Capítulo 2 – un problema de disfunción eréctil.

1970 Palabras
Saray Evans POV. –¿Qué Aaron no quiso qué? – escupe Gigi, una de mis amigas más cercanas. –No quiso tener sexo conmigo – susurro mientras ambas tomamos nuestro puesto en las filas de orden. En un minuto se llevará a Cabo la reunión de posesión de Gabriel Campbell como nuevo coronel, todos están ansiosos, puedo verlo en la cara de cada uno de los que estamos aquí, todos hemos escuchado muchas historias sobre él, creo que podemos hacernos una idea de lo que nos espera de ahora en adelanta bajo su mando. –¿Qué clase de hombre no quiere follar con su novia después de tres meses sin verla? – frunce el ceño como si yo le estuviera hablando de una historia de ciencia ficción. –Cuatro – corrijo. –¿Cuatro? – abre los ojos como platos – ¡Tienes que estarme jodiendo! –¡Shh! Baja la voz – la regaño porque no está siendo muy discreta que digamos, aunque ya debería estar acostumbrada, Gigi es una de esas chicas desparpajadas a la que en realidad no le interesa mucho lo que otros piensen de ella – sí, son cuatro meses, no tenemos relaciones desde antes de que se fuera. –¡joder amiga, que verano tan largo! – hace un gesto – yo no podría soportarlo. –Lo dices como si fuera la gran cosa. –¡Es la gran cosa! ¿Acaso no sabias que el sexo es uno de los aspectos más importantes en una relación? Y sé que eres un poco puritana y todo eso, ¡Pero Saray! Puedo ver la falta de brillo en tus ojos, necesitas acción, cariño. –¿Y qué quieres que haga? ¿Qué lo manosee en la madrugada? –Pues si eso no lo enciende, yo que tú me replantearía toda esa relación – suspira – el matrimonio es un contrato, tiene ciertas cláusulas que son negociables, como los hijos y el lugar donde vivir, pero hay otras que no se pueden negociar… –¿Cómo el sexo? – la corto. –¡Obviamente! El sexo, la fidelidad, el respeto. Son cosas que no se pueden perder. –Pensé que tu no creías en la fidelidad. –Yo no, pero tu si – rueda los ojos – y no lo entiendo, pero cada loco con su cuento. –Creo que la loca aquí eres tú, pero en fin… – bajo la voz porque Aaron camina en frente a nosotros con el uniforme de gala, todos hacemos el saludo militar y nos mantenemos en la posición por algunos segundos. Enseguida sale el ministro de la FAEA, Alan Campbell, el hombre más misterioso, amargado y rígido que puede existir en el mundo, tiene puesto su uniforme militar y se ve tal cual a como lo recordaba, intimidante, grande, como si él absorbiera todo el espacio del lugar, «creo que ya sé de quien heredo Gabriel su carácter» Detrás de ellos camina Zoé y por último Gabriel. Se me seca la boca en cuanto lo veo, Zoé tenía razón, es diferente al Gabriel que conocí hace dos años, ahora parece más maduro y más amargado tambien. Los tres se ponen en fila frente a nosotros. –Ese no es el nuevo coronel, ¿O sí? – pregunta Gigi de forma disimulada mientras la ceremonia da comienzo. –Si, es él. –¡Madre mía! Tienes que estarme jodiendo, ese hombre está como para chuparse los dedos. –No es mi tipo – le miento. Desde donde estoy tengo una vista perfecta de Gabriel, es alto, más de lo que recordaba, tambien mucho más musculoso, el uniforme le queda ligeramente ajustado y delata todo el entrenamiento militar, su rostro es imperturbable, pero perfecto, sus ojos azules grandes y un poco rasgados, su piel bronceada a causa del sol y el color de su cabello, rubio igual que el de Zoé. Definitivamente Gabriel Campbell es el tipo de cualquier mujer con ojos. –¿Y cómo pretenden que vayamos a trabajar con un hombre asi al mando? – se queja. –No tiene nada del otro mundo, deja de exagerar – trato de despegar mis ojos de los suyos, pero no puedo, Gabriel tiene algo que lo hace magnético. –Te llevaré a casa con mamá – le dice, a pesar de que él no puede escucharla. –Olvídate de él – reclamo. –¿Por qué? ¿Tú ya lo pediste para ti? –No Gigi, pero no podemos meternos con Gabriel, en primer lugar, porque es un asno, en segundo lugar, porque es el hermano de Zoé, y ya sabes cómo es de celosa y posesiva. –Zoé es una niñita caprichosa amargada con la vida – bufa – ya es hora de que se de cuenta de que su hermano es todo un hombre ¡Y qué hombre! Es hora de que lo deje ser libre, el verá con quien se mete y con quien no. –Igual no deberías fijarte en él. –¿Dame una razón…? – ¡Agh! A veces no entiendo como soy amiga de Gigi, esta mujer me pone los pelos de punta, aunque debo admitir que tiene razón, Gabriel es un moja bragas instantáneo. –Porque no – intento buscar una razón más dentro de mi cabeza, pero no encuentro ninguna. –Yo creo que quieres acaparar toda la atención del nuevo – murmura. –No. Tengo prometido. –Si, uno que no te folla como te lo mereces. –Solo es un bache en el camino – espero que sea solo eso, Aaron es el hombre perfecto y no quisiera perderlo nada más por el sexo. Solo debo organizar una velada romántica, algo que encienda la llama de la pasión. Si, eso es perfecto. Algunos de los altos mandos de la FAEA dan algunas palabras, se le hace entrega a Gabriel de