Capítulo Seis

1509 Palabras
Después de lo sucedido con Sebastián me dirijo a buscar a Luisa, quien para mi fortuna ya venía por el pasillo. -¿Por qué tardaste tanto? -Amiga si no han sido más de diez minutos. -Lo sé y han sido los más vergonzosos. -¿Vergonzosos? ¿De qué hablas? aunque viendote bien estas algo sonrojada, cuéntame. -Un hombre llamado Sebastián, chocó conmigo en el lugar donde me dejaste, y no sabes la vergüenza que acabo de pasar. Al momento de chocar caí sin poder evitarlo, él trató de ayudarme pero es tan guapo que tonta quedé. Solo pude ver su cuerpo de manera descarada tengo que confesar. Aunque sus ojos también eran hermosos, verde esmeralda y esa voz. Quedé petrificada después de que caí, ¡muda es poco! Luisa sólo me veía con cara de sorpresa y una sonrisita pícara se forma en sus labios -Amiga creo que necesitas una ducha fría con urgencia. -Oh por favor Luisa, no seas exagerada, si es guapo pero me duele más la vergüenza, anda vamos a nuestro curso o llegaremos tarde, ¿por cierto quien lo imparte? -Aquí dice que el profesor Mariano, pero la chica de la ventanilla me dijo que él no vendrá hoy a dar el curso, que viene un colega suyo, igual o más guapo que él según ella. -Lo siento por ti, morías de ganas por babear en primera fila. -Bueno eso es lo de menos, además hay carne fresca amiga. -me dice levantando las cejas a la par. -Ay Luisa a veces me sorprendes. Toma mi mano restándole importancia y caminamos a nuestro destino, cuando llegamos al estudio donde se impartía el profesor ya se encontraba adentro, Luisa y yo nos miramos algo confundidas. -Pídele permiso para entrar. -sugiero. -¿Yo? -cuestiona con los ojos muy abiertos. -Sí, tú. -No, no, hazlo tú, anda ¿si? -Ash esta bien, cobarde. -le muestro la lengua. La puerta estaba entreabierta así que solo me asomé y decidí hablar. -Profesor me daría permiso de en...trar. Cuando el profesor se dio la vuelta mis palabras se atoraron, mi respiración era ridícula, las piernas me amenazaban con doblarse y la piel de mi nuca se erizó. No espere respuesta y torpemente cerré la puerta, miré a Luisa y ella me mira a mi con una expresión confundida. -¿Qué pasa Alexa? ¿Por qué haz cerrado la puerta de golpe? -Él... esta ahí. -¿Quién es él? -Se-Sebastián. -tartamudeo, odio hacerlo. -¿El moja bragas? -cuestiona coqueta. -¡Luisa! -Lo siento, se me escapó. -Si ahí esta, es él, él nos... El sonido de la puerta me interrumpe, Luisa y yo nos míramos. -¿Alexa? -cuestiona en tono sorprendido. -Hola Sebastián, yo lo siento, no quise interrumpir la clase. -Oh no es molestia, yo, bueno en realidad acababa de llegar. ¿tomarás este curso? Asentí a su pregunta, estaba tan nerviosa que no podía articular palabra alguna. -Bueno adelante, pasa. Estaba tan embobada con Sebastián que no me percate de que 'Lu' nos miraba con sonrisa infantil hasta que se aclaró la garganta. -Amm lo siento. Luisa él es Sebastián Marcel, Sebastián ella es Luisa Maldoní, mi mejor amiga. -Un gusto Luisa. -Lo mismo digo. -Bueno entremos. La clase se me hizo corta, no paraba de darle miraditas a Sebastián y por su puesto él a mi, y es que se sentía tan bien que no me percaté que el tiempo pasó volando. -Bueno clase eso es todo por hoy, nos vemos el miércoles. Luisa y yo nos levantamos de nuestra silla y nos dirijimos a la salida, dando brinquitos como niña me dijo que me vería en casa, que había quedado con un chico para comer y volvería más tarde, yo sólo asentí y es que estaba tan distraída que ni me dí cuenta que mi amiga había ligado. Se despidió de mi y salió, cuando iba por el pasillo casi llegando a la puerta escuché a Sebastián que me llamaba y venía a mi casi corriendo, eso me dio un poco de risa y creo que lo notó. -Alexa, sé que te parece gracioso verme correr gritando tu nombre, sólo... yo quería llamar tu atención. -Muy bien, ahora la tienes. -Yo quería, invitarte a comer. -¿Querías? ahora ya no. -¡No! digo, sí comer quiero todavía contigo. Suprimo una risotada para evitar hacerlo sentir mal. -¿Cómo? Tomó aire y volvió a hablar. -Alexa eres una mujer hermosa y ya sé que apenas nos acabamos de conocer, pero nunca nadie me había puesto tan nervioso como lo haces tú, normalmente soy yo el que pone nerviosas a las chicas pero tú... yo no sé que me has hecho, cuando te tomé la mano sentí algo extraño, como una corriente