Prisionera Lucía salía del vestidor con su pequeña maleta en la mano; debía huir al amparo de la noche, porque al amanecer, no estaba dicho que la dejaran irse. Era probablemente la hija de un criminal, y en ese momento se encontraba entre sus víctimas. Le iban a pedir cuentas, lo sentía… —¡¿Qué haces aquí?! —gruñó este último al verla aparecer ante ellos. Sin responder y con un miedo que le costaba disimular, se acercó más. Humillada por los actos de su padre e incapaz de mirar a los dos hombres a los ojos, mantenía la cabeza baja. —¿Estás sorda, por mi vida? —se levantó el hombre con un aire sombrío. —Vinny —lo atemperó su abuelo, quien no estaba más encantado de verla allí—. Lucía, no sé qué has venido a hacer, pero harías bien en subir a tu habitació… El anciano se detuvo al verl