Alan —¿Quién te hizo llorar, Leilah? ¿Evan te dejó? —exclamo con burlona ironía, ignorando el ardor en mi pecho. Rick está preocupado, pero no tiene porqué. —¿Estás seguro, hermano? —se oye nuevamente preocupado. Asiento con la cabeza y pronto nos quedamos solos en la habitación. Leilah observa sus manos sin atreverse a mirarme a los ojos. Ese desplante de cobardía solo consigue impacientarme y hacerme sentir más enojado. —¿Y bien? —espeto de mal humor, haciendo que pegara un ligero salto—. Yo no te hice llorar así, ¿cierto? Leilah no responde y eso me hace exasperar más, aunque bebo un trago de cerveza para aliviar el nudo en mi garganta. —¿Quién te trajo? ¿El cabrón de Evan o el bastardo de tu primo? —dejo la botella sobre el sofá—. Tal vez el imbécil de Neil. —Alan... —musit

