alfa— le dijo Kurt a Chris, el chico suspiró. —Iré a organizar mis cosas para mañana, después de todo viviré unos largos meses en la universidad— dijo Christopher terminando el último bocado de su postre. Se levantó de su asiento—. Permiso. El chico se alejó y se dirigió a la mansión, fue directo a su habitación. Comenzó a arreglar las maletas que llevaría a la Universidad, sólo esperaba estar con su amigo Artemis en el mismo dormitorio. Terminó de ordenar todo y luego fue a darse un baño, quería acostarse temprano pues su chófer lo llevaría a la universidad y quería llegar a buena hora para tomar una habitación con su amigo. Se relajó en el jacuzzi con el hidromasaje. Nuevamente en la soledad su mente comenzaba a hacerse los mismos cuestionamientos, ¿por qué tuvo que nacer siendo un Omega?. Podría haber sido un Beta, así no sería visto como un débil ante los ojos de su mismo género y eso era algo que ya lo estaba hartando. Lo único salvable era que debía continuar con el negocio de la familia, así no se vería como un hombre débil. Sin embargo aún estaba la pesadilla de los malditos síntomas del celo, debía llevar sus cajas de supresores para minimizar el aroma de su esencia. —Quisiera desaparecer— Chris se hundió bajo el agua y trató de olvidarse de su triste realidad. Mañana comenzaba en la Universidad Diamante, una institución sólo para hombres de la mafia. Los jovenes debían ingresar a los veinte años, después de recibir su educación privada. Esta Universidad se creó para que las familias de todo el país entrenaran a sus hijos en la milicia, la defensa y la administración de negocios. Sabía de historias del lugar, pero no era de su agrado ser un Omega y además hombre. La Universidad no sería fácil. Después de largos minutos salió del agua y tomó una toalla, se dirigió a su habitación para vestirse. Mientras lo hacía sus ojos fueron a dar sobre sus maletas, sintió algo de nostalgia. —Es algo que no puedo cambiar— terminó de ponerse el pijama. Fue al baño y sacó dos cajas más de supresores y un perfume cítrico—. No quiero que los Alfas me sigan. Guardó todo en su maleta y luego se acostó. Se puso los audífonos e hizo una videollamada. —Hola, ya me extrañaba que no me llamaras— un chico pelirrojo y ojos pardos le sonreía por la cámara—. ¿Estás listo para mañana Chris?. —Ser un Omega en una escuela de hombres es bastante jodido— le dijo el pelinegro—. Al menos tu eres Beta, Artemis. —Chris no debes preocuparte por eso. Es una escuela disciplinaria, por lo general hay Omegas, pocos pero hay. Y sus parejas de habitación siempre son con los Betas o sus pares. Además que enseñan a respetar a todos, nadie te molestará— le sonrió Artemis. —Siempre hay un idiota que molestará— dijo con voz resignada Chris—. Sólo espero que me toque contigo, no quiero estar con nadie más ahí. —Tranquilo amigo, estaremos juntos. Yo te cuidaré, además eres un Omega fuerte, podrías pasar por Beta con facilidad. —Si fuera tan fácil— sonrió Chris—. Te dejo amigo. Te veré mañana en la entrada. —Descansa— sonrió Artemis cortando la llamada. Christopher puso la alarma de su celular y luego lo dejó sobre la mesita. Apagó la luz y se acomodó para dormir. —Sólo espero que salga todo bien— cerró sus ojos quedándose dormido. A la mañana siguiente un sol radiante se colaba por la ventana, la cortina estaba corrida por lo que la luz le daba en el rostro. Abrió los ojos en el mismo momento que sonaba la alarma del celular, estiró la mano y la apagó. Tomó una bocanada de aire y se levantó tratando de darse ánimos. Fue al cuarto de baño y se dio una ducha, nuevamente sus pensamientos lo atacaban, ¿por qué le costaba tanto aquietar la mente?. Terminó de ducharse y salió para vestirse, la Universidad proporcionaba los uniformes y la estadía completa. Luego tomó sus maletas y bajó al comedor, ahí estaba la familia lista para desayunar. —¿Llevas tus supresores?— le preguntó Alicia a su hijo. —Sí, y empaqué extras— dijo sin mirarla. —Recuerda que eres un Lallemand-Miller— le dijo Kurt—. Aunque seas un Omega, demostrarás que eres el mejor y más peligroso Omega de todos. Debes esforzarte por ser el número uno hijo. —Gracias papá— le dijo Chris. —Y busca pareja, haz amigos y diles que te presenten a sus hermanas, o parientes— le sonrió Cleo—. Eres un chico muy lindo y sé que encontrarás novia pronto. —Hermana, iré a entrenar no de cacería— le dijo Chris. —Se pueden hacer las dos cosas— le sonrió la chica. Terminaron de desayunar y se arreglaron para salir. Todos le desearon la mejor de las suertes a Chris para su nueva vida universitaria. Simón, el chófer sería el encargado de llevar a Christopher hacia su nuevo destino, Diamante. El camino para llegar a la Universidad era bastante oculto, un sendero que los llevaba hasta la cima de la colina donde un enorme edificio lo esperaba. Se bajó en la entrada, Simón le pasó sus maletas. —Buena suerte joven maestro— le dijo el chófer antes de despedirse. —Gracias— le dijo el castaño. Suerte era lo que más necesitaba. El chófer subió al auto para regresar a la mansión. —¡Chris!. El chico se giró viendo a Artemis correr hacia él, le dio un fuerte abrazo. —Al fin llegas— le dijo el pelirrojo alejándose para verlo. —No es tarde— dijo Chris. —No, no lo es. Pero llegar temprano me sirvió— le sonrió Artemis—. Hablé con la encargada de los dormitorios y le expliqué tu situación, ¡y nos puso juntos!. —¡No es cierto!