Allison
Pase el resto del día fingiendo que no cenaría con el vecino de al lado. Hice las cosas que siempre acostumbro, sobre todo tratar de distraerme, mientras observaba a mis vecinos del edificio de enfrente.
Me preguntaba, por qué no podía ser como Claudia, la loca del fitness y enfrentar a la vida como a una rutina de cardio. O como los tortolitos musicales, a quienes no les importaba lo que los demás pensaran de ellos y de sus gustos tan excéntricos a la hora de elegir la música que escucharían.
Pero en mi caso aquí estaba ahora, esperando que el tiempo comenzará a correr de manera lenta y mi puerta no sonará. No sabía si podría soportar mucho tiempo de los coqueteos de Gonzalo.
Si Melody estuviera aquí, me diría “No seas idiota Ali, aprovecha el interés de ese hombre y aférrate a él”, pero aunque quería, nunca la escuchaba.
La única vez que había escuchado a mi hermana, las cosas no habían salido muy bien. Al menos no para mi.
Recuerdo que ella quería ir a la fiesta de Walter Tunny, el primo de mi mejor amigo Thomas Caldwell, por lo que llevarme era su entrada. Las fiestas eran lo mío en ese entonces, al menos las pequeñas reuniones que involucraban a mis personas de confianza. Esa había sido mi última fiesta y aunque ella había conseguido la atención del chico que quería, yo había perdido en una noche la confianza en todos.
Era triste recordar y muchos de los terapeutas por los que pase me decían que exteriorizarlo ayudaría, pero no era el caso.
Recuerdo que llevó mucho tiempo volver a tener una buena relación con mi hermana, ella había asistido a cada sesión, aunque era más por la culpa que sentía. Mis padres en cambio, decidieron rendirse, al ver que el trauma había ocasionado que desarrollara cierta fobia social. Al menos debían agradecer que la depresión había pasado y que mi ansiedad estaba controlada, pero no se centraron en lo conseguido, prefirieron añorar a la vieja Allison, la que no volvería.
No se porque las personas creen que pueden arreglarlo todo, es como cuando un cristal se quiebra, nunca, hagas lo que hagas, podrás volver a dejarlo como antes.
Sin embargo yo soy feliz con mi vida, tengo un trabajo que paga las cuentas, tengo comida y tengo salud.
Estaba tan concentrada pensando en todo, que me perdí los primeros toques en la puerta, ya que cuando oí el último, también escuché el reclamo de mi vecino.
—Allison, abre antes de que esto se enfrié. —miré la puerta y me pregunté si se molestaría si lo ignoraba. Seguramente lo haría y seguiría insistiendo hasta que no tuviera más remedio que abrir o hasta que tumbara mi puerta, así que lentamente me puse de pie y caminé hacía allí.
Él debería superar este capricho conmigo, no dudaba que tuviera muchas más chicas para conquistar. Chicos como él, con su personalidad, tenía varias opciones siempre.
Walter era como él, agradable, sociable y siempre parecía querer ayudar a los demás. Tal vez por eso mi hermana se sentía tan atraída hacía él, era como una luz, brillante y cálida en la que ella quería posarse. Pero esa brillante luz también escondía su oscuridad.
—Vamos Ali, no me iré. —escuché y suspiré, ya estaba llegando, ¿No podía esperar?
Abrí lentamente la puerta y lo observe, venía bastante perfumado y cargando dos enormes bolsas.
—No tenías que gritar, ya estaba caminando a abrir. —dije, haciéndome a un lado para que pudiera pasar.
—Contigo no se que esperar, puedes estar de humor o no.
No dije nada, ya que la verdad, recordar el pasado había hecho que mi humor cambiara. No solo estaba triste, sino que también quería acostarme y esconderme debajo de las mantas, como si eso sirviera de algo.
—¿Dije algo malo? No me hagas caso Ali, soy un idiota, pero no te pongas triste. —dejó las bolsas sobre la isla de la cocina y se acerco a mi.
¿Me veía triste? Ciertamente lo estaba, pero creía que no se daría cuenta.
—Estoy bien, solo pensaba en cosas malas. —Sacudí mi cabeza y lo miré. —¿Qué hay para cenar?
—Cuando lo dices así pareciera que quieres deshacerte de mi.
—Tal vez eso quiero, pero te prometí intentarlo. Has durado más que muchos, la mayoría se cansa de intentar.
—¿Por qué eres así?
—¿Cómo?
—Solitaria. ¿No te cansas de alejar a las personas?
Lo miré unos momentos y vi que lo preguntaba de verdad, por lo que suspiré y me senté en la silla junto a él.
—No lo hago por maldad, pero me siento nerviosa con las personas desconocidas. Ahora estoy controlada, pero hace un tiempo, solía desmayarme al sentirme nerviosa, lo cual pasaba todo el tiempo.
—¿Ha sido siempre así?
—No.
—¿Entonces que sucedió?
—No confió en ti, así que no me pidas que te cuente algo tan personal. Sé que quieres ser mi amigo, pero quizás deberías reevaluarte si podrías serlo.
—¿A qué te refieres?
—Tú mismo lo has dicho, no soy como todos. No puedes estarme presionando o me abrumaras y ahí sí, olvídate de que vuelva a abrirte mi puerta.
Estaba cediendo, lo estaba intentando, ¿Por qué él no podía hacer lo mismo? Esta conversación me recordó a una de mis sesiones con uno de mis psicólogos, solo querían que me abra y les contará cada secreto de mi vida.
—Tienes razón, pero sí hay algo que debo preguntarte. —retuve mi respiración, mientras se sentó en cuclillas frente a mi.
—¿Qué cosa?
—¿Te gustan las pastas? Porque he traído cerca de tres variedades para que elijas.
Mientras lo observaba, sentí mis labios temblar. Por un momento me había preocupado lo que me preguntaría, ciertamente esto no cruzo eso en mi cabeza, pero se lo agradecía.
—Me gustan.
—Que bueno, de lo contrario tendría que improvisar algo.
—¿Sabes cocinar? —pregunté, calmándome un poco.
—Para nada, por eso digo improvisar. La mayoría de las veces traigo pizza o alguna mierda rápida de la calle. —Asentí, ya que no lo veía acercándose a ninguna cocina.
—No te ves como un cocinero.
—¿No? ¿Y cómo qué me veo Allison? —pasee mi mirada por todo cuerpo y respondí sin dudar.
—Un policía. —respondí lo obvio.
—Tú tampoco te ves como una pintora.
—No lo soy.
—¿Y qué eres entonces?
—Una reconstructora de arte, mi trabajo se basa en reparar obras dañadas por el paso del tiempo. —era casi lo mismo, pero me gustaba marcar la diferencia.
—Tampoco te ves como una.
—¿Y cómo que me veo? —pregunté y lo vi cerrar los ojos.
—Te ves como un hada y quizás lo seas, por eso insistes en esconderte del mundo.
Podía ser verdad, pero no tenía alas y no era tan pequeña.
—Si ese fuera el caso, lograría esconderme de ti.
—No quieres hacerlo, no te he obligado a abrir, lo has hecho porque has querido. Admítelo Allison, en el fondo estas cansada de tanta soledad.
¿Lo estaba? ¿Acaso inconscientemente estaba permitiéndole entrar a mi vida?
Mientras lo miraba sorprendida de lo que había dicho, empecé a pensar que un amigo no estaría tan mal.