Reglas Odio esa palabra, es una manera más simpática de decir "No hagas esto, no hagas lo otro. No, no, no". Lo tengo muy claro ya que toda mi infancia fue de esa manera. Todo era no esto, no lo otro. En fin unos años de mierda.
Me siento junto a él y me cruzo de brazos.
-Te escucho. -Digo con una muy falsa, falsa sonrisa.
Él me mira de reojo y suspira.
- Tu sarcasmo no me gusta.
- Pero si no he dicho nada ...
- No tienes que hablar para ser sarcástica.
- Bueno bueno, lo siento. Continúa -Él asiente.
- Bien, lo primero. -Se pone serio y se acerca. - Nada de salir sin permiso de la casa.
- ¿Y a dónde iría? Estamos en medio del bosque por si no lo has notado.
- Lindo lo tuyo. -Sonríe y niega.
- Precioso. Entonces, número uno, no salir de la casa sin avisarte.
- Correcto. La segunda, cuando estoy en mi oficina no me gusta que me interrumpan a menos que sea algo de vida o muerte.
- Nada de interrumpir a menos que esté desangrándome. Captado -Río.
- No es gracioso. -Miro su rostro y yo vuelvo seria.
- Perdón.
- All Right. Tercer regla: No andar mostrando tus atributos por la casa. -Abro mis ojos indignada.
- ¿Pero qué dices? Yo estaba en la seguridad de la habitación cuando tú, depravado, entraste sin anunciarte antes. ¿Qué culpa tengo yo en eso?
- Es mi casa, no tengo que pedir permiso para entrar en ningún lado.
- Pues ahora tienes que hacerlo, no estás tú solo aquí ¿capito?
Él suelta una carcajada.
- Capito
Genial ¿Alguna otra regla?
- Si. - Vuelve a estar serio. - Y es muy importante.
- De acuerdo.
- Si escuchar algún ruido o lo que sea no salgas de la habitación.
- ¿Porqué ...
- Nada de porqués, solo no salgas. Y nada de andar investigando por la noche. ¿Capito?
Sonrió y asiento aunque no entiendo a qué se refiere con investigar por la noche.
- Capito.
- Bien, ahora eres libre de hacer lo que hacen las amas de casa.
- Eh no sé si Calista te mencionó que este es mi primer trabajo así que...
- No tienes idea de nada.
- Que listo eres. -Digo sonriendo. Él se levanta y estira su espalda dejándome embobada viendo sus músculos. Solo algo como eso me pasa a mí. Muerdo mi labio mientras imagino lo que haría con un cuerpo como ese...mejor dicho, lo que no haría.
Dice algo dándose la vuelta y pillándome observándolo pero como no le estoy prestando atención a su boca sino a otra parte de su cuerpo no tengo la menor idea de lo que dijo.
- ¿Qué? - Pregunto sin entender.
- Dije que puedes limpiar y hacer algo de comer.
- Ohh si ¿qué quieres comer?
- Lo que hagas estará bien. ¿Sabes cocinar no?
- Pues claro. Soy una chef profesional en mi mente.
- Ja eso lo veremos. - Y dicho esto se va dejándome sola en la sala.
- Bien, veamos ¿por dónde empiezo - Miro el entorno a mi alrededor y decido que empezaré por la cocina.
Estoy famélica por lo que algo de comer me vendrá bien. Busco la cocina hasta que la encuentro ubicada detrás de una puerta corrediza. Es linda pero no se compara con el resto de la casa. Es algo rústica pero moderna al mismo tiempo. Hay un gran ventanal que ilumina casi toda la estancia. También muchísimos armarios donde guardar y una isla en el centro con mesada de mármol, que viene a juego con sillas de madera talladas. Lindo, muy lindo.
Veo la nevera en una esquina voy hacia allí. Espero que tenga mantequilla. Adoro la mantequilla y sin ella no vivo.
- ¿Qué... - Miro todo los ingredientes dentro y juro que casi sufro un infarto. - ¡¡HILARIOOO!! - Grito con todas mis fuerzas.
Me cruzo de brazos a esperar que venga. Unos segundos después aparece asustado en la cocina.
- ¿Que...que pasa? - Mira hacia todos lados y por último a mí.