y me gustó debo confesarlo, me has dejado hipnotizado. Porque bueno yo no creía en eso del amor a primera vista y por Dios que ahora creeré en lo que antes no, porque creo que me enamore de ti... -hace una pausa incómoda- ¿comerías conmigo? ¿Qué se supone que debo decir? Me siento nerviosa, mi mente me juega malas pasadas al recordar a Ramses, el miedo me invade no quiero pasar de nuevo por lo mismo. Pero tampoco puedo quedarme estancada en el pasado para siempre. -Bueno yo, supongo que debo comer. -Sí, dicen que es sano. -Esta bien Sebastián, acepto comer contigo. Me abraza de manera efusiva, al principio me asusta, luego se disculpa. -Lo siento Alexa, es que me hace feliz la idea de que tú y yo salgamos a comer juntos. ¿Juntos? ¿Él y yo? esas palabras son mi perdición, ¡Otra vez no! Después de haberle dado mi dirección a Sebastián y haber quedado para cenar en vez de comer, me dirijo a mi casa, aún no supero lo que acaba de pasar las palabras de Sebastián se repetían una y otra vez en mi mente. Es de locos. Mi madre ha dejado una nota despidiéndose de mí, tenía que salir de viaje de negocios y estaré sola por casi un mes.  Siento que el miedo me invade, el último hombre que estuvo en mi vida fue Ramses y me hizo daño y no soportaría otra decepción... ¿Qué será de él? tal vez ya se habrá casado con Meredith, ahora ya eso da igual. Decido darme una ducha fría, relajante y larga, pienso en Sebastián, y si no es lo correcto. No sé nada de él. Luego su imagen viene a mi mente, sus brazos, su cuerpo, su voz. Muerdo mi labio y cierro los ojos alejando los pensamientos pero es inútil.  Sin darme cuenta mis manos acarician mis pechos, haciendo que mi temperatura aumente, trato de imaginar que es él quien me acaricia, mis manos descienden por mi vientre mientras el agua de la regadera recorre mi piel, mis manos continúan bajando hasta llegar al punto exacto en donde mi tensión se encuentra, mis dedos acarician la humedad y un gemido leve se escapa de mis labios, mi cuerpo deseoso de tener atención arde aun bajo el agua fría, mis dedos continúan con su labor haciendo más posible mi placer,  una increíble sensación invade mi cuerpo y recorre hasta mi vientre. Trato de regular mi respiración mientras hago lo que inicialmente planeaba hacer; bañarme.  -¿Qué pasa conmigo? apenas llevo algunas horas conociendo a Sebastián y ya ha hecho que me masturbe en la ducha pensando en él. Termino mi ducha, me envuelvo en la toalla y salgo a mi habitación, voy a mi closet y busco que ponerme, y para variar no encuentro nada para la ocasión, rebusco y en un intento desesperado me encuentro un vestido que me regaló mamá hace unos meses, n***o ceñido al cuerpo de manga larga sin escote al frente pero uno bastante provocativo en la espalda, dudo por un momento en ponérmelo pero miro el reloj y ya se me ha ido el tiempo, me coloco las bragas de color n***o con encaje, y decido no llevar sostén por el escote en mi espalda, me coloco el vestido y me sorprende al verme en el espejo, tomo unas zapatillas color rojo de tacón, me seco y aliso mi cabello, me pongo un poco de maquillaje nada cargado pero que se vea, me rizo las pestañas y aplico una capa de rímel, me pongo lápiz labial color rosa pálido y estoy lista. Bajando las escaleras escucho el timbre, y mis piernas tiemblan, me relajo y abro la puerta y ahí esta él, vestido con una camisa blanca de manga larga y botones al frente un pantalón de vestir y mocasines, con su cabello peinado hacia arriba y su barba bien definida hacen que moje las bragas...¡otra vez! Por un momento nos invadió el silencio y entonces Sebastián habló.  -Alexa te ves impresionante, eres hermosa, ¡Dios! ya ni siquiera sé si dejarte salir de tu casa, no quisiera que nadie más mirara a mi chica. ¿Su chica? o por Dios creo que en este momento debo estar sonriendo como tonta. -N-no es para tanto Sebastián, en ese caso yo no debí dejarte salir de tu casa vestido así. -Tan mal me veo. -finge un puchero. -No, te ves ... -súper caliente- Pienso  -¡te ves muy bien! creo que habrá unas cuantas miradas puestas en ti. Bueno, ¿nos vamos? -Si claro vámonos, estoy ansioso de que todo Venecia vea que soy muy afortunado al llevar de mi brazo a la mujer más hermosa del mundo. Mis mejillas arden, pero me gusta. 
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