66. MALA IDEA

1995 Palabras
Birmingham, Inglaterra Con las instrucciones de mi padre en mano y tras quedar más tranquilo al saber que pudo dormir varias horas disminuyendo a su vez la inflamación en el cuerpo con todo lo que le hicimos anoche Walken, Borson y yo, regresé a Birmingham a empacar una maleta para mi viaje a Glasgow, pues mi padre deseaba que nos reuniésemos en familia en son de dejar a un lado el trago amargo y para esto debía hablar con mi madre, solo que había olvidado un pequeñísimo detalle siendo este el que me fulminaba con la mirada en cuanto ingresé a mi recámara. —Tiff… —¡¿Cómo te atreves a abandonarme esta semana, no contestar mis llamadas ni los mensajes?, ¡y para colmo, me entero por terceros que sales de viaje sin decirme! ¡Genial!, lo que menos necesito ahora es una discusión y ella justo llegó con toda la artillería. —Puedo explicarte, pero es extenso y ahora no tengo tiempo, discúlpame. —Sé que dijiste que jamás habías tenido una novia, Benji, pero lo que estás haciendo está mal ¡y no merezco esto! —Lo sé, en verdad lo sé, pero no tengo tiempo —me excusé rápidamente mientras empacaba mis cosas. —¡Deja eso y escúchame! —Ahora no, Tiff, de verdad. Por mucho que le repetía que debía irme por una cuestión personal, ella no hacía más que gritar miles de cosas a las que no quise prestar atención, mi cabeza había sobrepasado el límite anoche con mi padre y su escándalo no me ayudaba por lo que, en cuanto cerré la maleta, me planté firme ante ella, pero creo que mi rostro reflejaba algo más de manera inconsciente pues fue solo silencio lo que salió de su boca. —Quizás tengas razón en lo que dijiste —hablé a neutra voz, aunque por dentro intentaba sonar suave al no tener ella la culpa de nada—, sé que no tengo experiencia y quizás debí avisarte, pero no tengo la cabeza para soportar un grito más en este momento, así como tú no mereces a alguien que te haga sentir mal, insegura ni alguna de las cien cosas que dijiste, y está claro que yo no soy el hombre que deba estar contigo. —E-Espera, pero ¿qué dices? ¿Estás terminando conmigo? —Quizás sea lo mejor, discúlpame. Sin que lo esperase, ella me detuvo en la puerta y la aseguró en lo que sus labios intentaron arrancar los míos, no sé en qué momento pasamos de los gritos a quedar sin ropa, pero tampoco tuve tiempo a preguntar pues ella me arrojó en la cama montándose sobre mí, siendo en ese instante donde pude reaccionar antes de que lograse bajar. —Es solo una pelea, Benji, no puedes terminarme por una pelea cuando todas las parejas tienen una. —¿Y esto es parte de la pelea? Porque jamás escuché algo así. —No, es parte de la reconciliación. Me arrojó hacia el colchón dándome una vista total entre sus piernas al gatear sobre mí, yo me arrastré intentando salir y mojé mis dedos penetrándola en lo que buscaba un condón en el cajón. Si bien no tenía tiempo, tampoco me quedaría con las ganas que ella había prendido con ese último movimiento. —Mételo, bebé, quiero sentirte. Quizás no sienta nada por ella, pero reconozco que esa vocecita chillona producía algo dentro de mí que me impulsaba a tomarla, es difícil de explicar, pero era como si quisiera que ella hablase más para así callarla a la fuerza, aunque jamás he sido brusco con ella, pero sí la penetraba fuerte cuando lo pedía y esta no era la excepción al inclinarse por completo mientras abría sus nalgas siendo la invitación para entrar en su palpitante cavidad, así, ni corto ni perezoso, ingresé con total seguridad y la penetré impetuoso sintiendo que partiría en cualquier momento su fina figura. Tiff, al saber lo que producía en mí con sus chillidos al jadear, no hacía más que provocarme intensificando esto para que yo le diera más fuerte, pero cuando menos lo imaginé ella se giró abriendo por completo sus piernas y volví a ingresar sintiendo sus uñas rasguñarme la espalda. —D-Dale… Sí, sí, así, bebé, m-mételo… Por un instante me planteé en correrme antes de tiempo, pero cancelé esa idea y opté por chupar su seno izquierdo al ser uno de sus puntos débiles, esto, en lo que bajaba la revolución. —No, no, sigue como ibas… —¿Debería después de tantos gritos? —Por favor, bebé, no me dejes así —chilló necesitada moviendo suplicante su cadera creyendo que me convencería. —¿No más gritos? —pregunté, y subí por su escote con mi lengua. —No más, no más, pero métemelo duro —sus jadeos iban profundizando al rozarle el cuello siendo su otra debilidad—… Benji… Sí, bebé, ahí… —Quizás deba dejarlo hasta aquí, en verdad no quiero más gritos. —¡No! —chupe fuerte su cuello y embestí duro una vez—. ¡Sí! ¡Sí! —embestí de nuevo chupando más arriba—. ¡¡Oh, sí!! Quizás fui yo quien debió inyectarse algo en Londres para la jaqueca, pues esta vez su chillido desprendía una dolorosa corriente que me quitaba las ganas, por suerte el reloj me recordó que debía partir, así que tiré su cabeza hacia la derecha chupándole el otro lado y la penetré con todas mis fuerzas dejándome llevar por la impetuosa guerra que se hacía entre el dolor y el placer, consiguiendo sacarle su orgasmo siendo en ese instante cuando yo me corrí. En aras de que no volviese a hablar, pues era justo en ese instante cuando ella dejaba de hacerlo durante el coito, volví a penetrarla con mis dedos en tanto cubría su boca