un par de medallas que conmemoran su trabajo y ratifican su nuevo cargo como coronel de la central de Australia. El hombre parece un pavo real, se ve altivo y con demasiada confianza en sí mismo, le llega su turno de hablar y entonces yo siento que me tiemblan las rodillas al escuchar su voz. –Como ya lo mencionó el mayor Sotavento, a partir de hoy seré su coronel, no exigiré nada menos que experticia y perfección, somos la elite y debemos comportarnos como tal, sobre todo con un enemigo tan grande a nuestras espaldas – él camina alrededor de todos nosotros mientras su voz ronca y oscura inunda el lugar – nos encontramos en un momento en el que no hay cabida para los errores – sigue paseándose. –¡Pts.! – me llama Gigi. –¿Qué demonios quieres? – gesticulo. –¿No has probado con el viagra? –¿Qué? – por un segundo no sé de qué diablos está hablando – ¿Viagra para qué? –Para Aaron, quizá con eso se le pare y puedan tener… –No es un problema de disfunción eréctil, Gigi, es un problema de ganas. Siento que un cuerpo alto y grande se posa detrás de mí, no me muevo, me quedo como una piedra donde estoy, ¡por favor que no sea él! ¡Por favor que no sea él! – ruego para mis adentros. –¿Quién tiene un problema de disfunción eréctil? – me grita al oído. Siento que todos los vellos se me ponen de punta, escuchó lo que estábamos diciendo. –¿Disfunción eréctil o ganas? – me pregunta. Me quedo en silencio, no hay nadie burlándose, pero sé que si Gabriel no estuviera aquí ya tendría el sonido de todas las carcajadas de las personas presentes. Trago saliva y miro al frente, donde Aaron nos ve con el ceño fruncido. –¡Le hice una pregunta, capitán! –No me refería a nadie en específico, coronel – respondo con voz militar y me limpio las palmas de las manos con el uniforme, estoy sudando, ¡Joder! Parezco un cerdo. –¡Identifíquese, capitán! – su voz hace que me revienten los tímpanos o se remuevan las tripas por dentro, no estoy muy segura. Gabriel me rodea y me golpea el hombro al pasar, se para delante de mí y me mira fijamente con sus ojos de hielo, yo me siento diminuta frente a él, como una hormiga insignificante. –Saray Evans, capitán de la compañía 18 de la FAEA. Él se pasa la lengua por la boca. –Capitán Evans, ¿De quién estaba hablando? – me grita de frente. –Ya le dije que no se trata de nadie en particular, señor. –¿Entonces porque parece ser más importante que el pene de un hombre no le funcione que lo que estoy diciendo? ¿Lo que está sucediendo en nuestro país no es importante para usted? ¿Si no se trata de un marica entonces no es digno de su atención? Trágame tierra y escúpeme en Japón. –Es importante para mí lo que está pasando en nuestro país. Pido una disculpa, no volverá a haber una interrupción como esta. –No, no la habrá, quiero que vaya al campo de artillería y le de 50 vueltas Tiene que estarme jodiendo, 50 vueltas al campo de artillería es como un suicidio asistido, es inmenso, no creo llegar ni siquiera a las treinta, son las seis de la mañana y yo lo único que tengo en el estómago es un café. –¡Campbell! La capitán Evans ya se disculpó, no es necesario un castigo – interviene Aaron. Presiento que aquí se va a armar la tercera guerra mundial. –Para mí no son suficientes sus disculpas, la capitán tiene que aprender a acatar ordenes, se les pidió estar en fila y eso incluye el silencio, ella desobedeció, debe ser castigada por eso. –No es necesario – gruñe Aaron – ¿Tengo que recordarle mi cargo como mayor de este batallón? Ay Diosito lindo, ¿Por qué me metí en esto? –Creo que yo tampoco tengo que recordarle que soy el encargado directo de esta compañía, ¿O sí? Aaron se acerca a Gabriel, se miran frente a frente, ambos parecen un par de leones hambrientos dispuestos a matar a cualquiera que se atreviese en su camino. –Ella está bajo mi mando, debe obedecer mis ordenes – dice entre dientes Gabriel. –Tú y yo sabemos que esto no se trata de ella, asi que déjala afuera de esta mierda. –Capitán Evans – me grita Gabriel. –Señor. –¿Interrumpió o no mi discurso? – pregunta mirando a Aaron. –Si, señor. –¿Infringió el código de conducta durante la formación? –Si, señor – cada vez me siento más estúpida. –¿Merece ser castigada o no? –Señor, yo… –La pregunta fue clara – grita – quiero una respuesta igual de clara. –Si, señor. –Ella misma lo ha dicho – murmura para Aaron – la capitana deberá aceptar su castigo. –¡Eres un jodido…! – Aaron se le encima a Gabriel. Va a darle un puño, se destrozarán el uno al otro. Cuando veo que la cosa se va a poner más fea de lo que ya está, salgo de la fila y me meto en el medio de los dos, pongo mis manos en el pecho de Aaron y lo alejo de Gabriel. –Aceptaré mi castigo y tú vas a irte, tienes cosas más importantes que hacer y yo no quiero tener problemas desde ya – digo bajito. Aaron me mira con ganas de matarme, pero al final da media vuelta y se va. Yo hago lo mismo y me choco con el pecho de Gabriel. –Quiero verla cumpliendo su castigo, capitán Evans.
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