Comienzo de clases…
Letizia
Todo estaba de maravilla. El curso era tal cual lo había soñado y había compañeros bastante conocidos en el mundo empresarial.
Había comenzado a trabajar y todo iba muy bien, aunque por el contrario de lo que siempre pensé, no podía evitar extrañar a mi familia, por lo cual intentaba estar ocupada todo el día y por suerte, con la cantidad de tarea que nos estaban dando los profesores, eso era sencillo, o al menos para mí, que siempre me ha gustado cumplir al máximo con todo.
Todos estaban maravillados con mis rápidos avances, los cuales eran mayores que los de algunos colegas que estaban trabajando hacía muchos años en importantes empresas de la capital. Tanto, que comenzaron a enviarme a las prácticas con los chicos del segundo semestre.
Carlo sabía que iba a ir esa mañana al entrenamiento. Se lo había comentado mientras cenaba con Alessia y conmigo la noche anterior en la inauguración de mi nuevo apartamento, que coincidía además con el primer mes en la ciudad, así que decidí celebrarlo con los únicos amigos de verdad que tenía.
Esa misma noche, en algún punto de la ciudad…
- ¿Qué pasa amor?... ¿amor?? (tocándole la mejilla al notar que se concentraba en el paisaje que veía por la ventana del restaurante…)
- ¿Qué pasa? (mirándola de repente)
- ¿A ti que te pasa? Estás… distante… (fingiendo una sonrisa)
- Nada, bebé… pienso en… (buscando una excusa)… ¡un problema que tuvimos con un negocio! (tomando un sorbo de agua)
- ¿Seguro?
- Si… (mintió…)
- Es que…
- No empieces de nuevo, ¡por favor! (tratando de contenerse)
- ¡¡No empiezo, Fabrizio!! (elevando la voz)… es que… (bajándola ante la mirada acusadora del empresario) siempre estás raro cuando vengo, ¡parece que no quisieras que lo hiciera! ¡¡Y hoy particularmente no me has prestado ni un minuto de atención!! ¡¡Hace un mes que no nos vemos!!
- ¿Acabaste? (dijo con los ojos cerrados y las manos apoyadas en la frente, tratando de no escuchar sus reclamos de siempre)
- No…
- Bien, entonces nos vamos a casa…
Daniela no dijo nada. Sabía que siempre que le reclamaba que se veían poco y que no le prestaba la atención que ella quería, él reaccionaba de la misma manera y para evitar que se fuera a dormir a otra habitación, callaba camino a casa.
- Que duermas bien, hasta mañana. (dándole un corto beso a su novia)
- ¿No dormirás conmigo?
- Estoy muy cansado (caminando a la habitación de huéspedes)
- Pero amor… (caminando detrás…) tenía muchas ganas de que…
- Perdona pero… (volteando y buscando como excusarse)… tengo una importantísima reunión mañana temprano…
- Ok… solo considera que en dos días me vuelvo a París y ya no puedo pedir más días para venir este mes (yendo a su habitación).
- Dani… (tomándola del brazo y mirándola fijamente cuando ella volteó…) yo dejé de pedirte que vinieras hace mucho tiempo, lo haces porque tú quieres.
- Lo hago para verte…
- Sabes que esa no es la razón…
- Sabes que si… (fingió una sonrisa mientras le acariciaba el rostro)… sabes que siempre quise lo mejor para ti y para el niño…
- ¿Entonces porque no vienes cuando está él? ¿Por qué cada vez que su madre lo lleva a su casa en Nápoles no te quieres pasar ni a saludarlo? (enojado) ¿Por qué cuando nos vamos de vacaciones jamás… jamás… puedes cuando él está’
- Pfff (abriendo la puerta de la habitación y entrando)
- ¿A dónde vas? (tomándola del brazo), ¡contéstame!
- Así como cuando tú te cambias de habitación porque te reclamo, querido… (dándole un beso en la mejilla con un gesto sobrador)… así quiero irme a dormir ahora, ¡así que adiós! (cerrando la puerta de la habitación de Fabrizio, y pasando la llave al sentir que él se aferraba al pestillo para pedir explicaciones)