Dicen que cuando dos personas están destinadas a amarse no importa qué tan separadas estén, el destino siempre hace lo suyo y los vuelve a unir. No importa la edad, el tiempo, la distancia, la posición social o el dinero, al final siempre quedarán juntos. Hay muchos nombres para el "destino" pero el de Leo tenía nombre y apellido desde que tenía unas horas de nacido y se llamaba Matilde Cienfuegos. Él, fue uno de los que tuvo la fortuna de crecer junto a ella, de verla crecer, de convivir, de descubrir cosas nuevas y sobre todo de llegar a la vejez, esa tan ansiada que muchos quieren tener cuando se trata de estar con el amor de su vida y morir con él. Sin embargo, el camino de su amor no fue nada fácil, ellos tuvieron que recorrer un sendero, que fue largo, doloroso y otras tantas com
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