Allison
Hoy a diferencia de los demás días, no había encontrado el girasol en mi puerta, tampoco había escuchado que golpeará. Una parte de mi creía que Gonzalo se había dado por vencido al fin, pero la otra parte sabía que podía estarme equivocando.
Quince días pasaron desde que nos conocimos, quince días donde no he dejado de ignorarlo, ocultándome en la seguridad de mi apartamento. Quince días, donde ha golpeado religiosamente mi puerta, dejando una nota junto a un bonito girasol. Si no me sintiera tan asustada, me gustaría llegar a conocerlo mejor.
Pero ahora mientras tomaba el retrato de Baltazar, ya terminado y listo para llevarlo al museo, no podía dejar de sentir cierto nerviosismo.
Abriendo lentamente la puerta, saqué el cuadro y luego salí, pero tan rápido como lo hice volví a entrar. Por el pasillo se acercaba Gonzalo, él no me había visto, pero yo a él sí.
Maldije, mientras abrí lentamente la puerta, tratando de hacerme con el cuadro que había olvidado fuera, pero me fue imposible salir y no encontrarme cara a cara con el chico de los ojos verdes que tendían a mirarme de manera tan intensa.
—Allison, por fin puedo encontrarte. —me entrego una sonrisa que me mostraba una hilera de dientes perfectos.
—Mmm… hola. —respondí, consciente de que iba a ser imposible volver a esconderme.
Si trataba de hacerlo, seguro iba a detenerme, por lo que lo más acertado era intentar hacer mi camino hacia el ascensor.
Tomando con fuerza a Baltazar entre mis manos, me dispuse a caminar más allá de él, pero dio un paso impidiéndome continuar.
—¿Estas bien? Al menos hoy podré entregarlo en tus manos, espero que te hayan gustado —estiró hacía mi su mano derecha, la cual cargaba con mi girasol diario.
—Gracias, sí me gustan, pero no deberías molestarte.
—Es una manera de intentar alegrar tu día. ¿Por qué te niegas a salir?
No era una ciencia la respuesta, me negaba porque trataba de persuadirlo de seguir tocando a mi puerta, de que intentará ser mi amigo y sobre todo de que perdiera el interés. Soy alguien común y corriente, no tengo nada de especial.
Quizás creía que el hecho de que me aferré a la idea de ignorarlo me volvía una especie de reto absurdo y eso lo hacía seguir intentándolo.
—¿Allison?
—Estoy ocupada, muy ocupada.
—¿Mucho trabajo?
—Una fecha limite y ahora debo llevarlo al museo, así que si me disculpas. —volví a intentar pasarlo, pero no lo logre.
—Te llevo.
—No hace falta. —No quería, quería volver a perderme en mi soledad.
—No tengo nada que hacer y me gustaría hablar contigo, conocerte un poco. —Se encogió de hombros y una de sus manos tomó a Baltazar.
—No hay nada interesante que conocer.
—No lo creo.
¿Por qué no lo creía? No tenía razón para mentirle.
—De verdad, soy alguien común y corriente. —intenté arrebatarle el cuadro, pero lo sostuvo, antes de comenzar a caminar con este hacia los ascensores.
—¿No vienes?
—¿A dónde? —Él estaba reteniendo mi trabajo, secuestrando al pobre Baltazar para pasar tiempo conmigo. ¿Acaso eso no era un delito?
—A donde sea que fueras con esta cosa.
—Al museo…
—Entonces vamos al museo.
—Pero…
—Nada de peros Allison, solo soy un amigo ayudando a su amiga.
—A penas nos vimos dos veces.
—Porque no dejas de ignorarme.
—Eso es verdad, he estado ignorándote. ¿Por qué no te has dado por vencido aún? —tenía que preguntarlo, luego de tantos días debería haberse cansado.
—¿Entonces admites que me has ignorado de manera adrede? —Preguntó una vez que entramos al ascensor.
—De nada me serviría negarlo, lo he hecho. No me gusta mentir, creo que muchos problemas serían fáciles de resolver si las personas fueran sinceras, no solo con los demás, sino también consigo mismos.
Si una persona es capaz de mentirse a si mismo, ¿Por qué no lo haría con alguien más?.
Auto convencerse de que se hace lo correcto, ya sea para un bien ajeno o uno propio. Mentir para hacer sentir bien a alguien más o conseguir a base de patrañas algo, que con la verdad quizás no pudiera.
—Me gusta tu manera de pensar.
—¿Y lo pones en practica?
—Cuando puedo hacerlo. —Sonrió y sentí como mis mejillas ardían, no debí seguirlo hasta aquí. —En mi trabajo hay veces que debemos utilizar ciertas mentiras para darles seguridad a los delincuentes y así poderlos atrapar.
—No solo a los delincuentes. —solté amargamente, antes de darme cuenta y poder evitarlo. —Hay ocasiones en que los policías, como tú, utilizan esas mentiras para salir bien librados.
—No puedo negarte que hay muchos que lo hacen.
Proteger y servir… cuando les convenía. Aunque si había quienes amaban su trabajo y no tenían maldad, pocos casos, por desgracia, pero los había.
—No tienes que acompañarme, puedo tomar un taxi y estaré bien. —fruncí el ceño, cuando volvió a alejar el cuadro de mi . —De verdad Gonzalo.
—Quiero ir contigo, no tengo nada que hacer y me gustaría pasar tiempo a tu lado. ¿Así que a dónde íbamos? —me guio hasta un auto rojo, donde abrió la puerta del acompañante para mi.
Dudé unos minutos, antes de finalmente sentarme. De nada me servía seguir negándome, cuando había dejado más que claro que no me dejaría irme sola.
—Al museo nacional de Benedick Park. —Respondí, al sentir su intensa mirada en mi.
—Muy bien Allison. —encendió y el auto y comenzó a avanzar por las concurridas calles. —Ahora cuéntame la razón por la que me ignoras.
Cerré los ojos y me arrepentí de haber aceptado, lo sabía, debí negarme con más fuerzas.
—No me gustan las personas, no confió en nadie. Tú me viste una vez, solo una vez y decidiste que debíamos ser amigos. ¿Qué te llevo a pensar que sería una buena amiga? Puedo ser una loca psicópata. —una vez había leído sobre ellos y me sentía identificada con su personalidad. —No solo eso, además no tardaste en decirme que trabajarías en que fuera tu novia. Me sentí asustada, no estoy acostumbrada a que me digan cosas así y menos en una situación al limite como la que estábamos viviendo.
—En eso tienes razón, no debí presionarte.
—No, no debiste. —suspiré, sintiendo que había comprendido su error y que tal vez ahora me dejaría tranquila.
—Pero me pediste que no te mienta y no lo haré. Me pareces interesante y quiero llegar a conocerte mejor y si se da la oportunidad, quiero que estemos juntos.
—¿Por qué?
—Al principio creí que eras simplemente bonita y tu actitud misteriosa me llamaba, pero con el pasar de los días esa sensación fue creciendo y solo quiero pasar más tiempo a tu lado, verte sorprenderte, hacerte reír. No sé porque actúas de manera tan cerrada al mundo, pero quisiera que me permitas entrar.
Pero no era tan sencillo y no se él, pero yo no estaba acostumbrada a tener todo lo que quería. Era triste, pero en la vida a veces simplemente hay que aceptar un no.
—No creo que eso sea una buena idea. —Y lo decía sinceramente, por lo que esperaba que me comprendiera de una vez.