Gonzalo
Entender su comportamiento era muy parecido a resolver un crucigrama. Te daba pequeñas pistas y cuando creías conocer la respuesta, te das cuenta de que otra palabra ocupa ese lugar.
Pero no podía dejar de intentar llegar a ella. Me parecía interesante, bonita, misteriosa y por alguna razón, una que no entendía, no podía sacarla de mi cabeza.
Desde el día en que la vi salir del edificio con aquella timidez y miedo inigualable, me dije que debía dejarla, que sería imposible, pero ahí estaba cada maldito día golpeando a su puerta.
Quería hacerla sentir bien, demostrarle que la veía especial, única, esa es la razón de los girasoles. Podría llevarle rosas, margaritas u orquídeas, pero eso es algo que regala cualquiera, en cambio un girasol era especial.
Sin embargo mi muestra de aprecio e intento de acercamiento solo era recibido por el frio de la madera. Cada día era lo mismo, tocar y ser ignorado de manera monstruosa.
Ella no quería verme o hablar conmigo, pero ni siquiera eso disminuía mis ganas de conocerla. Este comportamiento había despertado en mi a una especie de acosador, el cual solo esperaba tener la suerte de verla salir en algún momento próximo. Algo que gracias al cielo, había sucedido hoy.
Me sorprendió encontrarla y estaba claro que no la dejaría alejarse, al menos sin hablar un poco.
Pero el que logrará que me permitiera pasar un poco de tiempo a su lado, no significaba que me quisiera siempre cerca. Y por si no lo había entendido, no dejaba de recordármelo.
—¿Por qué no? No soy una mala persona, puedo ser un buen amigo. —Ella no podía echarme, nunca nadie me había negado la amistad.
—No digo que lo seas, pero en verdad no es buena idea. No me gustan las personas, no es nada contra ti, es en general.
—¿Pero Por qué?
—Eso no importa.
—A mi me importa, ya que eso no te permite dejarme entrar. —no la entendía, a nadie le gustaba estar solo todo el tiempo. Necesitábamos hablar con alguien, compartir cosas, dejar que nos apoyen. Esta en la naturaleza de las personas ser socialmente activos, pero Allison parecía odiar la idea.
—¿Por qué querría confiar en alguien que a la larga terminará traicionándome? No soy tonta y a pesar de ser joven, he pasado por cosas en mi vida que me mostraron la verdadera esencia de las personas. Pueden quererte, pero luego verán por su bien, siempre verán por su bien.
—Ese pensamiento es demasiado pesimista…
—Para mi es muy realista. —frené, esperando que el semáforo pasara de rojo a verde, aprovechando para darle una mirada.
Allison mantenía la cabeza gacha, con sus ojos clavados en sus manos, las cuales no dejaba de estrujar. Ella estaba nerviosa, pero siempre parecía estarlo, desde el primer momento en que la vi, la he visto de esta manera.
¿Qué pudieron haberle hecho para herirla de esta manera? No era normal desconfiar del mundo y poner una gigantesca barrera entre ella y los demás.
—¿Tan malo sería dejarme ser tu amigo?
—No lo sé. —respondió, luego de unos segundos de silencio.
Sobre analizaba todo, eso le ocurría, ella debía relajarse y dejarse fluir, pero no lo hacía. A este paso no lograría vivir feliz, todo lo mediría con su regla invisible.
—Te propongo algo. Un mes, un mes en el que me permitirás ser tu amigo y si ves que aún no funciona, simplemente me alejaré. ¿Qué dices? —ignoré el ruido de las bocinas sonando, no me pondría en marcha hasta conseguir una respuesta.
Tenía confianza en que lograría hacerla cambiar de opinión, pero una parte de mi temía que fuera demasiado terca y miedosa como para aceptarlo.
—No lo sé, ¿En serio me dejarías en paz si en un mes te digo que no quiero ser tu amiga? —no había oportunidad, no cuando en mi mente ya pensaba todo tipo de cosas para enseñarle.
—Lo haré, tampoco puedo obligarte. Pero al menos dame una oportunidad, necesito demostrarte que soy digno de confianza.
Sintiendo que estaba ganando terreno, volví a conducir, no estábamos lejos del museo, por lo que necesitaba su respuesta ahora.
Sin embargo ella se mantenía en silencio, apretando sus labios con fuerza, evitando mirarme.
No tenía la capacidad de leerla y eso me molestaba, quería saber si aceptaría o terminaría por mandarme a la mierda.
Me sentía involucrado en nuevo caso, en uno importante, uno que me estaba volviendo loco y quitándome el sueño. Tenía que infiltrarme en su vida, conocer sus secretos, cada uno de sus movimientos, sus fortalezas y debilidades, hasta que logrará su rendición.
—No creo que esto funcione, es más desde donde lo miro esto es una perdida de tiempo, pero lo haré. —soltó rápido, antes de tomar una gran bocanada de aire. —Solo no me presiones, porque si lo haces este trato se acaba.
—Tampoco creas que seguirás escondiéndote detrás de esa puerta. No Allison, si haremos esto será a mi manera.
—Cambie de opinión, ya no quiero. —dijo con apenas un hilo de voz.
—Ya no puedes echarte atrás, además no será tan malo, solo quiero que pasemos tiempo juntos y salgamos. —la vi comenzar a abanicarse y me preocupe, no había dicho nada malo.
—No me gustan los lugares con mucha gente, me, me hacen sentir, ya sabes, un poco o muy nerviosa. No funcionará.
—Anotado. Empezaremos con lugares tranquilos, donde te sientas a gusto, pero si te molesta puedes decírmelo y nos iremos. ¿Eso esta bien?
—De acuerdo.
No pude evitar que una sonrisa se extendiera por mi rostro. Me sentía victorioso, era como si hubiese acertado el último gol en un partido clasificatorio.
Pese a todo pronóstico ella había aceptado, ahora tenía que ir con cuidado, no podía joderla. Sería como caminar en cristales, pero sabía que valdría la pena.
—Te prometo que no te arrepentirás Allison. —haría lo posible porque esa afirmación fuera cierta.
—Siento que ya lo hago. —ella no se sentía de la misma manera, pero ya lo haría, solo era cuestión de tiempo.