— gritó feliz Christopher, al menos había comenzado el año con una excelente noticia—. ¡Es increíble!. Artemis lo miró. —Me gusta verte feliz Chris, siempre tienes rostro triste. El Omega bajó la mirada. —Bien, no quiero que te pongas mal. Vamos a conocer nuestra habitación— le dijo Artemis tomando las maletas de ambos. Entraron al enorme edificio. El aroma de las hormonas de los Alfas era bastante desagradable, incluso se sentían olores mezclados que le daban náuseas a Chris. Sin embargo el chico trató de acostumbrarse a aquello y comenzó a observar más el lugar. Se notaba lo que eran los Omegas y los Betas, reconocer a los Alfas no era difícil. —Esto es un caldero de hormonas y sudor— dijo asqueado Chris. —Vamos, te acostumbrarás— le sonrió Artemis. Llegaron a los edificios de los dormitorios, estaban alejados del edificio universitario. Entraron y subieron al ascensor. —Estamos en el piso siete, habitación cuatro— le dijo Artemis leyendo su celular. —Te sigo amigo. Bajaron en el piso correspondiente y se dirigieron a la puerta. Artemis puso la tarjeta y la puerta se abrió. Entraron. —Es muy grande— dijo Chris mirando el lugar. —Son como departamentos de un ambiente, tienes de todo— le sonrió Artemis—. Y tenemos cocina, así podrás probar mis nuevas recetas. —Eso es muy bueno. El pelirrojo miró la hora en su celular. —Vamos Chris— le dijo Artemis dejando su maleta—. Debemos llegar a la ceremonia de bienvenida. Los chicos dejaron todo y salieron rápidamente del lugar, bajaron por el ascensor y siguieron a los alumnos que caminaban hacia el patio central de la universidad. Ahí había un escenario dispuesto para la ceremonia, un hombre se puso frente al micrófono mientras el alumnado se formaba por grado. —Buenos días a todos— saludó el hombre de cabellos blancos—. Soy el director de la Universidad Diamante y damos la bienvenida a los alumnos de primer año. Como sabrán los más antiguos serán los encargados de enseñarles a sus nuevos compañeros. Las clases, horarios y actividades les serán enviadas a la aplicación de la universidad. No se permitirán los abusos de Alfas hacia Omegas o Betas. Si no hay disciplina, los enviaré directo a la calle. Los Omegas nuevos tendrán sus días de permiso como corresponden— dijo haciendo alusión a la etapa del celo—. Sepan que nuestra enfermería cuenta con todo lo necesario para cubrir sus necesidades, así que no se sientan solos. Las palabras del director eran amables, algo contrario a lo que le habían dicho las personas afuera. Mientras escuchaba el discurso, Chris comenzó a sentirse observado. Trató de ignorarlo pero aquello era bastante intenso, comenzó a mover su cabeza buscando a quién petenecía esa mirada. Fue entonces que sus ojos chocaron con unos verdes profundos, el chico rubio cenizo lo miraba como si quisiera poseerlo. Chris se sintió incómodo y corrió la mirada, se movió un poco para esconderse del rango visual de aquel alumno. Por su manera de mirarlo seguramente era un Alfa, se sintió molesto. —¿Estás bien?— le preguntó en voz baja Artemis. —Había un Alfa que me estaba mirando con demasiada intensidad— le dijo su amigo. —¿De los nuevos?— le preguntó el pelirrojo. —No, es de los antiguos— le dijo Chris—. Al menos no lo veré en las clases. Artemis asintió y luego puso su mirada al frente, el castaño prefirió olvidarse de aquellos intimidantes ojos. Concluída la ceremonia, los alumnos nuevos fueron a recorrer el lugar, los antiguos les enseñaban los sitios y los salones de clases. Christopher y Artemis iban al final de la fila viendo todo, de pronto se acercaron tres chicos desde atrás. Por el color de sus insignias debían ser de cuarto año. —Hola que tal— saludó el primero—. Me llamo Jake, ellos son mis amigos Paul y Nick, somos de cuarto año, y los mejores Alfas en cuanto a peleas. Ustedes son de primero, si necesitan algo sólo deben decirlo— sonrió con malicia. —Muchas gracias— dijo Artemis tomando a su amigo del brazo para que caminara más rápido. Chris iba con náuseas por el aroma que soltaban esos tres Alfas. —¿Pero por qué la prisa?— dijo Jake tomando de una mano a Chris para arrebatarlo de Artemis—. Hola pequeño Omega. Christopher intentó safarse pero el aroma de esos tres lo tenían atontado. De pronto sintió que volvían a jalarlo y lo alejaban de Jake cubriéndolo. Chris abrió los ojos sintiendo un embriagante aroma que le envolvía todos los sentidos, levantó la vista viendo al rubio cenizo de mirada intensa frente a él. —Dijo el director que no molestaran— les dijo el recién llegado a los tres Alfas. —Llegó el vicepresidente Darien— dijo Paul con sarcasmo—. Será mejor que nos vayamos. Los tres Alfas se dieron vuelta y chocaron con otro Alfa, era Lucas el presidente del centro estudiantil. —No comenzarán un año con problemas— les advirtió Lucas—. Salgan de aquí. Los tres alumnos de cuarto se dieron media vuelta y salieron de ahí. —¿Están bien?— preguntó Darien mirando a Chris. —Sí, muchas gracias— dijo algo aturdido el castaño. —Será mejor que nos vamos— les dijo Artemis tomando a su amigo—. Gracias por su ayuda. Los chicos se despidieron y fueron con el grupo de primero, Darien y Lucas regresaron a sus asuntos.

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