Celia haciendo de las suyas Al regresar a la mansión, Lucía quiso subir directamente a su habitación, como hacía siempre desde el descubrimiento del secreto de su padre, pero Vincenzo la detuvo por el brazo. Ella lo interrogó con la mirada mientras él la enfrentaba. —¿Vas a seguir enfurruñada hasta cuándo? —le preguntó Vincenzo, mirándola con una expresión indescifrable, entre la irritación y el interés. —No estoy de mal humor —replicó ella, sin entender lo que él quería. —¿Ah no? —dijo él, pasando una mano por su nuca y acercándose a ella para besarla. Y antes de que hubiera contacto entre ellos, la joven retrocedió maquinalmente. Vincenzo tenía ganas de jugar con sus sentimientos, pero su corazón realmente no estaba para eso. Por su parte, el joven esbozó una media sonrisa y, con ai

