Dura realidad Un viento fuerte soplaba sobre la mansión temprano esa mañana. Lucía, que había abierto los ojos hacía unos veinte minutos, no se atrevía a moverse de su sitio. Sentía la presencia de Vincenzo en la cama detrás de ella. Y después de lo que había sucedido, no tenía ninguna gana de despertarlo, ni de tener que enfrentarlo de nuevo. Lucía todavía estaba estupefacta por los eventos del día anterior, así como por la actitud del hombre hacia ella. Tratarla así sin siquiera tener pruebas concretas sobre su padre, era realmente duro por su parte. Sintiéndose de lo más miserable, una oleada de lágrimas la invadió. "No debes dejarte abatir", se animó la joven, intentando contener el llanto. "Debes mantenerte discreta, y en cuanto puedas y la ocasión se presente, te vas de este lugar.