—¡Bien!—grito y enseguida un pequeño ataque de tos lo atormento por unos segundos, más aunque me aproxime para tratar de aliviar su pena, él solamente extendió la mano para detenerme—fuimos los dos, pero yo lo hice para no lastimarte. ¿Tu porque lo hiciste? —¡Para no perderte! —afirme sintiendo qué el peso de todas mi cargas se aligera a, solo que no sabia hasta que grado me atrevería a sincerarme ¿Él me entendería?—he estado ocultandote cosas, secretos qué duelen porque no sé como vas a reaccionar, pero cada vez que hago algo que sé que te enfadara, aun así me atrevo a hacerlo porque siempre recuerdo lo que has hecho tú. Arthur me miró frunciendo el ceño, me miró como si yo fuese una extraña o peor aún aun, como no valiera ya nada para él y esa mirada era precisamente a lo que temía ver