Un destino caprichoso Vincenzo permanecía apoyado en la pared del pasillo, perdido en sus sombríos pensamientos. El médico que había examinado a Lucía acababa de irse. Natale lo miraba con preocupación. Conocía lo suficientemente bien a su joven empleador como para entender que cosas no muy pacíficas rondaban por su cabeza. Aquella crisis delante de los retratos del difunto señor Léopold y su esposa no había sido simulada, y la mente atormentada de este chico exigía respuestas. Vincenzo habría preferido que el doctor no sedara a Lucía. Tenía demasiadas preguntas que hacerle, pero su estado de estrés era tal, que ella podría haber enterrado ese recuerdo en lo más profundo de su memoria para no tener que enfrentarlo de nuevo. Cuando el médico le dijo eso, aceptó que la sedaran ligeramente.