- Mira. - Digo señalando la nevera. Él frunce el ceño y se acerca. Observa todo lo que hay allí y me mira sin entender.
- ¿Que tiene? - Pregunta.
- ¡¡Estas ciego, no te das cuenta que no hay nada!! - Él se encoge de hombros y bufo. -¿Cómo quieres que te cocine algo si lo único que hay es este...este... - Levanto el pedazo de carne envuelto y lo miro tratando de saber que es. -...bueno lo que esto sea.
- Es ciervo. -Lo suelto inmediatamente.
- Ughh que asco...eso debe tener una semana de vencido.
- Puede ser. -Se apoya contra la pared y me observa.
- Necesitas comprar comida ¿Acaso quieres morir de hambre?¿Qué es lo que comes?
- Bueno...en realidad mañana es día de compras así que supongo que llegaste algo temprano.
- Dios...que exasperante eres. - Él sonríe.
- Si, me lo dicen mucho.
- Así que mañana es día de compras. - Asiente. - Bueno y qué comeremos hoy, tengo hambre y supongo que tú también.
- Hay cereales...si quieres. - Genial.
- ¿Solamente eso?
- Si, y algo de fruta.
- Esto se pone cada vez mejor.
- Oye, no es mi culpa que aparecieras de repente. - Bueno, él tiene razón.
- Ok ok, no quiero discutir. ¿Así que solo hay cereal y frutas?
- Sip. - Hace énfasis en la "p"
- Supongo que entonces comeremos frutas y cereal.
- O podemos pedir algo. - Lo miro sin entender. - Ya sabes...comida rápida.
- ¿Te traen comida aquí? - Asiente. - ¿De verdad?, quiero decir...estamos en medio de la nada.
- ¿Te das cuenta que ofendes a los demás con ese tipo de comentarios?
- Lo siento.
- Entonces, ¿pizza? - Sonrió.
- Sii por favor.
- Iré a pedirla. Mientras puedes poner la mesa y buscar algo de beber.
- ¿Tienes algún refresco, agua o jugo?
- No, tengo vino. - Me guiña un ojo. - Están en la bodega. Allí - Señala una puerta un poco escondida en un rincón y se va.
No me convence nada que solo tenga vino para beber, tal vez debería esconder algún cuchillo en mis vaqueros por si acaso.
Abro la puerta y veo una escalera que lleva a una muerte segura. Está completamente oscuro y no pienso bajar allí a menos que el camino se ilumine un poco y espante a los demonios que seguro están esperando a que baje para matarme. Busco un interruptor y lo encuentro a un costado de la entrada. Uf, que suerte pienso hasta que veo que no hay barandilla para sostenerme y tengo que bajar cada escalón tocando las paredes que no están nada limpias. Llego al final y me quedo asombrada viendo las hileras de vino frente a mí.
- Impresionante. – Susuro. Camino hacia las botellas y saco una para observarla. - Vaya...mil novecientos sesenta y dos. - La vuelvo a dejar en su lugar y sigo mirando.
- ¿Qué tipo de vino va bien con una pizza? - Susurro. Hay tantas opciones para elegir y realmente no soy una fan del vino así que no tengo la menor idea de que puedo seleccionar para no quedar como una idiota.
- Un tinto. – Escuchó detrás de mí y grito. Hilario está detrás de mí mirándome.
- Mierda, que susto. - Llevo mi mano al pecho. - Casi se me sale el corazón. ¿No sabes hacer ruido? Podrías haberme matado de un infarto. Soy de susto fácil para que tengas en cuenta. Puedes matarme como a un chihuahua asustándome de esa manera.
- No era mi intención asustarte.
- Pues lo hiciste. Para la próxima por favor anúnciate o haz ruido o grita o lo que sea pero no me vuelvas a aparecer así.
- Lo siento, lo siento. - Camina junto a mí y toma una botella de los estantes. - Este es perfecto.
- Bien, todo listo. - Subo las escaleras y lo espero en la cocina.
- La pizza llegará en veinte minutos.
- Uff bueno...si quieres vuelve a lo tuyo mientras yo pongo la mesa.
- ¿No quieres que te ayude?
- No, puedo sola.
- Como quieras. - Lo veo sentarse sobre la mesada y dejando la botella a un lado se cruza de brazos para mirarme.
