Capítulo 2; A ella

1970 Palabras
—No puedo creer que estemos a punto de llegar. –señala mi hermana emocionada después de un largo viaje. —Vas a amarlo. –le aseguro y solo camina hasta mi y me abraza. —Amo mucho más estar contigo Mía. Es como ser de nuevo esa niña de once o la adolescente de dieciséis, junto a su hermana gemela. Haciendo cosas divertidas. —Extrañaba mucho salir contigo. –confieso por qué desde que se casó no hemos salido pues según mi padre ella debe permanecer en su casa, luciendo bonita. —El matrimonio es un asco Mía. Lo peor que puede haber en el mundo. Nunca te cases Mía, no dejes que mis padres arruinen tu vida. –me pide y yo siento mucha pena por ella. —¿Tan mal es tu relación con Caleb? –le pregunto sin querer pero queriendo una respuesta clara. Sus ojos se fijan en mi y se nublan con el llanto. —Es horrible Mía, no puedo hablar, pensar o respirar sin que algo le moleste. Siempre debo lucir bonita para él así yo no quiera. Y en el sexo, oh por dios Mia, –murmura y la veo romperse–, ¡es un bárbaro! No hay día en el que no quiera follar aunque yo no quiera, no sabes cómo ha lastimado mi cuerpo a causa de eso. »Le pido que pare, le digo que me duele pero él solo me cubre la boca para evitar que siga hablando y si se me ocurre llorar, mi castigo es mucho peor. No puedo salir de la habitación, no si él o Alison lo ordenan. —¿Por qué no me dejas decirle nada a nuestros padres, Maya? —¿Para qué? Mi padre no va a permitir que me aleje de la familia Harrison y mi madre no fue capaz de detenerlo antes y defenderme de sus decisiones, dudo mucho que vaya a hacer algo ahora que le pertenezco a ese hombre. —Ay, no entiendo por qué conmigo es tan diferente, tanto Caleb como Alison. —¿Acaso no es obvio? Lo hacen para aparentar Mía, para que pienses que todo está bien y no dudes de ellos. Alison es tan astuta, cambia de rostro apenas le das la espalda, siempre mirándome con desdén. —Podemos denunciarlo, lo sabes. —Pero también sabes que no solo mi padre sino mi madre pagarían las consecuencias. Incluso tú y yo, no podría vivir con eso Mía. Solo iré a ese lugar que tú dices y pensaré bien las cosas, luego volveré a mi vida y con suerte pueda ser feliz con él. Sobre todo ahora que posiblemente esté embarazada. La noticia me paraliza por completo mientras mi hermana solo llora con la mirada perdida en la ventana. —¿Embarazada? –cuestiono y apenas puedo creerlo. —¡Sí! Él es incapaz de usar protección ni nada parecido a eso. Ahora no sé si en mi vientre se esté formando su hijo. —Eso complica mucho las cosas, si hay un bebé ni él ni mis padres van a dejar que te alejes. —Odio esto Mía, odio vivir con ese complejo del matrimonio forzado, pero arreglaré las cosas para que nadie tenga que pagar por esto y sobre todo me pondré a salvo aceptando por fin mi destino. Después de todo esto estaba escrito. Por eso quise venir contigo por qué será quizás el último viaje que hagamos juntas. —No digas eso, podremos viajar después. —¿Con una enorme barriga y Caleb custodiandome? No gracias, poco le falta para que me ponga una cadena atada al cuello. —Maya por dios. —No pensemos en eso. Quiero disfrutar de este viaje y de ti. ¿Salimos por margaritas está noche? —Pero debemos dormir por qué mañana saldremos al retiro espiritual muy temprano. —Prometo no desvelarte tanto. –asegura y toma mi mano para caminar hasta la salida. Me entusiasma la idea de que mi hermana este aquí conmigo, pero me duele que tenga que volver y sobre todo, atada con un bebé que lejos de mejorar las cosas, las va a poner peor...por lo menos para ella. **** —¡Mía, mía! –grita mi hermana y yo me levanto como puedo de la cama. Corro por toda la habitación hasta dar con ella. Su mirada está llorosa y me aterra que este así, pero pronto me doy cuenta de que no es por malas noticias sino por todo lo contrario. Maya levanta su pantaleta manchada de sangre sin pena alguna. Cubro mis labios y sonríe feliz. Por lo menos no está embarazada. —¿Estás segura de que no es aborto? –cuestiono dándome cuenta de que es una posibilidad. —No, solo era una semana de retraso. Tal vez por todo el estrés que estaba viviendo no llegaba mi periodo. He leído que sucede. —Sí, sucede. Ven, vamos a dormir. Son las tres de la mañana, es algo turbio que siempre sea a esa hora cuando me llamas. –señalo y ella ríe acomodando su pantaleta limpia. —¿Puedo dormir contigo? —Esta bien, pero voy a golpearte si roncas. —Trataré de no hacerlo. –dice mientras se mete bajo las sábanas de mi cama. Hago lo mismo y luego siento su brazo rodear mi cuerpo. Me giro para quedar frente a ella y dejo un beso en su frente. Mi hermana solloza y mi corazón late con fuerza. —¿Por qué mi vida no es bonita, Mía? ¿Por qué no es como los cuentos que leímos a escondidas bajo las sábanas? —No lo sé, hermana. ¿Pero sabes que sí sé? —¿Qué? —Que ahora tenemos una oportunidad para alejarte de Caleb, no hay bebé, nada más puede atarte a él. Vayamos con la policía y mostremos tus golpes y cada marca que tienes en la espalda. Ellos van a ayudarnos. Maya parece