Me encontraba recostada sobre el pecho desnudo de Hilario. Ambos acostados sobre un viejo sofá en aquella habitación con tantos secretos que desvelar. Aún no terminaba de procesar su confesión de amor. Primero quedé algo impactada porque jamás se me pasó por la cabeza que sus sentimientos hacia mi fueran tan fuertes como para decir que me ama. Pero estaba equivocada. Él me ama. Me ama...y juro que me siento malditamente feliz por ello. Demasiado feliz. - Estas muy callada. - Susurra en mi oído. - Estaba pensando. - Apoyo mi cabeza en su pecho y lo miro a los ojos. Él sonríe. - ¿Qué? - Cuando mi mujer piensa es peligroso... - Tonto. Pellizco su pecho y él suelta una carcajada. - Será mejor que tengas cuidado... - Lo tendré, de eso puedes estar segura. ¿Abi? - ¿Si? -

