▪️Ella es así▪️
Una moto estacionó cerca de una zona residencial, fue sólo hasta entonces que Blake abrió los ojos, se bajó y trató de respirar, aún sentía como su corazón latía con fuerza, miró hacia ambos lados solo para asegurarse de que nadie los seguía, Sebastian se quitó el casco y una sonrisa estaba dibujada en su rostro.
Por un momento se sintió realmente vivo, casi había olvidado ese sentimiento.
—¿Dónde aprendiste a conducir así?.
—Bueno… pues cuando tenía veinticinco fui campeón mundial de motociclismo…y los tres años siguientes quedé en tercer lugar.
Blake estaba seria, luego solo asintió. —Oh… eso explica algunas cosas.
—No debiste de bajarte a buscar pelea.
—Admítelo, tu también querías golpearlo.
—Si, pero ¿Y si ese hombre te hubiera golpeado?.
—Créeme me hubiera defendido, hace unos meses un sujeto trató de propasarse conmigo mientras iba camino a casa y solo diré que nunca más podrá tener hijos.
Sebastian sonrió y negó. —Ammm, ¿Donde vives?.
—De echo, es justo ahí — dijo ella y señaló un edificio viejo.
—Vamos, te acompaño a la entrada, se ve que aquí es un poco… peligroso.
—Bueno, supongo que hoy en día en cualquier lugar es peligroso andar de noche… ¿No es un poco tarde para que andes llevando mujeres a sus casas?.
—No llevo mujeres, solo estoy acompañándote a ti, a tu casa.
—Se que te caigo mal.
—No es verdad… es solo que… no quiero rumores de oficina.
—Perdón si te hice sentir… ¿Acosado?.
Sebastian se rio. —No es eso… es que a veces cuando eres amable se puede mal interpretar, eso es todo.
—No tengo otras intenciones, solo hacer mi trabajo —. Blake había dicho una mentira a medias.
—Ya veo, mi esposa es un poco… celosa, así que…
—Oh, si entiendo.
Llegaron hasta el edificio y se miraron el uno al otro, Blake quedó perdida en los hermosos ojos de su jefe, eran de un color miel muy encantador, tenía cejas pobladas y unos labios gruesos y carnosos, su cabello estaba un poco despeinado, pero aquel estilo le quedaba bien, era alto y sin duda tenía un cuerpo bien trabajado, ella ya había visto como se ejercitaba.
—Pues… que pases buenas noches.
—Okey, gracias por traerme, y perdón por haberte puesto en riesgo.
—No fue nada, ese hombre se lo merecía.
—Cierto.
Los dos sonrieron como dos adolescentes conociéndose por primera vez y luego hubo un silencio incómodo.
—Bueno, hasta mañana.
—Si, hasta mañana.
La chica entró a el edificio y volteo a verlo, él estaba ahí de pie luciendo tan atractivo, le sonrió y para su sorpresa él le correspondió, y sin que ninguno de los dos se diera cuenta, algo empezó a nacer justo en ese momento.
Sebastian volvió a su moto, fue a su empresa y la guardó, fue a su oficina por su saco y luego fue por su auto para poder ir a casa.
Ya iban a dar la una de la madrugada, no le importaba mucho en realidad. Condujo hasta casa y al llegar todo estaba en completo silencio y oscuridad, subió hasta su despacho y dejó su maletín, luego caminó hasta su habitación y al entrar miró a la mujer que aún estaba despierta leyendo un libro.
—Hola Sam.
—Odio que me llames Sam.
—Lo siento.
—Apestas, ¿Estuviste con una de tus zorras?.
—No, estuve trabajando y luego fui con Jerald a un bar por un trago…
—No me expliques nada, me da igual lo que hagas y con quien, pero esta noche no vas a dormir aquí, hueles horrible.
Sebastian suspiró y fue a su armario, buscó un pans y salió de aquella habitación, se fue a la de huéspedes y después de tomar un baño se metió a la cama, últimamente se sentía muy solo.
Desde hacía casi dos años su relación con su esposa se había vuelto mala, aunque él estaba seguro que era debido a que ella anhelaba ser madre y él no podria tener hijos nunca.
Enterarse de que era estéril no le causó ninguna gracia, después de esa noticia Samantha se volvió mucho más temperamental.
Y fue ahí que entendió que tal vez ellos no se amaban lo suficiente, pero estaba seguro de que con un poco de paciencia todo iba a mejorar.
A la mañana siguiente se levantó temprano como de costumbre, tomó un baño y fue por sus cosas para ir al gimnasio, tenía un gimnasio personal en casa, pero estar en aquel lugar solo le causaba malos recuerdos, pues fue ahí donde miró como uno de los choferes tocaba a su esposa, por supuesto le reclamó, por supuesto corrió a ese empleado, y por supuesto la perdonó después de que ella se disculpó. Bajó las escaleras a toda prisa y salió de su residencia, el gimnasio en el que tenía una membresía no estaba lejos, estaba a solo dos cuadras, así que iba caminando, llegó hasta él y al entrar dio los buenos días, fue directo a su locker y se sorprendió mucho de ver a su secretaria ejercitándose en una corredora.
Ella vivía un poco lejos de aquel lugar, entonces… ¿Qué hacía ahí exactamente?.
No lo pensó mucho y se acercó sólo un poco.
—Buenos días — dijo con amabilidad.
