Al día siguiente Estamos entrando al café donde hemos acordado en encontrarnos con Alberto, y no puedo ocultar que estoy nerviosa y hasta ansiosa por saber si todas mis sospechas son ciertas o no. —Vamos hermosa, es mejor que sepamos todo de una vez —me alienta mi esposo y simplemente asiento para después respirar profundo e intentar tranquilizarme. Avanzamos a través del lugar hasta que finalmente veo a Alberto sentado en una de las mesas que está cerca del enorme ventanal que da a la calle y sujetando fuertemente la mano de Álvaro, caminamos hacia allí. —Señor Alberto —le digo una vez que llegamos a su lado y él de inmediato voltea a verme. Me sonríe, se pone de pie con algo de dificultad y no puedo creer como los años han hecho lo suyo en él. —Kaie, que bueno es verte de nuev