Es tibio, grande, su piel es tan suave, y ese aroma que desprende su cuerpo es simplemente embriagante. No puedo evitar sentirme como una adolescente hormonal cuando tengo a semejante monumento con nada más que un bóxer muy ajustado cubriendo su desnudez...más no todo lo que debería. Ya sabes, cosas de hombres por la mañana. Y no es que yo haya querido presenciarlo, simplemente todo se dió. Justo ahora me siento acalorada y culpable en partes iguales. Me levanto del pequeño sofá y con todo el pesar de mis ansias, le pongo la sábana encima, no quiero que despierte y sepa que... —Llevas casi media hora observándome, ¿Por qué ahora tratas de cubrirme? ¿No es una buena vista? –murmura sin abrir los ojos. —Yo no te estaba observando. –casi grito porque muero de vergüenza. Caleb abre los