La chica fingió sorpresa y sonrió.
—Señor Dulac, buenos días — dijo ella mientras detenía aquel aparato.
—Puedo preguntarte, ¿Por qué vienes a este lugar?, es que tu departamento queda muy lejos de aquí.
—Aaaa, pues… una amiga me lo recomendó, es un lugar bueno y no es tan costoso como otros.
Sebastian sólo asintió y ya no quiso molestarla más.
—Está bien, te dejo.
Blake se bajó con rapidez y se atrevió a sujetarlo de un brazo.
—Se que usted dijo que quiere mantener la distancia y eso, pero… cree que pueda ayudarme a entrenar, seré honesta, es mi primera vez en un gimnasio y se ve que usted tiene… experiencia.
Sebastian se quedó pensando y se le ocurrió algo.
—Ya se quien te puede ayudar.
Unos minutos después, la chica estaba sudando la gota gorda, Sebastian le había puesto un entrenador y ahora si que estaba desquitando sus cuarenta dólares.
—Vamos una mas—ordenó aquel entrenador con firmeza.
Blake sentía que en cualquier momento sus piernas iban a ceder pero no se rindió, continuó haciendo sentadillas hasta que el entrenador dijo que fue suficiente.
Salió de aquel lugar con un dolor atroz en las piernas y en el vientre, y sabía que todo ese ejercicio dolería aún mucho más mañana.
—¿Te fue bien?.
Se sobresaltó un poco y volteo a ver al culpable de todos sus dolores.
—Si, muchas gracias, fue… fenomenal.
—Me alegro, nos vemos en el trabajo, no llegues tarde.
Blake solo miró la espalda fornida de aquel hombre, el cual iba enfundado en una sudadera negra y en unos pans deportivos, ahora sabía que enseñarle las piernas y sonreírle no era la forma de llevarlo a la cama, no, así no conseguiría nada de Sebastian Dulac.
Antes tenía que ganárselo para después intentar dar un paso más.
………….
Ese día durante el trabajo no habló mucho con él, solo se dieron los buenos días y las buenas noches, al día siguiente fue igual, ejercicio, unas sonrisas, y durante la hora laboral, solo cruzaron un par de palabras.
—¿Cómo vas con lo que te pedí?.
—Estoy trabajando en eso, creo que ya somos más cercanos, en cuanto pueda te daré las pruebas que me pediste.
—Bien, solo trata de darte prisa.
—Claro.
Blake hizo un puchero y cortó la llamada en la que estaba. Las personas pueden ser demasiado codiciosas, inclusive ella misma se sorprendía de lo que hacía con tal de ganar un poco de dinero, no estaba segura de sí era correcto o no, lo único que sabía era que lo necesitaba y lo quería, ella también tenía sueños, ¿Era un crimen querer alcanzarlos?.
—Buenas tardes.
La chica alzó el rostro y miró al señor Jerald.
—Buenas tardes señor.
—No seas tan formal, oye, ¿Qué harás el sábado en la noche?.
—Pues, tengo trabajo…
—Te diré algo, habrá una fabulosa fiesta en mi casa, si quieres venir eres bienvenida, toma— dijo él y le entregó una tarjeta. —Mándame mensaje y te mandaré la ubicación.
—Okey, veré si puedo asistir.
Jerald solo sonrió y fue a la oficina de Sebastian.
Aquello parecía una grandiosa oportunidad, Blake sabía que Jerald era un buen amigo de Sebastian, así que había una posibilidad de que él asistiera a la fiesta, en una fiesta siempre hay alcohol y descontrol.
Sacó su teléfono y le marcó a Gigi.
—Dime.
—Necesito que me cubras el sábado en la noche.
—Esta bien.
—Genial.
—Muy bien con eso estaremos a mano.
—Claro, oye… una cosa más, ¿Podrías prestarme tu vestido rojo?.
—Claro.
—Gracias, nos vemos al rato.
Durante la hora de comida, Blake se fue junto con Aaron al comedor de la empresa, ellos comían después de que la mayoría de los empleados ya lo habían echo, y mientras platicaban y reían vieron a Sebastián y a Jerald llegar, lo cual era raro, pues ellos siempre salían a comer a algún restaurante que estuviera a su nivel económico.
—¿Cuánto tiempo has trabajado para el señor Dulac?.
Aaron hizo cuentas en su cabeza. —Hace unos cuatro años.
—No parece un hombre muy sociable con las mujeres.
—Es que hace unos dos años atrás, una persona levantó chismes de él, y eso le trajo muchos problemas con su familia y supongo que también con su esposa.
—¿Qué clase de chismes?.
—Pues dijo que estaba embarazada de Sebastian, y que tenían una relación a escondidas, por supuesto eso no era cierto.
—¿Cómo lo sabes?, ¿Cómo sabes que esa mujer mentía?.
Aaron miró a Blake. —No vayas a decirle esto a nadie, el señor Dulac no puede tener hijos, y desde esos chismes él se volvió más precavido con las mujeres.
—Ya veo, ¿Quién era la mujer que inventó todos esos rumores?.
—Era una licenciada de recursos humanos, tenía una buena amistad con Sebastian, aun no se por que trató de inventarse todo eso, un día solo desapareció.
Blake solo asintió y continuó comiendo, de pronto sentía que había algo raro en toda aquella situación, no hizo mucho caso, era mejor no saber más de la cuenta.