Desde el momento en que Matilde y su hijo se tomaron de la mano una conexión increíble se apoderó de los dos. El niño no sabía como describirlo pero Matilde sí, se llamaba: complemento.
Tal vez Raúl nunca sabría que Matilde era su madre biológica, pero si que sólo con ella se sentiría tranquilo. No es que el niño no amara a su madre, Aurelia, pero nunca sería lo mismo, había algo tan familiar y a la vez tan desconocido en esta nueva mujer que había llegado a su vida, que parte de su tiempo se dedicaría a indagar qué era.
Matilde descubrió que su hijo era igual de travieso que ella de pequeña, pero igual de lindo que su padre. Físicamente, era Leo, aunque él lo quisiera negar, su hermoso cabello, un poco más obscuro que el de su padre siempre volaba alborotado porque nunca se estaba qui
