Celia Lucía tuvo razón al hacerse preguntas. Tan pronto como Fabian entró en el salón donde ella lo esperaba frente a la chimenea, vio en su rostro que no estaba como de costumbre. Estaba sombrío y su sonrisa habitual había desaparecido. La joven bajó la cabeza con tristeza y vergüenza al recordar lo que él le había dicho una vez: él había sido el favorito de su tía y la relación que siempre había tenido con ella era tan fuerte como la de una madre y su hijo. Comprendiendo que esta pérdida no había sido terrible solo para Vincenzo y su abuelo, ahora debía enfrentarse al resto de la familia. —Hola, Lucía —dijo el hombre con una voz sombría y cargada de decepción. —Fabian… —¿Cómo estás? —preguntó él, sentándose en el sillón frente a ella. La joven no supo qué responder; se sentía mal po