- ¿Qué haces?
- Te observo.
- Bueno, deja de hacerlo. ¿No tienes nada en qué ocuparte?
- No.
Suspiro y empiezo a abrir armarios hasta dar con los platos. Son muy lindos. Están hechos de cerámica y tienen unos dibujos de cañas de bambú en una esquina. También busco copas, las cuales encuentro enseguida y los cubiertos.
Armo la mesa y doy dos pasos atrás para admirarla.
- Me quedó muy bien ¿eh?
- Muy lindo. - Dice él a mis espaldas. Me giro y quedo a unos centímetros de él.
Esta demasiado cerca, puedo oler su colonia y mis hormonas saltan como porritas en competencia.
- Voy por el saca corchos – Excuso para crear espacio entre nosotros.
Abro la botella de vino y me felicito a mí misma por no armar un desastre considerando que es mi primera botella. Mientras sirvo la primera copa escucho el timbre.
- Yo voy. – Dice Hilario
- Ok. - Termino de servir cuando aparece Hilaro con la pizza. - Mmmm... - Digo cuando destapa la caja.
- Si, se ve muy bien.
Ambos nos sentamos y él deja un trozo de pizza en mi plato. Luego se sirve él y se sienta. Estoy tan hambrienta que prácticamente ni saboreo la comida. Directamente la trago. Cuando termino con el primer trozo, tomo el segundo y estoy a punto de llevármelo a la boca cuando me doy cuenta de que Hilario no deja de mirarme.
- ¿Pasa algo? - Pregunto.
Él ríe.
- Nada. - Me encojo de hombros y sigo comiendo.
Seguramente piensa que soy un puerquito comiendo pero oye, tengo hambre y entre verme bonita o llenar mi pansa, prefiero la segunda opción aunque no parezca una damita comiendo.
Después de comer cuatro trozos de pizza quedo llenísima. Me recuesto en la silla y suspiro satisfecha. Llevo mis manos a mi panza y acaricio a mi bebé de comida.
- ¿Te llenaste? - Pregunta él.
- Uff si, muchísimo. Comí como un animal. - Rio y tomo la copa de vino. Hasta ahora no lo he probado y cuando tomo un sorbo me quedo fascinada por el sabor. - Esta riquísimo. - Tomo otro sorbo y de un momento a otro he terminado la copa.
- ¿Más? - Pregunta.
- Si por favor. - Él me sirve y bajo la copa de un trago.
- No creo que se buena idea que te bajes de una vez el vino. – Frunce el ceño mirando mi copa vacía.
- Ohh no creo que me haga algo, además tengo el estómago lleno.
- Aún así.
No le hago caso y me sirvo otra copa. Una mala idea porque diez minutos después estoy algo mareada.
- No me siento bien. - Llevo mi mano a mi cabeza.
- Te lo dije. - Él se levanta y me ayuda a mí a hacerlo. - Vamos a llevarte a la cama.
- Nooo... - Rio como loca al analizar la situación. Me apoyo contra él y cierro los ojos. - Tengo sueño.
- Ya veo...debí prohibirte tomar más de una copa.
- Naaaa, estoy bien, hip, muy bien... - Él sonríe y como puede me saca de la cocina.
- Hay que subir las escaleras y necesito que, por favor, no te desmayes.
- No lo hare
Llegamos a los pies de la escalera y al mirar hacia arriba vuelvo a marearme.
- Esta muy alto. - Me quejo.
- Ni tanto. Vamos camina. - Muevo un pie y luego otro. Comenzamos a subir hasta que tropiezo y él gruñendo me toma en brazos. Rio y me agarro a su cuello.
- Que fuerte. - Susurro en su oído. Siento como se tensa y cierro mis ojos.
Escucho como abre una puerta y lo siguiente que siento es la cama debajo de mí. Antes de que se vaya estiro la mano y tomo la suya.
- No te vayas. - Pido.
- Tengo trabajo.
- Mentira.
- De verdad tengo trabajo. - Apenas abro un ojo y lo veo observándome. Lo vuelvo a cerrar y suspiro.
- Está bien. Buenas noches. - Escucho como se aleja y cierra la puerta al salir.
Me tapo con el edredón y caigo dormida inmediatamente.