Operación repatriación
Eran casi las dos cuando Vincenzo llegó al hangar que servía a una de las empresas de la Familia. Con paso apresurado, se dirigió a la oficina. Esa noche, por fin se encontraría cara a cara con los sinvergüenzas que se habían atrevido a atacar a sus padres. Giuliani, ayudado por los ancianos, había intentado ocultarlos, pero creerlo sin recursos era subestimarlo.
Uno de los hombres de confianza encargado de la vigilancia, al verlo llegar, se acercó a él sacudiendo la cabeza:
—Señor, debería irse, este lugar no es para usted.
—Apártate de mi camino —ordenó el joven, que ya veía rojo.
Mientras tomaba su teléfono para llamar a sus jefes, el esbirro intentó retenerlo por la fuerza. Vincenzo, que odiaba santamente las intrusiones en su espacio personal, tomó la mano