pensarlo pero niega con la cabeza. —Él va a buscarme, imagina que papá muera de pena Mía. No lo podría soportar. —Promete qué me dejaras hacer algo, Maya. Mi hermana acaricia mi mejilla y asiente después de lo que parece una batalla interna con ella misma. —En cuánto terminemos de esta aventura, tú vas a hacerte cargo de todo lo necesario Mía, ¿Si? —¿A qué te refieres con hacerme cargo de todo? —A Caleb, Alison, nuestros padres. Promete que vas a solucionar mi vida hermana, por favor. Acaricio su cabello tranquilizandola. —Yo me encargaré de solucionar tu vida, Maya. **** Abro los ojos sintiendo que he dormido más de la cuenta, me duele la cabeza pero supongo que después de todo nos pasamos de margaritas anoche. Siento el lado vacío de la cama y me levanto de golpe, mi hermana no está a mi lado y algo dentro de mi pecho me dice que no es una buena señal. Me levanto a buscarla pero en su lugar solo me encuentro con su pasaporte y una hoja blanca sostenida por un anillo, pero no cualquier anillo, sino el de su boda. Entro en pánico pensando lo peor y cuando leo la nota, todo se derrumba. "Hermana, me voy por qué no soporto más esta vida tan cruel, lamento que te hayas enterado de esta manera, pero de otra forma no habrías aceptado. Tienes que tomar mi lugar, no te queda de otra, me lo debes, tú sabes por qué" Maya había tomado mis identificaciones, mis papeles y mis cosas. Dejándome su anillo, su ropa y una orden clara de que haría saliendo de este hotel. Yo tomaría su lugar mientras trataba de solucionar algo que ni siquiera ella sabía que era. Trato de llamarla a su número pero dice que la línea ya no existe, estoy jodida. Mi teléfono suena y me devuelve al ahora, en donde todo se jodió. Lo tomo con manos temblorosas y veo el nombre en la pantalla. Caleb llama con insistencia y yo no puedo contestarle por que estoy muda de la impresión. ¿Qué se supone que haga ahora? ¿Vivir en el infierno en el que Maya ha vivido durante seis meses? No sé si podría hacerlo. —Caleb. —¿Dónde estás? Mía me dijo que perdiste tu teléfono y que te dejaría el de ella. –cuestiona y estoy tentada en decirle lo que sucedió y que sepa que no soy Maya sino Mía pero luego las palabras de mi hermana se cuelan en mi mente. Yo no podría cargar con la muerte de mi hermana y mucho menos con la pena de mis padres. Pero tampoco quiero estar en ese infierno del que ella salió. Sus palabras me calan y taladran la mente repitiéndose una y otra vez. "¿No dijiste que harías todo para verme feliz? Pues esta es la ocasión de demostrarlo" —Maya, me estas asustando. ¿Dónde carajos estás? —Estoy saliendo del hotel, Caleb. Espérame en el aeropuerto, no demoraré en llegar. —¿Por qué suenas tan extraña? ¿Qué ocurre? Dios, él se va a dar cuenta. Esto no va a funcionar, no lo hará. —Caleb yo... —¿Es por que Mía se fue? –cuestiona y algo dentro de mi se vuelve nudo–, volverá, lo prometo. Le pediré nuevos trabajos y regresará pronto. No quiero que sufras, todo estará bien. —Caleb perdóname. –pido y aunque él no sabe por qué yo sí. Caleb, como ya dije, siempre fue bueno conmigo. Jamás vi una mala cara o un trato amargo hacia mi. Ni siquiera de Alison y estar haciendo esto se siente como estar traicionando la confianza y amistad que ambos me brindaron. —Linda, no tengo nada que perdonarte. Solo ven y volvamos a casa, ¿quieres? —Esta bien. –murmuro y cuelgo la llamada. Lloro por que esto me esta superando demasiado. No voy a poder hacer esto, ¿cómo siquiera voy a ser capaz de verlo a los ojos? Él espera a su esposa, a la mujer con la que ha compartido seis meses su vida, su casa, su cama...no a la hermana de su esposa, una que no es capaz ni siquiera de sostenerle la mirada. *** —Ven acá, linda. –me pide apenas llego al aeropuerto y yo camino hasta él con los nervios atorados en la garganta. Cuando estamos cerca el uno del otro trato de sostenerle la mirada y es tanto mi miedo que termino por girar la cabeza. Caleb toma las maletas que son de mi hermana y se las entrega al hombre que viene con él. Me toma de la quijada y me obliga a verlo. —¿Qué ocurre, Maya? —Estoy cansada, el retiro espiritual fue... Algo difícil. –miento y su sonrisa hace que sus ojos se hagan un poco más pequeños. —¿Pero estas bien? Te siento algo diferente. —Pasaron muchas cosas ahí, cosas que nunca imaginé que sucederían. Tuve muy poco tiempo para pensar y... —No te preocupes, tenemos mucho tiempo libre y si quieres podemos ir a uno juntos. Fijo mis ojos en él y me parece tan irreal esto por que no se siente como Maya dijo, pero también puede estar fingiendo por que estamos en un lugar público. —Llévame a descansar, quiero irme de aquí. —Solo recuerda que tenemos un compromiso mañana, no podemos faltar. —¿Qué compromiso? —La boda de Valentina, ¿lo olvidaste? Una reunión, con gente que no conozco, esto debe ser una broma, una pesadilla. Sus labios sobre los míos me hacen volver de mis pensamientos y solo puedo llorar mientras me besa. Dios, perdóname, pero sobre todo, perdonala a ella.
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