Ojo por ojo En la villa de los Vittorini, Don Marco, quien había mandado llamar a Giuliani, le explicó lo que le había sucedido a su hijo años atrás. Era consciente de que lo que hacía tendría consecuencias dolorosas, pero no podía permanecer en silencio. Solo esperaba que su amigo tuviera en cuenta su gesto y dejara tranquilas a las chicas. Giuliani escuchaba atentamente a Don Marco, sin interrumpirlo ni una sola vez. Incluso cuando este último hacía una pausa para beber o suspirar, él permanecía silencioso. A su edad, y después de todo lo que había vivido, el hombre había desarrollado una notable capacidad de autocontrol. Un automatismo que, frente a la adversidad, le permitía mostrar una imperturbabilidad de hierro. Sin embargo, las palabras que oía le resultaban insoportables. Tan in