con la otra mano, pero ni así pude callar el intenso timbre de su garganta que ya estaba dejándome al borde del colapso, entonces me arriesgué a probar algo nuevo con ella, ahorcarla. Debí tener mucha concentración para no pasarme, pero al menos pude tranquilizar el punzante dolor al ahogarla y en cuanto sentí las primeras contracciones del próximo avistamiento, saqué mis dedos, escupí en estos y abrí sus piernas con las mías friccionando su placer hasta levantarla desesperada en medio de su segundo orgasmo dejándola vencida. Aproveché esos minutos que ella permanecía desconectada para limpiar y botar el condón, darme una ducha rápida y así mismo vestirme. —Eso fue increíble, tenemos que repetirlo esta noche en la fiesta, será en casa de una amiga e irán varios de la facultad. —Lo siento, pero debo viajar de inmediato. —¡¿Todavía sigues con eso?! ¡Eres un idiota como todos! —enardecida, se colocó su vestido y recogió sus cosas saliendo disparada como una bala. —En definitiva, esto fue una pésima idea… (…) Glasgow, Escocia – Doce horas después —¡Mamá! —¡Benji! —ella, junto a mis hermanos, corrieron a abrazarme a pesar del cúmulo de gente en el aeropuerto—. Mi niño, no tenías que recogernos. —No los dejaría solos. Vamos, todo está listo en la casa que renté. Nos trasladamos rápidamente, cenamos los cuatro siendo mis hermanos el centro de atención y antes de lo que creí cayeron dormidos. —Se nota que el movimiento de la época los agotó. —No tienes idea y como Marcus no sabe que estamos aquí, no hubo forma de venir en avión privado —cerró la puerta tras asegurarse de que ellos estuviesen bien. —¿Es mi impresión o ya te acostumbraste a esta vida? —¡Claro que no!, pero no tengo la culpa de que quieran consentirme. En ese sentido, ella y mi tía Bonny están cortadas con la misma tijera, pero creo que mamá se dejó llevar desde que empezó a vivir en Nueva York hace años… o quizás sea por sus pretendientes. —Digamos que te creo, por ahora enfoquémonos en terminar la sorpresa para Rag. —¿Cómo está? ¿Sabes algo al respecto? —Sí, mi padre me llamó diciendo que iría hoy con ella, pero ha estado deprimida, aunque no le durará mucho más cuando se encuentren. —¿Qué pasa, mi niño? —acarició mi mano al quedar cabizbajo. —Me afectó encontrarlo tan lastimado y más por los motivos que había detrás con ese hombre, ni siquiera sabía que alguien podía ensañarse de esa forma contra él, sé que no es un santo, pero lo que le hicieron… —Benji, te aseguro que más de uno le desea lo mismo a tu padre, pero también hay muchos que lo ayudarían sin importar nada, créeme, solo sé paciente y apóyalo tanto como puedas. —Lo soy —le sonreí con mayor seguridad sorprendiéndola, pues nunca le había dado una respuesta esperanzadora—, ahora estoy dispuesto a esperar el momento adecuado si se trata de él. —¿Por qué? —Por Rag, ella me ha enseñado quién es mi padre desde otra perspectiva, una que es tan ajena como íntima. —Me parece que te has acercado más a ella. —Bastante, por eso estoy dispuesto a esperar sin renegar más, igual no sirve de nada si de todas formas él me lo dirá más adelante. —Claro que lo hará, se lo prometió a tu abuelo y no faltará a su palabra. —Mi abuelo… —un nostálgico golpe brindó calidez a la invernal noche—. Me habría encantado que la conociera, de seguro la habría hecho su nieta y la consentiría como a todos. —Ya lo creo, aunque no solo la habría tratado como a su nieta… —¿De qué hablas? —A veces, cuando pienso en él y Rag, imagino que mi abuelo la habría adoptado igual que hizo con Oz, se habría convertido en su padre y la habría educado a su manera…, incluso, creo que él habría conseguido cortar la distancia en mucho menos tiempo que nosotros. —Mamá… —la abracé al notarla tan triste pues sé cuánto le afecta al revelarme en una ocasión que se consideraba una mala madre por no conseguir algo que, en teoría, debería ser simple—, tú sabes que Rag no es como otros niños, ella pasó por mucho y el cómo llegó a la familia tampoco le permitió confiar de buenas a primeras. —Lo sé, pero en fin, no quiero recordar eso, no esta noche —la separé besando su frente. —Eres la mejor madre que pudo tener, sé que el abuelo le habría dado todo, pero tú se lo das por él junto a tu amor y eso se refleja en cada acción y decisión que toma ella en la vida, en especial cuando se trata de la familia. —¿Tú crees? —Sí, Rag nos quiere demasiado, solo que ella lo refleja de manera inconsciente, una más especial y diferente —rio más tranquila al recordar quiénes somos. —Gracias, mi niño, me alegra saber que he sido una buena madre para ustedes, así como también me alegra saber que estás creciendo y apoyando a tu padre. —¿Qué te parece si preparas tu delicioso chocolate y comenzamos a decorar la casa? —De acuerdo, pero ya que tus hermanos están dormidos, podrías contarme sobre tu novia. —No puede ser, ¿Rag te lo dijo? —¡¿Cuánto más creíste que me lo ocultarías?! —cuestionó divertida en tanto el aburrimiento se apoderaba de mí. —Lo suficiente para no tener que traerla. —¿Así de mal están? —No, así de indeciso estoy sobre el noviazgo, quizás me adelanté, pero mejor hablemos eso con el chocolate y un poco de alcohol. —Esto se pondrá bueno. Algo me dice que será una muy mala idea…
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