Evan
Por supuesto, Peter prepara una cena y más temprano que tarde, estoy yendo en mi auto en busca de Leilah. Mi cabeza no deja de dar vueltas de que no debo dejar que siga con sus absurdos planes de boda, no voy a dejarla ir por nada del mundo.
Apenas parqueo el auto, subo las escaleras de manera imperiosa, el número doce del segundo piso me da la bienvenida y toco con afán, encontrándome con una mujer anciana que me mira atentamente.
—Buenas noches, estoy buscando a Leilah –informo con deferencia, preguntándome si esta es la abuela de la que tanto me hablaba–. Por favor, ¿puede decirle que vine a verla?
La mujer me analiza de pies a cabeza de una manera que me hace sentir un poco incómodo, me mira de nuevo como si quisiera decirme algo y luego asiente, perdiéndose en el interior de
