Maldición, maldita mujer Andrea, Angélica, Soraya, María… ya da jodidamente igual. —Escucha, Leilah… —¿Es… labial? —la veo tragar saliva y sus ojos brillan con un ligero destello de decepción. —Eso creo… —¿Eso crees? —alza una ceja, soltándose de mi agarre un poco brusca—. ¿Qué significa eso, Evan? —Cálmate, cariño… —¡No me pidas que me calme! —abre mucho los ojos y francamente su expresión me aterra. ¿Por qué de pronto está tan molesta?—. ¿Quién fue? —Yo… —vacilo—. Una mujer… —¡No me digas! —espeta con tono irónico. —Podría ser un hombre usando labial, en estos tiempos nunca se sabe… —trato de hacer una broma, pero no es una buena idea. Leilah ensombrece tanto el gesto, que pienso que va a sacarme los ojos con una de las patas de la mesa. —¿Te crees gracioso? —se cruza de br

