Luego de la emoción inicial de tener a mi esposa embarazada de nuestro primer hijo, me di cuenta de que no estaba hecho para ser un padre o esposo modelo.
Es más que obvio que conocía la teoría de los embarazos y todo el cuidado que requerían, pero en la práctica era casi un desastre. Me había puesto a pensar en todo lo malo que podría ocurrirle a Leilah, así que quería evitar cualquier accidente.
Por supuesto, ella estaba feliz de mi reacción pero poco a poco (y no sé si es un asunto de las hormonas), se sentía irritada con todos mis intentos de seguridad y protección a lo largo del embarazo.
—¿Es realmente necesario? —su tono fastidiado me hace fruncir los labios—. Evan, ya para con esto…
—Es para los malestares estomacales, cariño… —rasco mi cabeza, incómodo, intentando buscar las p
